Cosas que nunca te dije
Crear una cuenta
Iniciar sesiónCosas que nunca te dije
Desde las páginas del papel couché, la reina Máxima, consorte del soberano de los Países Bajos y madre de tres princesas, es la protagonista de un cuento de hadas, una auténtica Cenicienta argentina. De su pasado urbanita en Nueva York a su encontronazo en la feria de Sevilla con un rubio de extraño acento que bailaba fatal, todo parece perfecto en la historia de Guillermo de los Países Bajos y Máxima Zorreguieta. Pero no es oro todo lo que reluce.
Para convertirse en reina. Máxima Zorreguieta ha tenido que «perdonar» las meteduras de pata de su esposo durante su complejo noviazgo. Algunas estúpidas, otras dolorosas y las hay que incluso forman parte de los archivos de televisión.
Para comenzar por algún lado, recordemos que Máxima no entró con buen pie en la corte holandesa y que, de hecho, mientras el príncipe estaba emocionado con ella, la argentina prefería tomarse las cosas con más calma.
Desconfiaba de las intenciones del royal, mentía a sus padres sobre su novio secreto y no se fiaba de que aquello fuera a durar. Cuentan que entre otros múltiples ultimatums, Máxima le planteó a su majestad la primera condición para estar juntos: que dejara de beber. «Es que desayunaba con whisky», llegó a declarar años después la prima hermana de la actual reina holandesa, Solange Boig.
Aceptado el dejar atrás el apodo de Prins Pils (príncipe de la cerveza) que se había ganado, por lo visto, a pulso, Guillermo de Orange hizo examen de conciencia. Fue el primer paso en el camino de su historia de amor, pero en esa misma historia ha tenido unos cuantos tropiezos.
El noviazgo de Máxima y Guillermo de Holanda fue, como la propia argentina definió, un par de años trepidantes. La presión mediática sobre la pareja era increíble y le hacía plantearse a Máxima si no se había equivocado al cambiar América por Europa ante el nivel de escrutinio al que se veía sometida.
Guillermo, por su parte, escogió un mal momento para meter la pata y falló a su novia estresada en el peor momento. Cuando Máxima recibía más críticas que nunca y la presión mediática empezó a hacer mella en su carácter, el príncipe heredero decidió que lo que necesitaba la argentina era dejarla sola en un país desconocido y a merced de los paparazzi. Y así lo hizo.
Desafortunadamente Máxima estaba interna en el Instituto Ceran en Bélgica recibiendo un intensivo de perfeccionamiento del holandés cuando aparecieron en las portadas de la revistas holandesas unas imágenes muy interesantes: las del príncipe Guillermo reunido con su ex, Emily Bremers. No hacía falta saber mucho holandés para desentrañar el contenido de las publicaciones.
El recibimiento de Máxima a Guillermo en el aeropuerto belga tras aquella incursión en la prensa sensacionalista no fue agradable para el príncipe: le montó una buena discusión en la sala VIP en la que le echó en cara los sacrificios que ella estaba haciendo.
Al royal no le debió de quedar claro el mensaje, porque volvió a repetir la jugada a finales de año y volvió a verse a «escondidas» con Emily. Esta vez Máxima le abandonó con la excusa de pasar las vacaciones de Navidad con su familia en Argentina. Él se presentó en Navidad por sorpresa con un anillo de diamantes y una disculpa. Veintiún días después, le pidió matrimonio en el estanque del palacio Huis ten Bosch.
La noticia del compromiso real entre Máxima y el príncipe Guillermo no pilló a nadie desprevenido: antes de aquel día la pareja ya llevaba un largo trecho recorrido delante de las cámaras y entre las bambalinas del poder. ¿El motivo? El padre de la novia, Jorge Zorreguieta, que ostentó un alto cargo durante el gobierno del dictador argentino Videla.
Como consecuencia de la determinación del príncipe heredero de emparentar con una familia plebeya que manejaba semejante bagaje político, Máxima Zorreguieta tuvo que soportar numerosas situaciones bochornosas que le hicieron plantearse si no había aprendido holandés para nada. Como la del 19 de enero de 2001, cuando la madre del novio, la reina Beatriz, convocó al primer ministro holandés Wim Kok, el ministro de Estado, Max van der Stoel y a la pareja de enamorados para debatir si iban a acabar con la monarquía entre los dos o no.
A la fiesta de vapuleo de la familia de la futura reina también acudió el investigador Michiel Baud, el hombre que recibió el encargo de investigar al padre de Máxima por orden del ministro, conocimientos que volcó en un documento titulado «antecedentes históricos y contexto de las funciones políticas que cumplió Jorge Zorreguieta en la Argentina bajo el gobierno de la junta militar».
En él definía a Jorge Zorreguieta como un tecnócrata «trágico» y «equivocado» y recordaba a los presentes que seis años después de que cayera la dictadura la madre de Máxima aún expresaba su apoyo en público y por escrito al dictador. De aquella reunión Máxima salió llorando.
Para agravar aún más la situación el 7 de marzo de 2001 el príncipe Guillermo decidió defender la «honra» de su familia política hablando con la prensa en Nueva York. Afirmó que todas aquellas críticas eran injustificadas y que la propia prensa argentina había publicado una carta en la que se eximía de cualquier responsabilidad sobre los crímenes de la dictadura a Jorge Zorreguieta. Pero la carta era falsa y el escándalo aumentó.
La situación se zanjó de la forma más dolorosa posible para Máxima: teniendo que explicarle a su padre personalmente que efectivamente se iba a casar con el príncipe europeo, pero que él no podía asistir a la boda. «Como hija, encuentro terrible que mi padre no esté presente en mi boda», declaró Máxima en la conferencia de prensa antes de su enlace.
Su única revancha tras aquel amargo momento fue que en 30 de marzo de 2001, después de que su futuro esposo diera un largo discurso en la rueda de prensa de su compromiso sobre todo lo que le enamoró de ella, ella recordó el incidente con su familia y dijo en un perfecto holandés: «Fuiste un poco estúpido».
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.