Un inesperado testamento
Un inesperado testamento
Cuando este pasado mes de julio se hacían públicas las cuentas de la Casa Real, se confirmaba que ni la princesa Leonor ni la infanta Sofía reciben ninguna retribución económica, a pesar de que ambas son ya mayores de edad y han representado a la Corona en actos oficiales. Y ahora acabamos de conocer que las dos hijas de los reyes Felipe y Letizia tampoco recibirán la parte que les correspondía de la herencia millonaria del palacete Balada en Menorca.
La historia de esta curiosa y poco conocida herencia comenzaba en 2010, unos meses después del fallecimiento del inversor y empresario menorquín Juan Ignacio Balada Llabrés. Soltero y sin hijos y pese a no haberles conocido nunca en persona, este había decidido en sus últimas voluntades designar como herederos universales de su considerable fortuna a los entonces todavía príncipes de Asturias y a los ocho nietos de los ahora reyes eméritos.
Para hacer más rocambolesco aún su testamento, también estaba estipulado que si la Familia Real renunciaba a recibir su legado, este iría a parar al Estado de Israel. Ahora, quince años después de su testamento, acabamos de conocer que tanto la princesa Leonor como la infanta Sofía han donado la parte que les correspondía recibir de la herencia. Se desconoce aún qué decisión han tomado al respecto sus seis primos, los hijos de la infanta Elena y la infanta Cristina.
El legado del empresario menorquín estaba valorado en unos 10 millones de euros e incluía varios bienes inmuebles, que dos años después de su muerte fueron tasados finalmente en 1.647.898,64 euros. En el testamento, Balada dividió su fortuna en dos mitades, una de las cuales donaba a la Familia Real. La otra, según su expreso deseo, debía servir para que el actual monarca constituyera una fundación para abordar asuntos de interés general.
Sus deseos se cumplieron con la creación de la Fundación Hesperia, que asumió la propietaria de todos los inmuebles, salvo el palacete de Balada, que iría destinada a los nietos de los eméritos. En su día, los príncipes de Asturias ya habían donado a esta fundación todos sus derechos hereditarios, como acaban de hacer también ahora sus hijas, una vez ambas han alcanzado la mayoría de edad. El dinero se ha destinado desde entonces a financiar proyectos sociales y de apoyo a la juventud.
¿Y a cuánto asciende la cantidad a la que han renunciado la heredera al trono y su hermana pequeña? En su momento se publicó que la partición de los bienes inmuebles de la herencia les adjudicaba la propiedad común del domicilio de Balada en Ciutadella y 12.092 euros a cada uno, a los que se habría que añadir un total de 27.295 euros para cada primo de Leonor, procedentes de la extinción de la sociedad Adalab.
El patrimonio de Juan Ignacio Balada Llabrés estaba compuesto por fincas rústicas y urbanas, una farmacia histórica, valores inmobiliarios e inversiones en Bolsa y constituyó en su día la mayor fortuna personal de Ciutadella. Pero en él destacaba sobre todo el palacete de Balada, la residencia habitual del empresario, que está ubicado en la calle Juan de Borbón y fue construido a finales de los años 90 del pasado siglo.
Cerrada desde la muerte de Balada, la vivienda consta de unos 555 metros cuadrados y tiene un solar anexo. Llegó a estar a la venta por 1,5 millones de euros, pero no encontró comprador. Entre tanto, el palacete también ha tenido su dosis de polémica: el ayuntamiento de la ciudad lleva años solicitando, sin éxito, la cesión del edificio para fines comunitarios.
A la espera de conocer el futuro del palacete, ahora ha sido la Zarzuela, mediante una carta remitida al Consistorio, la que ha informado sobre la decisión de las hijas de los reyes Felipe y Letizia. «Me complace significar que sus altezas reales, la princesa de Asturias y la infanta doña Sofía han donado a la Fundación Hesperia sus cuotas de participación», se puede leer en la misiva. Queda por ver si esta decisión afecta o no al futuro uso del edificio en la ciudad.