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La princesa Carolina de Mónaco parecía pérdida después de un breve matrimonio, un amargo divorcio que abrió una guerra con el Vaticano, opuesto a la anulación del enlace, y varios romances que hicieron mucho ruido, pero no salieron adelante. Entonces apareció un joven financiero milanés, católico, tranquilo, guapo y rico y la princesa se casó con él en menos de seis meses, embarazada de su primer hijo, y se convirtió en una feliz y enamorada madre de familia. Carolina de Mónaco y Stefano Casiraghi se conocieron en el verano de 1983, tres años después del divorcio de Junot, por amigos comunes.
Él era tres años menor que ella –tenía 24 años– y pertenecía a una acaudalada familia italiana. Formaron una pareja casi perfecta, de la que nacieron tres hijos. Las fotos de la boda civil, una breve ceremonia que duró veinte minutos y a la que asistieron veinte testigos, muestran a una princesa radiante, vestida de Dior con un diseño de raso de seda color champán, junto a un tímido Stefano.
Seis meses después, el 8 de junio de 1984, nació Andrea, su primer hijo. Luego llegarían Charlotte, el 3 de agosto de 1986, y Pierre, el 5 de septiembre de 1987. La familia se instala en la propiedad monegasca de Clos Saint-Pierre. Las dudas que había suscitado un matrimonio tan rápido pronto se diluyen ante el evidente amor de la pareja.
El apellido Casiraghi, acostumbrado a la discreción de los círculos financieros, ocupó, de la noche a la mañana, las portadas de la prensa internacional. El origen de la fortuna familiar era el negocio del carbón. Los Casiraghi provenían del norte de Italia y tenían un gran prestigio en los círculos empresariales.
El joven financiero era considerado un hombre serio, pero con sentido del humor, y culto, con acendrados valores religiosos y un profundo sentido de la familia. Algo muy distinto a lo que había caracterizado, hasta el momento, a los hombres que había frecuentado Carolina.
Stefano se ganó, además, la confianza de Rainiero y Alberto de Mónaco, siempre atentos a los intereses del Principado. Casiraghi contribuye al «glamour» de la vida social monegasca y se convierte, al tiempo, en un representante oficioso del Principado.
Stefano Casiraghi había nacido el 8 de septiembre de 1960, en Como, Italia, y creció en la propiedad familiar de Villa Cigogne, situada en Fino Mornasco, en la ribera del lago. Estudió en Milán, en la Universidad Bocconi, aunque no terminó su licenciatura, y luego se dedicó a los negocios familiares. Funda sociedades financieras en Italia, en África y en Estados Unidos y se lanza a los negocios inmobiliarios y navales creados por su padre, Giancarlo Casiraghi un próspero hombre de negocios. Su madre es Fernanda Biffi, recientemente fallecida.
Stefano tiene dos hermanos, Marco y Daniel, y una hermana, Rosalba. Su hijo Pierre ha seguido sus pasos, formándose también en la Universidad Bocconi, en Economía, y convirtiéndose en accionista de los negocios de construcción de la familia, en concreto de la constructora Engeco, fundada por Stefano en 1984, con base en Mónaco, también presidente de Cogefar France, constructora de Fiat. Stefano también dirigió por un tiempo la «boutique» de Dior, en Montecarlo.
Una de sus pasiones eran los deportes náuticos, que aprendió a practicar junto a sus hermanos mayores en el Lago Como. En 1989 se convierte en campeón off-shore, considerada la Formula I del mar. La princesa Carolina acepta la afición de su marido con prevención.
El destino hace realidad sus temores, el 3 de octubre de 1990. Casiraghi compite en el Campeonato del Mundo de Off-shore, cuando su embarcación sufre un accidente y vuelca, frente a las costas de Saint-Jean-Cap-Ferrat, cerca de Mónaco. Fallecen en el acto él y su copiloto, Pierre Inocenti. Stefano tiene solo 30 años. Había participado en ochenta carreras náuticas durante su vida y en el momento de su muerte era el campeón mundial de la disciplina. Había batido el record de velocidad, en 1984, en el Lago Como.
El dolor de la princesa, que pasaba el día en París con su íntima amiga, Inés de la Fressange, es inmenso. Pasará los siguientes años prácticamente aislada del mundo, instalada con sus tres hijos en La Provenza. Stefano fue enterrado el 6 de octubre de 1990 en la Capilla de la Paz, en Mónaco.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.