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La impresionante casa de Blanca Miró en Menorca: un refugio payés con joyas deco

Una casa payesa, repleta de joyas decorativas y ubicada en el pueblo de Torret, en Menorca, es el lugar al que la empresaria de moda siempre vuelve. Incluso en invierno. Entramos en esta construcción de muros de piedra y techos encalados.

Blanca Miró, en el salón interior de su casa de Torret, con caftán de rayas y collares de su armario personal. RICARDO LABOUGLE
La impresionante casa de Blanca Miró en Menorca: un refugio payés con joyas deco
Elena Castelló

«Está llena de tesoros», dice la empresaria de moda Blanca Miró sobre la antigua casa menorquina que restauró su madre, la interiorista Rosarietta Scrimieri, hace casi veinte años y donde nos recibe, convertida en la mejor de las anfitrionas. Rosarietta se enamoró de lo que era una modesta vivienda payesa del siglo XIX, que albergaba una granja de cerdos, enclavada en el corazón de la isla de Menorca. La empezó a reformar para otros, pero, finalmente, decidió quedarse con ella.

Hoy, el pueblo de Torret, situado a ocho kilómetros de Mahón, en la pedanía de San Luis, es el lugar preferido del mundo de Blanca, donde se olvida del ajetreo cotidiano. «Veraneo en Menorca desde que nací», explica. Este ha sido un año especial, pues ha sido el primero de Matilda, la hija de Blanca Miró y su marido, el emprendedor Javier Fondevila, en la isla. Allí se casaron, precisamente, en 2022.

Entrada al comedor desde el exterior, protegida por una gran cortina. RICARDO LABOUGLE

«Íbamos antes a otra casa cerca del mar y yo tenía alrededor a mis amigos. Esta, en el interior, es mucho más tranquila, con una gran privacidad y muy acogedora también en invierno». Todos esos tesoros de los que habla Blanca son casi piezas de arte contemporáneo: viejos cestos de mercado, sillas de jardín o colecciones de sombreros de los que madre e hija se enamoran en sus paseos por la isla o en un viaje por Europa y que le dan un toque francés a las estancias.

Arriba, rincón de la cocina, con azulejos antiguos recuperados de Antic Alaior, lámpara en suspensión portuguesa, de Candelabro, y antigua pìla de piedra. A la derecha, detalle de la mesa con vajilla de insectos de Sena Cifuentes y vasos de vidrio pintados a mano de Agua Clara. A la izquierda, el perchero de la entrada con toda la impresionante colección de sombreros y cestas de madre e hija. RICARDO LABOUGLE
Imagen principal - Arriba, rincón de la cocina, con azulejos antiguos recuperados de Antic Alaior, lámpara en suspensión portuguesa, de Candelabro, y antigua pìla de piedra. A la derecha, detalle de la mesa con vajilla de insectos de Sena Cifuentes y vasos de vidrio pintados a mano de Agua Clara. A la izquierda, el perchero de la entrada con toda la impresionante colección de sombreros y cestas de madre e hija.
Imagen secundaria 1 - Arriba, rincón de la cocina, con azulejos antiguos recuperados de Antic Alaior, lámpara en suspensión portuguesa, de Candelabro, y antigua pìla de piedra. A la derecha, detalle de la mesa con vajilla de insectos de Sena Cifuentes y vasos de vidrio pintados a mano de Agua Clara. A la izquierda, el perchero de la entrada con toda la impresionante colección de sombreros y cestas de madre e hija.
Imagen secundaria 2 - Arriba, rincón de la cocina, con azulejos antiguos recuperados de Antic Alaior, lámpara en suspensión portuguesa, de Candelabro, y antigua pìla de piedra. A la derecha, detalle de la mesa con vajilla de insectos de Sena Cifuentes y vasos de vidrio pintados a mano de Agua Clara. A la izquierda, el perchero de la entrada con toda la impresionante colección de sombreros y cestas de madre e hija.

La atmósfera es ecléctica, pero nada recargada. Los interiores son frescos y acogedores, una mezcla ligera de antiguos muebles de campo menorquines y de algunas piezas de diseño mid-century, como las sillas Bertoia, diseñadas en el año 1952.

El salón, con espejos en forma de sol, de Candelabro, y fotografía de Lluís Real. El sofá es de Ascensión Latorre y las butacas, de herencia familiar. Los muros son de piedra de marés RICARDO LABOUGLE

La familia compró la casa en 2005. Estaba prácticamente abandonada, pero la madre de Blanca quiso respetar en lo posible la construcción y los materiales originales de techos, paredes y suelos. Dejó tal cual la distribución del interior y convirtió la antigua porquera en un salón.

Blanca Miró en el salón exterior. El jardín es obra de la paisajista francesa Anne Eglise. La piscina exterior a modo de alberca es de agua salada. RICARDO LABOUGLE
Imagen principal - Blanca Miró en el salón exterior. El jardín es obra de la paisajista francesa Anne Eglise. La piscina exterior a modo de alberca es de agua salada.
Imagen secundaria 1 - Blanca Miró en el salón exterior. El jardín es obra de la paisajista francesa Anne Eglise. La piscina exterior a modo de alberca es de agua salada.
Imagen secundaria 2 - Blanca Miró en el salón exterior. El jardín es obra de la paisajista francesa Anne Eglise. La piscina exterior a modo de alberca es de agua salada.

En el jardín, instaló una piscina con espíritu de alberca, de agua salada, y levantó el terreno desigual para hacer varios niveles en el jardín. «Para mi madre era esencial respetar los materiales y la distribución», explica la diseñadora, fundadora de la marca La Veste junto con su socia, María de la Orden. «Es de las pocas casas que quedan hoy en Menorca tal y como eran».

Blanca con su hija Matilda, subida en un caballito antiguo, de Can Sab. El vestido que luce la empresaria, una de las grandes anfitrionas de la isla, es de La DoubleJ. RICARDO LABOUGLE

Un gran privilegio en mitad del campo, donde mandan el silencio y los cambios de la luz a lo largo del día, y solo los pájaros o el chapoteo de la piscina perturban la paz. Blanca y su familia aprovechan también la casa en primavera y en los meses de invierno. «El ambiente es muy diferente, pero me gusta igual», asegura Miró.

Blanca con vestido ucranio bordado y sombrero de Boba's Menorca. La foto que aparece detrás de ella es de Lluís Real RICARDO LABOUGLE

La reforma dejó intactos los muros de piedra de marés, los techos encalados y los suelos de barro cocido. Con los años, las estancias se han ido llenando de piezas cuidadosamente escogidas, encontradas en anticuarios, mercadillos y deballages. En el exterior, se dispuso un espacio bajo una techumbre de cañizo que invita al descanso y que linda con el jardín, donde hay olivos, romeros, agapantos, buganvillas y vides, con un huerto y árboles frutales, y se conservó los muros de piedra que rodean la finca.

Arriba, dormitorio con cuadros bordados de Carina Casanovas y colección de figuras de cap i pota, de Antigüedades Pasquin. Abajo a la izquierda, comedor con sillas Bertoia y antiguas francesas de jardín, cuadro de Flora Castiglia, de Escat Gallery, y cerámica de Manises. A la derecha, vista del comedor exterior y del jardín. RICARDO LABOUGLE
Imagen principal - Arriba, dormitorio con cuadros bordados de Carina Casanovas y colección de figuras de cap i pota, de Antigüedades Pasquin. Abajo a la izquierda, comedor con sillas Bertoia y antiguas francesas de jardín, cuadro de Flora Castiglia, de Escat Gallery, y cerámica de Manises. A la derecha, vista del comedor exterior y del jardín.
Imagen secundaria 1 - Arriba, dormitorio con cuadros bordados de Carina Casanovas y colección de figuras de cap i pota, de Antigüedades Pasquin. Abajo a la izquierda, comedor con sillas Bertoia y antiguas francesas de jardín, cuadro de Flora Castiglia, de Escat Gallery, y cerámica de Manises. A la derecha, vista del comedor exterior y del jardín.
Imagen secundaria 2 - Arriba, dormitorio con cuadros bordados de Carina Casanovas y colección de figuras de cap i pota, de Antigüedades Pasquin. Abajo a la izquierda, comedor con sillas Bertoia y antiguas francesas de jardín, cuadro de Flora Castiglia, de Escat Gallery, y cerámica de Manises. A la derecha, vista del comedor exterior y del jardín.

«Es el lugar ideal para desconectar», explica Blanca Miró, «y para disfrutar con la familia y los amigos». La casa está llena de pequeñas mesas, porque, dependiendo de en qué dirección sopla el viento se desayuna o se almuerza en un sitio o en otro. Allí, la empresaria pone en práctica otro de sus hobbies: poner la mesa. Un universo relajado, pero sofisticado.

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Sagitario

Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.