Hace 15 años nadie apostaba un céntimo por el matrimonio del príncipe Haakon, heredero de la corona de Noruega, con Mette-Marit, una joven que no reunía ninguna de las condiciones que se esperaban de una princesa. Aquel era el matrimonio más arriesgado de cuantos se habían celebrado en una Familia Real europea.

La novia arrastraba un pasado que resultaba difícil de perdonar incluso para los sectores más avanzados de la sociedad noruega. La joven de la que se había enamorado el príncipe era madre soltera, había mantenido relaciones con un traficante de drogas, ella misma había consumido drogas y su hermano había sido condenado por violencia de género.

15 meses antes de la boda, un Haakon enamorado compareció ante la prensa para pedir comprensión, y el primer ministro noruego, Jens Stoltenberg, probablemente temeroso de que el príncipe pudiera llegar a renunciar a la corona, aconsejó al rey Harald que consintiera la boda para «evitar males mayores para el reino».

El día del enlace, el 25 de agosto de 2001, los novios decidieron romper con todas las tradiciones y entraron juntos de la mano hasta el altar de la catedral de Oslo, acompañados por el hijo de Mette-Marit, Marius. Mientras todo esto sucedía, la atención de los españoles se concentraba en una amiga de la novia que había entrado sola y aguardaba en el penúltimo banco del templo. Se llamaba Eva Sannum, salía con el Príncipe de Asturias y había escogido un vestido azul con un escote que concentró las críticas de la prensa española.

Tras la ceremonia, la novia apareció en el balcón de palacio con su hijo en brazos, ofreciendo una imagen chirriante

Después de la ceremonia, cuando los recién casados saludaron desde el balcón del palacio, la novia apareció con su hijo en brazos, ofreciendo una imagen chirriante. Aparentemente, el principio no podía haber sido peor, y los primeros tiempos tampoco fueron fáciles. Supuestos antiguos amigos de la princesa empezaron a desvelar los momentos más escabrosos de su vida, que dos periodistas, Tommy Fosum y Frode Hansen, recogieron en el libro Princesa contra todo pronóstico.

Pero esos testimonios solo añadían morbo a un "pasado salvaje" que la propia Mette-Marit había confesado en público tres días antes de casarse.Poco a poco, Mette-Marit se fue adaptando a su nuevo papel. En cuanto crecieron sus hijos, Ingrid Alexandra, nacida en 2004, y Sverre Magnus, en 2005, retomó sus estudios, realizó un máster en Dirección de Empresas y empezó a desarrollar la actividad habitual de la esposa de un heredero.

15 años después de la boda, las pocas críticas que recibe suelen estar relacionadas con lo que algunos califican como "horribles estilismos". A ella, que en agosto cumplirá 43 años, no le preocupa aumentar de peso ni quedar excluida de las listas de las más elegantes. Prefiere mostrarse como es. La clave de su aceptación ha sido su autenticidad.

21 de marzo-19 de abril

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