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Mi cinturón blanco

Durante dos años, practiqué kárate. ¿Por qué? Es una larga historia. Resumamos diciendo que todos los martes y los jueves llegaba con mi bolso y mis tacones a un dojo en el que los alumnos eran cinturones negros y yo entrenaba al final del tatami con mi cinturón blanco de novata.

No tenía ni idea de arte marciales, más allá de que Bruce Lee había muerto a los 32 años y solo había necesitado cuatro películas para convertirse en un mito. / Mujerhoy

Lourdes Garzón
LOURDES GARZÓN

Creo que nunca he estado ni estaré tan fuera de lugar y que nunca he tenido menos sensación de fracaso o de vergüenza. Era algo así como aprender las vocales en una clase de escritura creativa avanzada.

En el kárate, no hay grupos ni niveles. Quienes comparten tatami entrenan a la vez. Así que yo me concentraba en practicar la o y la u, mientras el resto componía capítulos enteros y esperaba pacientemente que les siguiera al final de la fila. No porque los mejores ocupen las primeras posiciones, sino porque quien sabe menos aprende imitando al que sabe más.

Nadie esperaba nada de mí, aparte de que siguiera mi ritmo con humildad.

No tenía ni idea de arte marciales, más allá de que Bruce Lee había muerto a los 32 años y solo había necesitado cuatro películas para convertirse en un mito. O que la camiseta amarilla de Uma Thurman en Kill Bill era un homenaje a la que llevó en Juego con la muerte. Y, desde luego, no era el sitio para hablar de ninguna de las dos cosas. En realidad, no se hablaba. Mi maestro consideraba la condescendencia una falta de respeto, así que me corregía, como a los demás, con educación y una cierta ferocidad. Nada me ha ayudado a concentrarme tanto ni me ha resultado tan eficaz contra el estrés o la ansiedad. Preparé mi pase de grados con tanta dedicación como mis compañeros el suyo a tercer dan. No hubo facilidades. El maestro consideró que necesitaba practicar también los sábados si quería aprobar y así lo hice. El día del examen todos aplaudimos los esfuerzos de todos. No sabría decir por qué seguí yendo después del primer día en el que quedó claro que mis tacones y yo habíamos caído por allí absolutamente por error.

Y estos meses me he acordado mucho de esas clases. Supongo que tenía la sensación de que nadie esperaba nada de mí, aparte de que siguiera mi propio ritmo con humildad. La falta total de expectativas a veces es tan liberadora…

Temas

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21 de marzo-19 de abril

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