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Cómo entrar en el Corviglia, el súper exclusivo club de esquí para millonarios y royals al que solo Carolina de Mónaco, los Casiraghi, Marie-Chantal Miller y sus amigos tienen acceso

Para entrar en el Corviglia Club hace falta algo más que dinero: un estatus y un glamour solo al alcance de unos pocos.

Carolina de Mónaco y su padre el príncipe Rainiero esquiando en los alpes en una imagen vintage getty images

Existe un lugar en Sant Moritz, ese enclave en los Alpes al que el común de los mortales no puede ir a esquiar ni en sueños, en el que ni siquiera los más ricos y famosos pueden entrar. Y estamos hablando de gente que se desplaza en jet privado, llega en Bentley a su hotel, invierte un mes de su vida en pasar unas vacaciones de invierno comiendo en restaurantes con estrella Michelín y cuando se aburren se van de compras a Gucci. Es el Corviglia Ski Club, un club de esqui tan elitista como snob al que solo pueden acceder sus escasos miembros (de 130 a 150, depende de las fuentes) y cuya a-list incluye a lo más granado de la realeza europea y las grandes fortunas internacionales, Grimaldis, la prole royal de Marie-Chantal Miller y las grandes fortunas griegas a la cabeza .

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El espíritu bajo el que se fundó el Corviglia Club en 1930 lo resumió perfectamente el multimillonario Freddy Heineken, que lo mismo se codeaba en bermudas con Grace Kelly y Rainiero en Mónaco como que despreciaba al resto de ricos del mundo. Heineken y el demás socios del club tenían claro que en el Corviglia Club siempre estaría muy reservado el derecho de admisión: «no queremos ver rubias oxigenadas con moreno falso ni hombres con calcetines blancos por aquí».

En el ya de por sí privilegiado St. Moritz, el centro turístico invernal por antonomasia para los royals europeos desde hace 150 años, hace ya 90 que surgió este exclusivo club en el que lo más importante no es esquiar bien (y ni siquiera ser rico) sino tener el pedigrí social adecuado: a él solo se ingresa por invitación, por eso es tan extraño que alguien como Kate Moss pueda acudir a sus fiestas (gracias a que su rico novio Nikolai von Bismarck sí es socio), pero que apenas haya nuevas fortunas con dinero fresco en él. Ubicado en el valle de Engadin, en el sur de Suiza, St. Moritz irradia el glamour de la vieja escuela, ¿y acaso hay algo más vieja escuela que reservarse el derecho de admisión (y mirar por encima del hombro a los demás)?

Este fin de semana, precisamente, los miembros del Corviglia han sido invitados a un evento espectacular y exclusivo del que solo hemos podido avistar lo que nos han dejado ver: el desfile de famosos que han acudido a él y les ha dado la gana participar en las pruebas de esquí matutinas. Por allí han desfilado Andrea Casiraghi del brazo de su mujer Tatiana Santo Domingo y con su hermano Pierre; la princesa Olympia de Grecia, que incluso compitió en las pruebas matutinas observada de cerca por Pablo de Grecia y Marie-Chantal Miller y el príncipe Eduardo de Inglaterra, conde de Wessex.

De Ernesto de Hannover, que también se sabe que es miembro del club, no hubo ni rastro (prefirió ir a Arco con su novia española), pero lo que sí se apreciaba era la presencia de sagas familiares de las de dinero de toda la vida, como los Agnelli y los Niarchos, representados por la imponente Eugenie Niarchos.

En la actualidad el príncipe Augusto Ruffo di Calabria, sobrino de Paola de Bélgica es el encargado de presidir el club y de lidiar con sus «escándalos» que no provienen de celebrar fiestas con la que está cayendo sino en hechos tan graves como los acaecidos en febrero del pasado año. En 2021 alguien rompió la sacrosanta discreción del Corviglia Ski Club y filtró un email (en el que parecían las direcciones personales del resto de miembros) ridiculizando a un financiero británico por haber aportado un donativo de tan solo 800 libras (unos 950 euros) durante el cierre del club por la pandemia.

El anónimo asaltante que firmó con el seudónimo «la espada de la verdad» y compartió el mail con todo el listado de miembros vitalicios del club como «venganza» porque el financiero se equivocó al enviar su respuesta al email de recaudación de fondos e hizo saber a todos los incluidos al correo electrónico la cuantía de su donativo.

A «la espada de la verdad» no le debió parecer bien ni que le molestaran, ni que se filtrara su dirección de correo real, ni que ofreciera tan poco dinero (que se iba a destinar al personal del club) y contestó: «¡Qué generoso! Esta cantidad es mucho mayor que los cinco años anteriores de propinas. Qué amable eres al comunicar a todos y cada uno de los miembros vitalicios tu extraordinaria generosidad. Tu acto desinteresado es aún más notable si tienes en cuenta que todos pensamos que no eras bienvenido al club de todos modos». Por lo visto el financiero además de poco generoso debe tener un armario hasta los topes de calcetines blancos, dudamos que lo hayan invitado a la fiesta de este fin de semana.