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Aunque llevamos varias semanas viendo a Letizia con la obligatoria mascarilla, aún sigue chocándonos la imagen. En todas las recepciones y comparecencias ante la prensa en el Palacio de la Zarzuela, la Reina ha elegido la mascarilla azul que se ha convertido en inseparable para la mayoría de la ciudadanía española. Es, digámoslo así, la mascarilla más común y popular, y la que remite más directamente al sufrimiento que han vivido los enfermos durante la crisis del coronavirus , al esfuerzo de los médicos y al dolor de las familias de los fallecidos.
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A finales de mayo, la Reina visitó una de las sedes de la Criz Roja en Madrid, donde además de conocer el trabajo de los voluntarios, se puso al teléfono para hablar con una de las mujeres que reciben sus servicios de apoyo. De nuevo pudimos ver a Letizia con su inseparable mascarilla azul, exactamente la misma que llevaban las trabajadoras de Cruz Roja. Es una mascarilla orientada no tanto a protegernos a nosotros mismos (aunque sí suponen una barrera), como a proteger a los demás.
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Isabel Ayuso ha sido una de las políticas que más frecuentemente hemos visto durante los peores días de la pandemia y también en la desescalada: la situación dramática en la viudad de Madrid la convirtió en protagonista de muchos minutos de televisión. Entonces y ahora en esta "nueva normalidad" vemos a Ayuso llevando siempre la mascarilla quirúrgica, símbolo de los duros momentos que pasaron muchas familias y del personal sanitario.
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Aunque en sus primerísimas apariciones tras el confinamiento optó por la mascarilla quirúrgica, Begoña Villacís se ha convertido en una de las 'early adopters' de las mascarillas textiles reutilizables, probablemente la versión que tenga mas visos de triunfar conforme normalicemos el uso de este elemento de prevención. El riesto de apostar por esta prenda tan rápidamente es obvio: optar por la mascarilla como prenda de moda puede leerse como una frivolización de las duras semanas que ha ocasionado la crisis de la Covid-19 en nuestro país.
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La presidenta de la Cámar de Representantes de Estados Unidos, la demócrata Nancy Pelosi, ha sabido convertir la mascarilla en todo un símbolo político de oposición a Donald Trump, contrario a reconocer la trascendencia de la Covid-19 y su propia vulnerabilidad como población de riesgo. Ha llevado todo tipo de pañuelos y de mascarillas textiles desde el minuto uno, y acaba de ordenar que no se permite entrar al Congreso a ningún congresista sin máscara.
La reina Beatriz de Bélgica también ha ido variando de actitud al respecto de las mascarillas quirúrgicas y textiles. Realizó sus primeras apariciones en público tras la aparición del coronavirus con las azules que han llevado los sanitarios, pero recientemente se ha desmarcado por la opción más radicalmente moda de todas las que hemos visto en las mujeres con poder: a juego con su vestido.
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Ivanka Trump se desmarcó de su padre el presidente desde los inicios de la pandemia del coronavirus en Estados Unidos: quiso llevar mascarilla para proteger y para protegerse en todas sus apariciones públicas. Ha llevado una sobria mascarilla negra en varias ocasiones, pero en muchas más la hemos visto con mascarillas textiles estamapdas, muchas veces coordinadas con su vestido.
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Aunque Máxima de Holanda es una de las reinas europeas mas admiradas por su estilo, no ha querido lucir las mascarillas textiles que sí han adornado a otras mujeres con poder, reinas incluidas. Su elección traslada menos frivolidad y un reconocimiento más patente de la seriedad de las circunstancias, aunque es cierto que en los primeros días del coronavirus su intensa actividad oficial suscitó críticas y tuvo que continuarla de puertas adentro de palacio.
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