Demencia senil o Trastorno Obsesivo Compulsivo: por qué los ataques de ira de Carlos III no son solo manías, sino síntomas de una enfermedad

Carlos III ha sufrido ataques de rabia, como arrancar un lavabo para encontrar un gemelo. Desde el punto de vista psicológico, la respuesta desmedida y a las manías del monarca pueden ser señales de un trastorno

El rey británico Carlos III sonríe con un bolígrafo en la mano./gtres

El rey británico Carlos III sonríe con un bolígrafo en la mano. / gtres

Claudia Vila
CLAUDIA VILA

Carlos III es incapaz de controlar sus ataques de ira. Estas semanas ya ha protagonizado dos escenas evidentes que fueron televisadas, pero la falta de autocontrol es reincidente en su carrera. Esa actitud es la que ha desmarcado al soberano, que ha llegado al trono a sus 73 años, del carácter imperturbable de la recién fallecida reina Isabel II. En cambio, su hijo Guillermo sigue sus pasos, estalla en ataques de rabia. Esta respuesta ante pequeños inconvenientes despierta dudas: ¿Son un rasgo de su personalidad, un indicio de una demencia senil o síntomas de un Transporno Obsesivo Compulsivo (TOC)?

Para la psicóloga clínica y profesora en la Universidad Francisco de Vitoria Inés Bárcenas, perder los papeles por algo nimio puede ser indicativo de cansancio, de tener que procesar la muerte de su madre o de inquietud por tener que tomar las riendas.

«Esa dificultad a la hora de gestionar los impulsos puede estar relacionada con la necesidad de limpieza, orden y control», apunta la experta en psicoanálisis relacional, terapia humanista y análisis existencial, quien insiste en que sin unas sesiones, sus conclusiones son una aproximación.

No obstante, y a pesar de la opacidad que puede transmitir la realeza, se conocen varios episodios que prueban el mal humor de Carlos III. Además de alterarse porque no tenía espacio para escribir en la mesa y porque se manchó de tinta, –unos detalles que le sacaron de sus casillas y le hicieron gritar ante la estupefacción de su mujer, Camila Parker–, en 1995, Ken Stronach, un antiguo ayudante de cámara del entonces príncipe, reveló algunos de los altibajos del monarca a la prensa británica.

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Por ejemplo, que al hijo de Felipe de Edimburgo se le cayó uno de sus gemelos al lavabo de su baño y arrancó el mueble de la pared del aseo para tratar de recuperar el accesorio. El ayudante percibió la poca capacidad del entonces heredero de controlar sus emociones, hasta el punto de que, movido por un enfado, llegó a agarrarle por el cuello. Stronach tuvo que esconderse en un armario de la lencería esperando a que el príncipe se calmara, según recuerda.

A los arrebatos se le suma la poca tolerancia a las críticas. Carlos de Inglaterra, a pesar de su exposición mediática, no soporta escuchar las opiniones negativas sobre su persona o su familia. Uno de sus biógrafos, Tom Bower, publicó en 2018 que, por esas noticias, ha llegado a arrojar objetos a la radio.

Los peores ataques de ira de Carlos III

De hecho, su libro El príncipe rebelde relata que lanzó un plato al suelo al escuchar los resultados obtenidos en una encuesta sobre su popularidad entre el pueblo británico. Ya es el personaje de la casa real peor valorado, según la encuesta IPSOS: en mayo de 2022 solo contaba con el 14% de aprobación, frente al 28% de su hijo Guillermo o el 32% de su nuera Kate.

La opinión pública se ha visto perjudicada por sus manías y actitudes, como su desliz en 2005, cuando reaccionó de manera exagerada a un encuentro con la prensa en sus vacaciones. «Odio hacer esto. Maldita gente», se le escuchó decir a sus hijos veinteañeros en la estación de esquí de Klosters, en Suiza. «No aguanto a ese hombre, es horrible», añadió sobre el corresponsal de la BBC.

Sus particularidades también se evidencian con pormenores como que, hasta hace poco, no sabía lo que era el envoltorio transparente para la comida. No solo eso, montó un espectáculo al ver el material. Dio un grito de asco. «Es papel film, querido», le tuvo que tranquilizar Camilla Parker.

Ante estos detalles, Bárcenas descarta una demencia senil y un trastorno neurocognitivo mayor. «Es cierto que al principio de la demencia puede haber desregulación, pérdida de habilidades sociales o de memoria, pero en ese caso no podría dar esos discursos y mostraría una gran desorientación», comenta sobre la necesidad de fijarse en otros signos, como la tendencia a la depresión. «Desde luego no parece que tenga demencia senil», reitera.

El retrato de los biógrafos y allegados hace que la psicóloga se decante por el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC). «Su comportamiento es bastante exagerado, no es capaz ni de controlarse en su coronación». La especialista hace hincapié en la diferencia entre el TOC y el Síndrome Hubris, un trastorno que padecen las personas poderosas y que está relacionado con el exceso y excentricidades de divas y personajes reconocidos.

«En este caso son actitudes muy concretas. Suenan a raíz obsesiva un poco de libro», agrega. ¿Y la solución? «No hay manera de revertirlo. Se puede moldear y trabajar esas formas desadaptativas, pero no se puede cambiar su personalidad».

Síntomas de que Carlos III sufre Trastorno Obsesivo Compulsivo

La línea entre rarezas y el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) puede llegar a difuminarse. En el caso de Carlos III, y según el documental Serving the Royals: Inside the Firm, de Amazon, sus extravagancias son de todo tipo. Duerme con las ventanas abiertas sin importarle el frío que haga fuera, su pijama se plancha todas las mañanas.

También le planchan los cordones de los zapatos; el tapón del baño tiene que estar en en una determinada posición y la temperatura ha de ser tibia, con la bañera medio llena. Y son sus ayudantes los que tienen que poner la pasta de dientes en su cepillo, ya que siente un enorme rechazo a tocar el dentífrico.

Su rutina cuenta con detalles medidos desde primera hora, como las dos ciruelas de su desayuno: una se la come y la otra vuelve todos los días a la cocina. Lo asegura Darren McGrady, que fue chef de la Casa Real británica durante muchos años. «Una mañana pensé en ponerle solo una. La envié al comedor, me mandó a llamar y me preguntó: '¿Tienes dos, por favor?'. Así que tuve que seguir enviándole dos cada mañana y me devolvía una», explica McGrady.

Las exigencias llegan hasta fuera del palacio, e incluso se extreman. Paul Burrell, el mayordomo de la familia en los 90, enumera la lista de caprichos dentro de su hogar y añade que el monarca viaja con su propia tapa del retrete. Tina Brown, legendaria directora de Vanity Fair Amércia en su libro The Palace Papers añade que Carlos III ha pedido hasta que se traslade su cama, muebles e incluso fotos cuando duerme fuera de palacio.

Una furgoneta tiene esta función un día antes de la visita real. «La única confirmación de su llegada a un acto es el camión con sus pertenencias. Mientras este no aparezca, uno no puede estar tranquilo», señala la autora. Brown rememora que en un viaje a Canadá tuvieron que trasladar una cama ortopédica, el váter y su papel higiénico favorito, el Kleenex Velvet.

El resultado es un personaje ambivalente. A pesar de querer comprender cómo viven los menos afortunados y de su compromiso con el medioambiente (se prohíbe comer carne o pescado en más de un par de comidas por semana), Carlos III cuenta con dos hombres pagados por el Estado que le ayudan a vestirse por la mañana. En el documental The Madness of Prince Charles, el biógrafo real Anthony Holde, cita esta decisión

Su exmayordomo secunda que el actual rey de Inglaterra pide ayuda para insignificancias. «En una ocasión me llamó desde su biblioteca y me dijo: 'Oh, Paul, una carta de la reina parece haber caído en mi papelera, ¿la recogerías?' Tuve que agacharme, sacar la carta y volver a ponerla en su escritorio». Así es Carlos III, quien acaba de heredar 14 jefaturas de Estado de los 53 países entre América y el Caribe, Europa, África y Asia que integran la Commonwealth.

21 de marzo-19 de abril

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