Todas las veces que Paloma Rocasolano intentó robar protagonismo a la Reina Sofía (y las fotos que lo demuestran)

La historia de las tiaras, delicadamente elaboradas con algunas de las piedras preciosas más valiosas del mundo, es la historia de la Realeza. La mayoría han pasado de unas familias a otras y siguen en manos sus herederos; otras fueron vendidas o subastadas. Su belleza y su extraordinario son la muestra del poder que las dinastías reales ostentaron en siglos pasados. Todavía hoy brillan en actos oficiales y son un símbolo de la presencia de las familias reales en la historia de sus reinos. La tradición mandaba que se ofrecieran como regalo a las novias reales o de la aristocracia.
Hoy estas preciadas joyas, reflejo de las coronas, han quedado como muestra de la belleza que crearon algunos de los joyeros más importantes del mundo. Se debían llevar de forma oblicua, pero el estilo cambio con el tiempo y hoy se ponen de forma prácticamente vertical. Las elaboradas a finales del siglo XIX y en el siglo XX lo eran en platino y oro, mientras que las pertenecientes al siglo XVIII lo eran en oro y plata y diamantes de talla antigua. Algunas llevaban no solo estas piedras sino también turquesas, corales o ágatas. Un repaso de algunas de las tiaras más hermosas y significativas de la realeza europea es un repaso por la historia de la joyería más deslumbrante.
Forma parte de lo que en el joyero de la realeza española se llama “joyas de pasar” y es una de las piezas más valiosas. Es obra de los joyeros madrileños Ansorena,que han elaborado muchas otras piezas para la familia real. Engarzados en platino, los brillantes forman flores de lis, de ahí su nombre. Fue un obsequio del rey Alfonso XIII a la reina Victoria Eugenia.
Es una de las piezas más espectaculares del joyero real europeo y una de las más grandes y pesadas –más de un kilo–. Está formada por diamantes brasileños engarzados en oro y plata, que dibujan motivos florales, y fue un regalo del Duque de Braganza a su segunda esposa, Amalia de Leuchtenberg. Hoy pertenece a la casa Real sueca.
Perteneció a la emperatriz Josefina, esposa de Napoleón. Primero, estuvo en manos de la casa real sueca y finalmente pasó a la noruega. Es la tiara favorita de la reina Sonia y solo ella puede lucirla. Está realizada con diamantes y esmeraldas, que forman un dibujo geométrico que combina cuadrados y rombos.
Esta formada por setenta barras de platino en las que van incrustados 488 diamantes. Su diseño se inspira en los tocados rusos llamados Kokoshnik, de ahí su nombre. Fue un regalo para la reina Alejandra, esposa de Eduardo VII, con motivo de sus bodas de plata. Es la favorita de la reina Isabel II, que la lució como tocado de novia.
Fue elaborada a principios del siglo XIX. Pertenece a la Casa real danesa y está formada por diamantes y rubíes, que dibujan unos bellísimos motivos florales. La heredó el príncipe Federico, heredero al trono de Dinamarca, directamente de su abuela, la reina Ingrid. La princesa Mary la ha lucido en numerosas ocasiones.
Es una de las piezas más deslumbrantes del “trousseau” de la Casa real holandesa. La diseñó el joyero Mellerio con 31 zafiros y 655 diamantes de Sudáfrica, a principios del siglo XX. Tiene forma de corona rusa, muy de moda en el momento. Hace juego con dos brazaletes, pendientes y un broche.
Está formada por once adornos triangulares en forma de “bandeau”. Los triángulos representan a las nueve provincias belgas, Bruselas y El Congo. Se la regaló el pueblo a la reina Astrid cuando se casó con Leopoldo III. Es la tiara que usó en su boda la reina Fabiola de Bélgica. Está reservada a las reinas.
Es una de las más espectaculares y grandes del mundo. Pertenece a las Grandes Duquesas de Luxemburgo. Fue un regalo para la Gran Duquesa Isabel de Rusia, nieta del Zar Pablo I y la aportó como dote al casarse con el Gran Duque Miguel. La lució en su boda la Gran Duquesa Carlota, en 1919.
Pertenece a la reina Isabel II, y Diana de Gales, a quien se la dio como regalo de bodas, la convirtió en su favorita. Se llama también Tiara Lover’s Knot. O de los Enamorados. La encargó en 1913 la reina Mary, abuela de Isabel II, y simboliza el amor eterno. Está compuesta por 19 arcos que terminan en nudos de brillantes en su parte superior y de los que cuelgan enormes perlas en forma de pera que se pueden quitar. Diana tuvo que devolverla tras el divorcio.
La llevó en su boda la princesa Victoria de Suecia. Perteneció a la emperatriz Josefina, que la recibió como regalo de Napoleón. Está formada por una estructura de oro rojo y siete camafeos engarzados en los que están tallados detalles mitológicos griegos.
Es otra de las piezas más llamativas. Fue creada para Josefina Bonaparte y, con el tiempo, pasó a integrar el joyero de la casa de Hannover. Carolina de Mónaco, casada con Ernesto de Hannover, la ha lucido en varias ocasiones, tras muchos años guardada.
Es con la que se casaron la reina Sofía y la Reina Letizia. Perteneció a la reina Federica, madre de doña Sofía, que la heredó de su familia, la casa Brunswick de Prusia. Es de estilo neoclásico y está formada por motivos griegos. Fue creada por los joyeros berlineses Robert y Louis Koch en 1913 en platino y diamantes, Tiene entre sus motivos hojas de laurel y la greca helena. En su centro cuelga un diamante en forma de lágrima.
Fue el regalo de bodas de la reina madre a su hija, la princesa Margarita. Los diamantes forman un dibujo floral y vegetal sobre un soporte de oro y plala. Fue originalmente diseñada para Lady Poltimore, esposa del tesorero de la Reina Victoria. Se vendió en una subasta en Christie´s, por más de un millón de euros, tras la muerte de Margarita.
Es parte de un conjunto de aguamarinas, con broche y pendientes a juego, que perteneció de la reina Victoria Eugenia de España y su diseño es obra de Cartier. Está formada por varios aros de diamantes entrelazadas en el centro de los cuales cuelgan siete impresionantes aguamarinas de gran tamaño.
Es de platino y diamantes y perteneció a la reina de Prusia, hija del Kaiser Federico III. Pertenece a la Casa Real griega, pero estuvo muchos años oculta. La lució Marie-Chantal Miller en el Jubileo de la Reina Margarita de Dinamarca.