El principio del fin
El principio del fin
El matrimonio entre los príncipes Carlos y Diana estuvo sembrado de momentos convulsos desde que la propia Diana de Gales describiera su boda como «el peor día de mi vida». Aunque se separaron en 1992, fue el 28 de agosto de 1996 cuando ambos pusieron fin de forma oficial a una relación que había durado 15 años. Cinco años antes de esa fecha, un incidente protagonizado por su primogénito, el príncipe Guillermo, había dejado herido de muerte el futuro en común de la pareja.
Los hechos ocurrieron el 3 de junio de 1991. Mientras Diana de Gales estaba comiendo con una amiga en su restaurante italiano de Londres, su guardaespaldas le avisó de que el príncipe Guillermo, que entonces tenía 8 años, había sufrido «un fuerte golpe en la cabeza» mientras jugaba con un palo de golf en el patio de su internado privado. Entonces, sus padres se dirigieron al Royal Berkshire Hospital, donde habían llevado a su hijo mayor para hacerle unas pruebas.
Los doctores, entre los que se encontraban el doctor Anthony Dawson, médico personal de Isabel II, pronto descubrieron que Guillermo había sufrido una fractura en el cráneo y requería una operación inmediata. «Dejaron claro que existían riesgos potencialmente graves, tanto en la operación como en la posibilidad de que el príncipe hubiera sufrido daños cerebrales a consecuencia del acciente», escribió el biógrafo real Andrew Morton en su libro Diana: Su verdadera historia en sus propias palabras.
Pero en lugar de permanecer junto a su esposa y, lo que es más importante, al lado de su primogénito, el príncipe Carlos abandonó el hospital para asistir a una representación de Tosca en la Royal Opera House. Su decisión de anteponer el deber a la familia pudo haber sorprendido a la opinión pública, pero no a su esposa. Ella aceptó su decisión de ir a la ópera como «nada fuera de lo normal», según Andrew Morton.
Guillermo, cogido de la mano de su madre, fue conducido en silla de ruedas al quirófano para someterse a la operación, que duró 75 minutos. Diana esperó ansiosa en otra habitación hasta que le comunicaron que todo había salido bien. Más tarde diría que había sido «una de las horas más largas de mi vida».
Mientras ella permanecía junto al pequeño en su habitación, el actual rey de Inglaterra se subía a un tren para pasar la noche en North Yorkshire, donde tenía previsto asistir a un estudio medioambiental. Aunque un portavoz del Palacio de Buckingham afirmó que el príncipe de Gales se mantuvo en estrecho contacto con los médicos, los medios de comunicación ingleses no tardaron en darse cuenta de que Carlos no estaba junto a su hijo convaleciente.
Las fotos del príncipe Carlos de Inglaterra paseando tranquilamente por los valles de Yorkshire en su misión ecológica aparecieron en todas las portadas del país. «¿Qué clase de padre eres?», se preguntaba por ejemplo el titular del diario The Sun.
La actitud de su esposo para Diana de Gales «no hizo más que confirmar todo lo que ella pensaba de él y reforzó la sensación de que a él le costaba relacionarse con los niños. Ella no recibía ningún apoyo, ni mimos, ni afecto, nada», añade Andrew Morton en su libro sobre aquel incidente. Tras dos angustiosas noches en el hospital, Guillermo recibió el alta y regresó a casa con su madre.
Cuando el ahora rey Carlos III se dio cuenta de la mala imagen que sus compatriotas tenían de él, supuestamente culpó a Diana de haber hecho una «tontería espantosa», exagerando la gravedad de la lesión de Guillermo. También afirmó que desconocía que su hijo y heredero al trono pudiera haber sufrido daños cerebrales.
«La forma radicalmente distinta en que la pareja respondió públicamente a la lesión de Guillermo puso de relieve lo que todos en su círculo más cercano sabían desde hacía tiempo: el matrimonio de cuento de hadas entre el príncipe de Gales y Lady Diana Spencer había terminado en todo menos en el nombre», escribió Morton.
El 9 de diciembre de 1992, el primer ministro John Major anunciaría la separación de los príncipes de Gales ante el pleno del parlamento británico. Y en cuanto a Guillermo de Inglaterra, además de la cicatriz que le dejó el divorcio de sus padres, el accidente le dejó otra más en la frente, a la que se refiere con humor como «la cicatriz de Harry Potter».