La tragedia silenciosa de la familia real griega: el fallecimiento repentino de la reina Federica que pilló a su hija Sofía de vacaciones

Es probablemente la circunstancia más trágica a la que se ha tenido que enfrentar al reina Sofía. Estaba de vacaciones, esquiando en Baqueira, cuando su madre, Federica de Grecia, falleció.

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Elena de los Ríos
ELENA DE LOS RÍOS

Nació para vivir una vida de privilegio, pero no se puede decir que la biografía de la reina Sofía esté exenta de circunstancias difíciles, algunas trágicas como la que nos ocupa aquí. Su historia familiar da cuenta de una familia real a la fuga, la de Grecia, y otra coge las riendas de una nueva etapa democrática, la española. Y, sobre todo, de un pesar que la acompaña desde 1981: el repentino fallecimiento de su madre, Federica de Hannover.

La relación entre la reina Federica y su hija Sofía estuvo marcada por el favoritismo de esta hacia su hermano Constantino, el futuro rey. Aquello se tomaba con naturalidad, y de hecho Sofía replicó esa misma atención especial a su hijo Felipe, heredero al trono. La reina emérita experimentó las particularidades de no ser ni la mayor ni la pequeña de la familia: no hubo favoritismos para ella.

Las circunstancias históricas cargaron de gravedad la situación de la familia real griega y la relación entre sus miembros. Con dos años y medio, en la primavera de 1941, Sofía de Grecia conoció la experiencia del exilio debido a la invasión de Atenas por las tropas nazis. En los siguientes cinco años y medio viviría en 11 casas en Creta, Alejandría, Ciudad del Cabo… A la vuelta, toda la familia se centró en la reconstrucción del país.

En cuanto tuvo edad, la reina Sofía comenzó su recorrido por distintos internados y colegios donde formarse como princesa de Grecia. Su compromiso con don Juan Carlos, entonces príncipe Borbón español a la espera de trono, fue todo un triunfo de la reina Federica. Al final, no solo lograría ver a su hijo mayor en el trono de Grecia y también a Sofía como reina consorte en España.

Federica de Hannover y Sofía de Grecia estrecharon muchísimo su relación en cuanto Juan Carlos I llegó al trono por una sencilla razón: la madre de la reina emérita, que vivía entonces exiliada en India junto a su hija pequeña Irene, decide trasladarse al palacio de la Zarzuela para acompañar discretamente a su hija en su nuevo papel de reina. Tan discretamente, que ni asistió a la proclamación de su yerno.

La invisibilidad de Federica de Hannover tenía una explicación estratégica: la madre de la reina no aparecía públicamente junto a la familia real por la mala reputación que arrastraba desde que la opinión pública de su país la tachara de manipuladora y artera. En la biografía que escribió Pilar Urbano, la reina le contó que temía que su fama de intrigante perjudicara, además de a su hijo el rey Constantino, al nuevo rey de España.

«Decían que le gustaban las intrigas, que manejaba los hilos por detrás. No era cierto. Tenía un carácter fuerte, era muy vivaz, muy inquieta, pero no mangoneaba a su hijo», cuenta la reina Sofía en el libro de Pilar Urbano. «¿Que era muy política? ¡Pues igual que yo! A mí me encanta la política. También lo podrían decir de mí si tuviera la desgracia de quedarme viuda y mi hijo Felipe reinase».

Aunque no se la viera, la reina Federica vivía con los reyes y con sus nietos en Zarzuela largas temporadas. Ella e Irene iban y venían de Madrid a Madras, donde llevaban una vida sencilla y volcada en el budismo. Han trascendido los frecuentes agarrones que la reina griega tenía con el rey Juan Carlos, debido al fuerte carácter de ambos.

¿Cómo se llevaban la reina Federica y don Juan Carlos?

«Federica podía parecer extravagante y estrambótica, pero no lo era. Ni entrometida ni mandona. Daba esa imagen, pero no. Tenía un carácter fuerte y un corazón de oro», le confesó el rey Juan Carlos I a Pilar Eyre, en uno de los libros que le dedicó al monarca. A Pilar Urbano le dijo de ella: «Tuvimos nuestras agarradas. ¡Ya lo creo! Pero nos llevábamos muy bien, precisamente por eso: porque nos cantábamos las cuarenta. Ella a mí y yo a ella. Yo le decía las cosas claras. ¡Y ojo!, ¡Nos teníamos un respeto enorme!».

El apoyo de Federica de Hannover fue clave para la reina Sofía en un momento durísimo: cuando advirtió las deslealtades del rey Juan Carlos y huyó a la India con el corazón roto y el deseo de divorciarse. Fue su madre la que la convenció para no abandonar ni el matrimonio ni su papel institucional. Por eso, no estar a su lado en el momento trágico de su muerte fue un mazazo para ella. Todo sucedió en febrero de 1981, con la familia real de vacaciones en Baqueira Beret, donde acostumbraban a esquiar cada año.

En esa misma fecha, Federica de Grecia decidió someterse a una blefaroplastia en una clínica madrileña, una intervención de cirugía estética sencilla que no preocupó a nadie. Desafortunadamente, mientras se recuperaba de la anestesia le sobrevino un infarto masivo que no pudo superar. Solo tenía 63 años. La reina Sofía fue la única que volvió a palacio para velar a su madre. «Cuando entró en la salita donde se encontraba el cadáver, quiso hacerlo sola, cerró la puerta y, durante todo el tiempo que permaneció junto a su madre, el personal la oyó llorar desconsoladamente», contó Jaime Peñafiel.

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