Carlos III, ¿EL enemigo? Hablamos con Sarah Ferguson sobre lo que piensa de los Sussex y nos confiesa por qué sigue apoyando a su ex marido, el polémico príncipe Andrés

Convertida en escritora romántica, la duquesa de York aborda las polémicas de la que fue su casa y aún considera su familia; cree en la inocencia del príncipe Andrés y que Diana estaría orgullosa de Harry.

Retrato de Sarah Ferguson. / violeta sofia

CELIA WALDEN

Si se le pregunta a la duquesa de York cuál fue el mejor consejo que le dio la reina Isabel II, no lo duda un segundo: «Sé tú misma, Sarah. Todo lo que quieren de ti es que seas simplemente tú misma», asegura mientras sonríe con un punto nostálgico. «Es algo que siempre me resultó difícil. Me ha costado mucho lograrlo».

Sorprende escucharla. Siempre ha parecido que esta mujer de 63 años había hecho del «esto es lo que hay» su máxima. Del excéntrico vestido de Lindka Cierach que eligió para casarse con el príncipe Andrés en 1986 a su forma de afrontar el divorcio y la salida de la familia real, sólo seis años después, pasando por su reinvención como escritora, Sarah Ferguson nunca ha dado señales de tener problemas para actuar con naturalidad.

Desde luego, la mujer que tengo enfrente, todavía maquillada para la sesión de fotos, vistiendo una blazer asimétrica en blanco y negro de una firma española, es exactamente lo que esperaría de Fergie; cuando se entera de que la camarera es polaca, le pregunta de dónde en concreto y le habla del viaje que hizo el año pasado a Varsovia como parte del trabajo que realiza con su ONG, Sarah's Trust, para ayudar a los refugiados ucranianos.

La especial relación de Sarah Ferguson y la reina Isabel II

Se entiende enseguida por qué la reina permaneció tan unida a su cercana y entusiasta ex nuera, hasta el punto de confiarle el cuidado de sus perros corgis cuando falleció. «Cuando miro cada día a Muick y Sandy me dan ganas de decirles: «No pasa nada» –reconoce Sarah, bajando la cabeza–. Su Majestad solía darles trocitos de galletas, así que después de almorzar parto una para ellos y procuro que me oigan hacerlo».

La reina Isabel II y Sarah mantuvieron extensas conversaciones mientras paseaban a los perros a lo largo de los años. Al recordarlas, un brillo ilumina los ojos de la duquesa, mientras habla de la capacidad de la monarca para «escuchar y nunca juzgarte». «Era asombrosa su facilidad para poner las cosas en su lugar y resolver el caos. Y seguir adelante, sin perder la sonrisa, superando todo lo que tuvo que afrontar». Entre esas cosas, los divorcios de sus dos hijos mayores de forma casi consecutiva. «Ella lo entendió todo perfectamente. Todo. Ni siquiera lo veía como algo que hubiera que perdonar, sino como circunstancias de la vida. Tenía sentido del deber, pero nunca juzgaba», recuerda ahora.

Foto de la boda de Sarah Ferguson y el príncipe Andrés.

La duquesa confiesa que siempre agradecerá haber disfrutado hasta del último minuto del tiempo de Su Majestad. «Incluido durante estos tres últimos años, en los que [el príncipe Andrés] ha atravesado una etapa tan tumultuosa. Creo que ella apreció especialmente que le apoyase, aunque siempre la admiré y adoré. Para mí fue más una madre que mi propia madre».

Por qué Sarah Ferguson sigue apoyando al príncipe Andrés

Respecto a su exmarido, al preguntarle si lo acaecido en los últimos tres años ha contribuido a acercarla más a su familia, contesta devolviendo una pregunta: «¿Cómo te sentirías si vieras a tu hija cayéndose en el colegio?». Continúa diciendo: «Lo que te sale decirle es: 'Levántate, venga, no ha sido nada'. No quieres verla sufrir. Es triste ser testigo de lo que Andrés ha tenido que soportar. Siempre le apoyaré. Siempre. Porque le quiero».

Ver a la duquesa de York abriéndose tanto nada más arrancar la entrevista resulta desarmante. El encuentro es para hablar de su último libro, 'A most intriguing lady' [Una dama de lo más intrigante], pero dada la manada de elefantes que hay la habitación, desde el acuerdo judicial del príncipe Andrés con Virginia Giuffre, la menor que le denunció por haber abusado de ella, a las consecuencias que han tenido las memorias de príncipe Harry, esperaba encontrarla con la guardia alta.

En una ocasión, un entrevistador dijo de la duquesa que, más que ir con el corazón en la mano, toda ella era un corazón de la cabeza a los pies. Le gustó esa descripción, recuerda. Pese a los problemas que le ha causado a lo largo de los años, se niega a cerrarse a los demás. Su sinceridad es contagiosa y –da igual sen el estudio durante las fotos o en un restaurante–, la gente se siente instintivamente segura con Fergie y comparten confidencias con ella de inmediato.

En cuestión de minutos, la duquesa de York reparte abrazos, envía mensajes de ánimo a parientes enfermos y comparte mantras y consejos para la vida con personas a las que conoce desde hace solo unos minutos. «Soy así, no puedo evitarlo», explica. Al igual que la heroína de su nueva novela, Lady Mary, Ferguson es muy observadora y le fascina la gente. Inspirada por su tía bisabuela, lady Mary Montagu Douglas Scott, la protagonista del libro forma un improbable tándem con el apuesto coronel Walter Trefusis, del que acaba enamorada, para resolver un crimen.

La literatura romántica parece el género natural para una mujer que siempre prefirió refugiarse en el escapismo sentimental de este tipo de historias. «Es por esa seguridad de encontrar una historia que te hará sentir bien. Me encanta todo lo que suponga una celebración, adoro el romance y cualquier cosa que me haga estar alegre», exclama. Y, de repente, frunce el ceño sin poder dejar escapar una sonrisa: « Me tomo la alegría muy en serio».

Sarah y Andres presentan a su hija. / gtres

El éxito de su anterior libro a ambos lados del Atlántico le pilló absolutamente por sorpresa. «Estoy muy orgullosa de esta nueva aventura como novelista, a mis 60 años. Es como si mi vida estuviera comenzando otra vez», asegura. La duquesa admite que se encuentra «en conversaciones con una cadena norteamericana para realizar una serie que adapte sus dos novelas». Aunque no aporta más datos y devuelve una mirada misteriosa: «Realmente, es muy emocionante, ¿sabes? Quise escribir novela romántica durante más de 20 años y nunca renuncié a mi sueño».

Sueños, un divorcio ejemplar y trastornos alimenticios

Hay una cita del actor Sidney Poitier con la que Ferguson siempre se ha identificado: «Es complicado cargar con los sueños de los demás. Tienes que aferrarte al que llevas dentro y asegurarte de serle fiel. Eso es lo único que importa». Puede asumirse que es una referencia a todo el equipaje que conlleva casarse con un miembro de la familia real británica. Una carga de la que no se liberó tras su divorcio.

Sarah podría enseñar un par de cosas a Gwyneth Paltrow sobre «separación consciente». Da igual lo que cada uno opine de la lealtad de Ferguson a su exmarido, con quien aún comparte residencia cuando está en Reino Unido. Lo innegable es que ha logrado una hazaña: un divorcio amistoso. «La clave es que nos entendemos asombrosamente bien. Siempre ha sido así. Además, ambos detestamos los enfrentamientos», explica.

Quiero volver a la cita de Poitier, pero la duquesa de York adopta un gesto serio. «El sueño de todas las niñas pequeñas es convertirse en una princesa. Yo lo fui y me encantó hasta el último minuto». Le miro con incredulidad. ¿En serio? Cuando Sarah se convirtió en el primer miembro de la realeza en ser entrevistada por Oprah Winfrey, en 1996, afirmó que su vida no había sido «un cuento de hadas».

Sarah Ferguson y el príncipe Andrés con sus hijas. / gtres

«Tuve el gran honor de ser nuera de la reina de Inglaterra y disfruté y aprendí cada segundo». ¿También de tener que vestirse para recepciones y actos reales? «Me encantó». ¿No se aburría? «Me encantó, me encantó», sentencia mientras aliña con vinagre balsámico su ensalada de mozzarella. «El sueño de las niña es ser princesas, mi deber es mantener intacta esa ilusión. No voy a defraudarlas».

En especial ahora, tras la muerte de Isabel II, continúa la duquesa, «es aún más importante preservar el legado de Su Majestad. Aunque ya no formo parte de la familia real, me sigo identificando con lo que representa la institución». Por esa razón siempre ha inculcado a sus hijas que «en cuanto pongan un pie en la calle, tienen que aparecer sonriendo: nadie quiere ver a una princesa enfurruñada».

La verdadera opinión de la duquesa de York sobre Harry y Meghan Markle

Me entra la risa al escucharla y la duquesa se une. «¿Lo vas a poner de titular?», bromea. Puede que sí. No quiero caer en obviedades, pero la última en cuestionar de forma dramática la monarquía desde dentro ha sido precisamente una princesa gruñona. Sarah alza una ceja cuando lo menciono. Quiere que sea más explícita. Hablo de Meghan Markle, digo sin más rodeos. La duquesa prueba su ensalada y la saborea un instante. «La verdad es que no conozco a Meghan. No he llegado a hablar con ella. Coincidí con ella en el funeral real y me pareció que estaba guapísima. Es una mujer bellísima». Nadie lo discute, pero ¿ha perjudicado a la familia real? «No soy yo quien debe responder. Ha hecho muy feliz a Harry y eso es maravilloso. Él está encantado con ella y ella le adora. Es precioso verles así, y sé que Diana estaría orgullosa de él y sus preciosos nietos».

Cuando le pregunto si ha visto el documental de Netflix que protagonizó la pareja, Sarah abre los ojos de par en par y se queda callada. Repito la cuestión y la duquesa levanta un dedo, como para detenerme. «Estoy pensando qué decirte... Soy una devoradora de contenido y me encanta ver todo lo que estrena Netflix». ¿Cómo deberíamos interpretar esa respuesta? Ella se ríe y desvía el tema. «Creo que algún día me gustaría hacer un documental también». ¿Similar al de su sobrino? «No lo sé. Tendría que verlo», concluye.

Me aventuro a preguntarle si cree que a Diana le habría gustado Meghan. Inclinando la cabeza hacia un lado, la duquesa dice inexpresivamente: «De verdad siento que tengas que hacer esto». Encajando con humor esta humillación, tiro por otro lado, a ver si tengo más suerte. Como la duquesa también se mudó a Estados Unidos en su día, quiero saber si cree que su sobrino Harry lo tendrá más fácil para ser feliz allí. «No puedo hablar por él –acompaña con un leve suspiro–, pero tras divorciarme, pasé 12 años allí, escribiendo libros, y fue un lugar maravilloso para mí. Me sentí libre. Y no puedo agradecer lo suficiente a los estadounidenses lo buenos que fueron conmigo. Así que puedo entender por qué él [tomó esa decisión]».

Contrariada, Sarah se pregunta en voz baja: «¿Por qué la gente siempre juzga a los demás?». «Por supuesto que puedes tener una forma de ver las cosas, pero no menosprecies quienes tienen otra distinta», reflexiona. Parece conveniente recordarlo si se tienen en consideración los juicios emitidos contra ella a lo largo de su vida pública. «Han sido más de 30 años sufriéndolos, desde agosto de 1988», apunta y enumera algunos de los peores titulares: «La duquesa de Pork [cerdo en inglés]»; «El 82% preferiría acostarse con una cabra que con Fergie»... ¿Quieres que siga». También estaba la comparación constante con Diana. «Todo el rato. En todas partes. Diana era guapa y esbelta, aparecía saliendo del gimnasio, y yo en cambio era la gorda y desaliñada que iba unos metros por detrás. Menos mal que nos apoyábamos entre nosotras».

La duquesa de York sufría un trastorno alimenticio que empeoró cuando estuvo más expuesta a los medios. «La Fergie mala vendía muchos periódicos. Es más, aún los vende». Su tormentosa relación con la comida había empezado mucho antes, sostiene. «Desde los 15 años. Nunca estaba lo suficientemente delgada. Tampoco era lo suficientemente buena o educada. No me tomaba nada en serio. No hacía nada bien». ¿De dónde procedían esos sentimientos? «Oh, sé muy bien el origen».

La hija del comandante Ronald Ferguson y su primera esposa, Susan, procedía de lo que la propia Sarah describió una vez como «nobleza rural de viejas rentas». De niña montaba a caballo y ganó algunas competiciones. Cuando tenía 12 años, sus padres se separaron y, después, su madre se fugó con un jugador de polo argentino. «¿Por qué me ha abandonado? –me preguntaba–. ¿Te imaginas? Además, a los 15 años mi hermana se mudó a Australia y me quedé sola con mi padre. No entendía por qué me dejaban. Creo que por eso soy tan buena madre».

¿Consiguió superar sus trastornos alimenticios? ¿Y esa sensación de no estar nunca a la altura? «No, pero aprendes a vivir con lo que Martin Luther King llamó «el lenguaje inaudible del corazón». Hacer cosas por los demás ha sido más terapéutico que cualquier otra cosa», admite. Implicada en la educación infantil, gracias a su trabajo como embajadora de las escuelas Montessori ha encontrado un propósito. En Navidad recibió a un coro de niños ciegos ucranianos, una experiencia «muy edificante», asegura. «Pero sigo teniendo muchas cicatrices y son muy, muy grandes, porque las han provocado grandes obstáculos».

Relata el momento en que se echó a llorar, a principios de la semana, cuando se encontraba en medio de una reunión sobre la promoción de esta novela, en un hotel londinense. De repente, todo «se me hizo demasiado cuesta arriba y pensé: «No puedo». ¿Quizás porque temía defraudar a los demás? «Probablemente. Todo esto ha sido...», y no puede continuar. Aprieta los labios, conteniéndose. «En una situación difícil, Andrés contaba con La Jefa, pero ella ya no está aquí para encargarse de estas cosas».

Estamos acabando los postres cuando me señala que me equivoco acerca de que «las mujeres lo tienen más difícil que los hombres». «La percepción de los demás es tan importante. Puede hundir o elevar a una persona. Yo lo vivo cuando estoy en Inglaterra y tengo la suerte de ser una huésped en Royal Lodge [residencia del príncipe Andrés]; compruebo cómo ha afectado a un hombre bueno».

Tras casi dos horas con Sarah, certifico que se toma la alegría muy en serio. En un contexto personal tan complicado con su exmarido, siempre encuentra un comentario positivo. « Es increíble lo buen abuelo que es Andrés», cuenta con el rostro iluminado al pensar en sus nietos August y Sienna. Pide una porción de pastel de chocolate para llevar porque, le dice a la camarera, «a mi exmarido le encanta». Ha dicho más de lo que planeaba.

Hay una última cosa sobre la que quiero preguntar: la coronación de Carlos III. « El Rey es sensacional, defiende todo lo que es justo y es un buen modelo. Por eso es tan importante tenerle presente y celebrar todo lo que ha hecho por la familia real. Es un momento para unirnos de nuevo y seguir adelante. No somos simplemente... –se detiene, para corregirse–. Ellos no son celebridades. Son parte de una institución con una importante función. Es lo que asumí cuando me convertí en princesa. Pase lo que pase, dentro o fuera, mantendré ese compromiso».

21 de marzo-19 de abril

Aries

Como elemento de Fuego, los Aries son apasionados y aventureros. Su energía arrastra a todos a su alrededor y son capaces de levantar los ánimos a cualquiera. Se sienten empoderados y son expertos en resolver problemas. Pero son impulsivos e impacientes. Y ese exceso de seguridad en sí mismos les hace creer que siempre tienen la razón. Ver más

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