Grace Kelly no fue feliz como princesa de Mónaco: de su compleja relación con sus hijos Carolina, Alberto y Estefanía, a la tragedia de su terrible final (con maldición incluida)

Este verano se cumplirán casi cuarenta años de la muerte de Grace Kelly, y la esposa del príncipe Rainiero y madre de Carolina, Alberto y Estefanía de Mónaco sigue siendo el icono absoluto del principado. Pero, ¿se adaptó de verdad a su papel? ¿Fue realmente feliz como princesa y como esposa? ¿Fue Mónaco su prisión dorada?

Si quieres saber cómo fue la relación de Grace Kelly con sus tres hijos, Alberto, Carolina y Estefanía de Mónaco, pincha en la foto./gtres

Si quieres saber cómo fue la relación de Grace Kelly con sus tres hijos, Alberto, Carolina y Estefanía de Mónaco, pincha en la foto. / gtres

Elena Castelló
ELENA CASTELLÓ

Cuando alguien toma una decisión como la que tomó Grace Kelly, de abandonarlo todo, su propia fortuna incluida, por casarse con un príncipe europeo debe haber poderosas razones detrás. Pero eso fue lo que pasó: en 1956, a la edad de 27 años, Grace Kelly cambió su vida de forma radical. En ese momento deja su carrera, sus amantes y su libertad de mujer americana, para unir su destino con el del príncipe Rainiero de Mónaco, un hombre más bien gris, y convertirse en la esforzada madre de tres príncipes monegascos: la princesa Carolina, el príncipe hededero Alberto y la pequeña del clan, Estefanía. Pero algo bueno llegó de esa decisión además de sus hijos: aún hoy hay quién busca rastros de su glamour en las nuevas incoporaciones de los Grimaldi, como Beatrice Borromeo, o en la afición de sus nietas por la moda, como Pauline Ducruet.

Los directivos de Metro Goldwyn Mayer suspiraban al ver partir a la mayor actriz de Hollywood de la época que abandonaba Hollywood a la conquista de un territorio con un tamaño menor que sus propios estudios. En aquella época Grace Kelly reina en la taquilla y ha ganado el Oscar a la mejor actriz en 1955 por «La angustia de vivir». «¿Qué más quiere?», se preguntan. ¿Una corona? ¿Convertir lo que pasaba en la pantalla en su vida real? ¿O quizás dar la espalda a lo grande a ese padre que nunca creyó en ella?

Con el tiempo, sus hijos fueron el mayor consuelo y refugio de Grace Kelly desde que se convirtió en princesa de Mónaco. / gtres

La vida de Grace Kelly antes y después de Mónaco

Grace Kelly se pliega al papel que se espera de ella, aunque aprende con dificultad la lengua francesa y las reglas del protocolo. Poco a poco se convierte en princesa. Pero la euforia de los primeros meses va dando paso al desencanto. Grace se sintió prisionera del papel que el principado exigía de ella y demasiado lejos de sus familiares y amigos. Durante años, caía en la melancolía si las llamadas no eran de Estados Unidos. Nunca fue verdaderamente feliz, explica en su biografía «Una princesa desilusionada», Joanna Spencer, sobrina de la princesa.

Quizá uno de los problemas fuera que la relación de Grace Kelly con el príncipe Rainiero tuvo mucho más de arreglo que de romance. A mediados de los años cincuenta, el turismo decae en Mónaco y el futuro de la dinastía es incierto. El plan es atraer a los ricos turistas norteamericanos. Aristóteles Onassis, entonces amigo cercano del príncipe y miembro influyente del principado, sugirió que conociera (e intentara casarse) con una actriz estadounidense. ¿Marilyn Monroe o Grace Kelly? El príncipe no duda y considera esta segunda opción la más adecuada. El príncipe tenía un objetivo. Pero, ¿cuál tenía la actriz?

La boda de Grace Kelly con el príncipe de Mónaco parecía un sueño hecho realidad y fue retransmitida por televisión. / gtres

Grace conoció al príncipe el 6 de mayo de 1955, durante el Festival de Cannes, donde la actriz había acudido para presentar «Crimen perfecto». El encuentro lo organiza Pierre Galante, reportero de Paris Match. Por medio del padre J.Francis Tucker, confesor del príncipe, Raniero consigue ser invitado por la familia Kelly.

El compromiso de boda llega antes del año, se anuncia el 6 de enero de 1956. La boda de Grace con su príncipe duró tres días y la vieron 30 millones de personas en la televisión. El estrés del momento se refleja en el rostro de la actriz, muy bella con su maravilloso diseño de Helen Rose, pero pálida y ojerosa, extremadamente delgada.

Pero cuando embarcó en el buque Constitución para atravesar el Atlántico y llegar a Mónaco, donde la esperaba su príncipe, ella no tenía la intención de renunciar a todo, explicaba la revista «Le point», en el treinta aniversario de su muerte. Estados Unidos no está tan lejos, piensa, su aura de estrella se mantiene intacta y su boda fue una película filmada con un despliegue propio de los grandes estudios.

Grace Kelly era la actriz más importante del momento cuando se casó con el príncipe Rainiero, hasta tenía ya un Oscar. / gtres

Su contrato con la Metro no ha terminado. Y, por su mente pasa la idea de rodar una película en un futuro no muy lejano. Hay un proyecto protagonizado por James Stewart sobre la mesa. Raniero y Grace se conocen poco, ella cree que podrá convencer al príncipe. Pero Rainiero lo tuvo claro desde el principio: «¡Nada de cine!»

La soledad de Grace Kelly en el principado

Sus amigos vienen a visitarla, Mónaco es el centro de la jet set internacional. Grace nunca rompió los lazos con Frank Sinatra y Cary de Grant, su gran compañero en la pantalla. Y se mantendrá fiel a sus hábitos estadounidenses. Importaba cajas enteras de productos, desde mermelada a jamón, pasando por medias de nylon, vitaminas y bourbon de Kentucky, la bebida preferida de Rainiero.

Vídeo. Los hijos secretos de Alberto de Mónaco: Jazmin Grace y Alexandre Grimaldi

En 1962, hizo, sin embargo, un nuevo intento de retomar su carrera. Hitchcock estaba pensando en ella para el papel de Marnie, en «Marnie la ladrona». Rainiero no se opuso, pero la presión mediática fue muy fuerte y el príncipe temió la reacción de los monegascos. El papel acabará finalmente en manos de Tippi Hedren.

En una entrevista a Paris-Match, Rainiero reconoció, muchos años después, que ella echaba mucho de menos la pantalla. La princesa se sintió encerrada en un decorado y su sensación de soledad aumentó. Ella no comparte con Rainiero su pasión por la caza o por los coches antiguos, aunque acompañará siempre al Príncipe por su sentido del deber.

Con el tiempo, la princesa Grace construyó su pequeño reino privado en el corazón de Mónaco, cuyo centro de gravedad era la educación de sus hijos, su gran felicidad y su alegría de vivir. De las doscientas habitaciones que cuenta el palacio solo se siente como en casa en cinco de ellas. Se refugia en Roc Agel, la casa familiar situada en las alturas de Mónaco, para huir de los paparazzi, pero también del protocolo. Allí disfruta de su pasatiempo favorito, la jardinería, de su afición por los herbarios y cocina pollo frito a la americana. El Baile de la Rosa y el de la Cruz Roja consumen su energía. Pero dicen que no dejó ni una vez de enviar su voto a la academia de cine cuando se celebraban los Oscars.

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