CRISIS EN EL PALACIO GRIMALDI
CRISIS EN EL PALACIO GRIMALDI
Corren tiempos inciertos en el Principado de Mónaco, donde las (malas) noticias acerca de las decisiones financieras que ha tomado su jefe de Estado, el príncipe Alberto, inquietan a la ciudadanía. Ahora contaremos qué pasa exactamente con las cuentas del menor de los tres hermanos Grimaldi, pero digamos que los tiempos de zozobra son favorables a las teorías de la conspiración. Se trata de compensar el temor con relatos, como poco, improbables. Como este que atañe a la princesa Carolina.
Es lógico que, ante el cariz oscuro que tiñe la figura de Alberto de Mónaco, muchos dirijan su mirada a Carolina Grimaldi, la primera hija de Grace y Rainiero, llamada a encarnar la perfección y efectivamente a la altura del ideal de primera dama royal que figura en cualquier tratado diplomático. Donde Alberto ofrece un comportamiento, digamos, errático, Carolina se muestra incólume. No se le conoce escándalo desde hace décadas.
Resumamos la complicada situación en la que se encuentra el soberano monegasco, el mismo que llegó al trono en 2005 prometiendo limpiar Mónaco de todo delito financiero habido y por haber. Evidentemente no lo ha logrado: la Unión Europea acaba de incluir al Principado en su lista de países de alto riesgo por blanqueo de capitales. El príncipe Alberto exigió limpieza a los operadores financieros, pero desde enero de 2024 se cuestiona si él mismo la implementó en sus propias cuentas.
Fue su contable durante 20 años, el ya famoso Claude Palmero, quien filtró parte de los cuadernos con los apuntes contables que desvelaron el despilfarro del cabeza de la familia Grimaldi. En febrero, además, declaró que el príncipe Alberto deseaba que todo su patrimonio fuera opaco, o sea, indetectable. Además, asegura que tuvo que gestionar un «apartamento de soltero» y los pagos y regalos (un apartamento en Londres) a Nicole Coste, la madre de uno de su hijos secretos, y al resto de la prole que reconoció casi a regañadientes.
Todas estas acusaciones han de sustanciarse en la investigación y posterior juicio en el que se dirimirán las demandas cruzadas que han interpuesto Alberto y Claude, pero por el camino se va degradando la credibilidad y legitimidad del soberano del Principado de Mónaco. Y eso que el cabeza de la familia Grimaldi se está dejando la piel para defender su trono: según el ranking elaborado por la página web especializada Ufo No More, es el royal que más trabajó en 2024. En total, trabajó 208 días, 39 más que en 2023.
A lo largo de todo el mes de junio, los príncipes Alberto y Charlène han tratado de volver a ofrecer la imagen de matrimonio feliz que casi todo el mundo pone en duda, casi desde el mismo día de su boda. Enfrente tenían una pareja modélica, la de Carolina de Mónaco y Stéfano Casiraghi, que además terminó en tragedia (por el fallecimiento de él en un accidente náutico). Difícil competir con una hermana así, sobre todo si, como Carolina, desea tantísimo encarnar el papel de perfecta princesa. De hecho, mantiene el título de princesa de Hannover a pesar de haberse separado del príncipe Ernesto en 2009.
No es que algún nubarrón no haya cruzado también el cielo de la princesa Carolina: ha llamado la atención que se haya desentendido tan claramente del estado de salud de su ex, a pesar de seguir llevando el título de consorte que obtuvo con su matrimonio. Un matrimonio, insistimos, que solo es válido ante la ley, no en el corazón de sus cónyuges y sus familias. Como contrapartida, todo el mundo ha podido ver cómo su adicción al alcohol hace que la convivencia con Ernesto sea, digámoslo con un eufemismo, complicada.
Otro detalle significativo: aunque en los famosos papeles de Claude Palmero aparece un pago desmesurado a Estefanía de Mónaco, la tercera y rebelde Grimaldi, el nombre de Carolina no ha salido a relucir en ningún lado. Como si la princesa de Hannover hubiera querido mantenerse totalmente al margen del destino financiero de su hermano, sentado en el trono de Mónaco solo por ser hombre. Ese es el quid de la cuestión: Carolina podría haber sido jefa del Estado de Mónaco si no se lo hubiera impedido la machista ley que da preferencia a los varones en la sucesión.
La situación nos es muy familiar en España, donde la infanta Elena podría haber reinado en vez del rey Felipe, si no se le hubiera dado preferencia. Aquí, sin embargo, no se han dado tantos rumores acerca de la idoneidad de ella frente a él, como está sucediendo en Mónaco. ¿Podría darse el caso de que Carolina pudiera o tuviera que sustituir a Alberto en el trono del Principado? Difícil. La línea de sucesión es clara allí tanto como en España: tras el príncipe viene su hijo Jacques. Como aquí, la siguiente será la princesa Leonor. Eso es ya inamovible.