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Cuba: un amanecer lleno de incógnitas

Con la visita de Obama a La Habana, la isla da un paso más en un proceso que para muchos es imparable. Una apertura que está transformando el país y en la que las mujeres tienen mucho que decir.

Paisaje nocturno de Cuba / Ofelia de Pablo y Javier Zurita

OFELIA DE PABLO | JAVIER ZURITA Madrid

Caridad tiene un Cadillac rosa de los años 50 aparcado frente al Capitolio de La Habana. Como cada día, esta cubana de 33 años espera a los turistas para llevarles a conocer la ciudad. Pero estos son nuevos tiempos y los aires de cambio agitan cada rincón de la isla. Caridad es testigo directo del desembarco americano que las nuevas reformas han traído al país, y que culminará el próximo lunes 21 con la primera visita oficial de un presidente de los Estados Unidos desde 1928.

"Los americanos han sido siempre el enemigo, pero ahora resultan ser nuestros mejores aliados y los tenemos en cada rincón. Por fin las cosas parecen llegar a buen puerto". Hace un año y medio, cuando la apertura del régimen cubano comenzó, Caridad lo tuvo claro: "Vivía en España, en Levante, pero con la crisis me quedé sin trabajo; por suerte, pude volver y trabajar en turismo".

Tenemos universidad y asistencia sanitaria gratis, pero ¿y la libertad?

El anuncio de la visita de Barack Obama que supone la culminación de un proceso de normalización de relaciones que ambos países anunciaron en diciembre de 2014, tiene encandilado al pueblo cubano y a muchos inversores extranjeros. Y se produce pocos días antes de que los mismísimos Rolling Stones den su primer concierto en La Habana, el 25 de marzo.

La autorización de este concierto gratutito ha sido definida por muchos intelectuales como "apertura ideoestética", ya que la música del grupo británico estaba prohibida en la radio. Pese a las dificultades económicas que sufre la población, las reformas han permitido la aparición de nuevos negocios, gracias a las remesas enviadas por los emigrantes. Y muchos están regentados por mujeres, en una sociedad donde ellas tienen mucho que decir.

La moda, la belleza y el entretenimiento son sectores donde las cubanas muestran su empuje. / Ofelia de Pablo y Javier Zurita

Peluquerías y gimnasios

Es cierto que las cosas están cambiando. En el centro histórico de la Habana, cerca de una de las famosas pintadas del Che, Yanet ha podido montar una peluquería en el bajo de su casa: "Tengo parientes en Miami y gracias a ellos he podido comprar unos secadores de pelo, piletas y productos de belleza, para empezar". En el barrio es todo un éxito. "Cada vez hay más mujeres que montan negocios asegura, algo nunca visto en Cuba".

Allí, la mayoría de los asalariados trabajan para el Estado, lo que significa que sus sueldos son fijos y, en muchos casos, no superan los 26 € al mes. Por esta razón, algunos se han lanzado a montar pequeñas empresas con ayuda de familiares que viven en otros países. En el Vedado, un barrio residencial, Elizabeth ha puesto en marcha un gimnasio con máquinas solo para mujeres. "No existía nada así y decidí invertir lo que me mandan desde fuera".

La moda es otro de los sectores emergentes en la isla, gracias también al turismo. Eso ha permitido la apertura de escuelas de modelos, como La Maison, que celebra desfiles cada martes frente a espectadores de todas las nacionalidades. Hoy, sobre la modesta pasarela de esta escuela está Olivia, de 18 años. Su máxima aspiración es viajar y conocer mundo: "Ojalá pudiera ir a París, Milán o Madrid", confiesa. De momento, ella no ha podido moverse de la isla, pero en mayo Chanel presentará su colección crucero en La Habana. Otro signo más de que los tiempos están cambiando.

Gimnasios, paladares y tiendas con productos de lujo para los cubanos, como perfumes o relojes occidentales, se encuentran entre los nuevos negocios. A la dcha., una skater y dos jóvenes bailarinas. / Ofelia de Pablo y Javier Zurita

Tiempo de ocio

Caminando por el Vedado, el trasiego de público llama la atención frente a un gran edificio: es uno de los centros comerciales más concurridos de la isla, especialmente por los turistas. Las escaleras mecánicas y los establecimientos (desde hamburgueserías a tiendas de moda) deslumbran al entrar. Pantallas gigantes con anuncios de zapatillas completan la estampa. La única diferencia con los centros comerciales occidentales es la falta de aire acondicionado. Hasta los precios son similares, aunque el salario medio cubano no es equiparable.

Unas calles mas allá, Gloria está sentada en la acera, junto a uno de los puntos Wifi que el Gobierno ha instalado en varios lugares de la isla hace pocos meses. Su sobrino la ayuda a llamar a Miami desde el móvil. Es la primera vez que utiliza internet y la pantalla del smartphone le muestra la imagen de su hijo Manuel, que hace ocho años huyó de Cuba en una balsa. Manuel tiene un bebé en brazos. Es Ezequiel, el nieto de Gloria, al que ella ve por primera vez. Entre risas y llantos, su voz rota se mezcla con el guirigay de quienes llenan la calle mientras hablan con sus seres queridos que están lejos.

En la cola de un pequeño paladar [restaurante familiar], hablamos con Mirta. Es científica y trabaja desde hace 15 años en la Universidad de La Habana. "Nuestro salario sigue siendo de 26 € al mes, pero no podemos vivir con este presupuesto cuando los precios están disparados. Yo no puedo ni pedir la chuleta de la carta. Solo como una vez al día". Mirta reconoce que llevan años esperando a que las cosas mejoren, "pero en el día a día esa transformación no se ve".

Isa ensaya subida a unos zancos gigantes, en plena Habana Vieja. Pertenece a un grupo de teatro que viaja por la isla haciendo espectáculos formativos para los más pequeños. "Acabo de solicitar una beca y, si tengo suerte, podré viajar en los próximos meses a Bolivia comenta sonriente. Tengo 24 años y nunca he salido de Cuba. La ilusión de mi vida es poder "mochilear". Según una de sus compañeras,"tener visa de estudios era una utopía hace unos años. Ahora, aunque cuesta mucho conseguir los permisos, por fin comienzan a otorgarlos".

En la zona de Miramar, cerca del Vedado, vive Dulce. Tiene un modesto sueldo de profesora, solo 24 € al mes, y como no llega a fin de mes ha empezado a alquilar habitaciones a los turistas. Con el dinero que le envían sus familiares desde Estados Unidos ha comprado un apartamento y lo alquila a quienes visitan el país. En un día, gana lo mismo que en un mes trabajando. "Estas desigualdades no deberían existir, yo tengo suerte", afirma.

A la izquierda, una mujer con banderas de Estados Unidos y el Vaticano, vista del Malecón y un grupo llamando fuera de la isla a través de internet. A la derecha, clásicos Cadillac de colores. / Ofelia de Pablo y Javier Zurita

Grandes esperanzas

En el Malecón, como cada tarde, las parejas caminan al ritmo de las olas. Los decrépitos edificios jalonan la bella avenida, pero algo ha cambiado en su serpenteante recorrido. Las nuevas tribus urbanas también quieren protagonizar el cambio que vive la isla. Lucrecia y sus amigos, subidos a un monopatín, pasean su rebeldía sobre ruedas. Hablan de luz al final del túnel, de viajes y sueños por cumplir. Por ahora, deben conformarse con los tatuajes de sus brazos, pero miran hacia delante. "Sabemos que esto es el anuncio definitivo del cambio, necesitamos creerlo", dice Lucrecia.

Pero no todos tienen la misma fe. María, de 22 años, vende libros de segunda mano en La Habana Vieja: "Ellos están aquí de vacaciones, ¿verdad? se pregunta, mientras señala a unos turistas. ¿Por qué no puedo ir yo a su país?". De momento, no tiene respuesta. "Tenemos universidad gratis, asistencia sanitaria y trabajo; pero ¿y la libertad? Yo no puedo irme cuando quiera, aunque ellos dice, mientras imita un saludo militar digan que sí".

Un compañero de ventas le aconseja silencio y la invita a conformarse:"No deberías quejarte, tienes suerte de vivir en un sitio como este", dice. A su lado, Lisandra exhibe varios tubos de pasta de dientes como un trofeo: "Me los ha traído mi familia, podré venderlos por 4 pesos [4 €] cada uno". Los vendedores la felicitan. María, con un gesto de agotamiento, apostilla: "Esto es de lo que hablo". En su casa, como en muchas otras, no siempre hay jabón o desodorante... e incluso comida.

La esperanza lucha por mantenerse a flote y los más jóvenes miran más allá del Malecón, hacia otros horizontes. A su espalda, la ciudad está expectante. En La Habana pocos ven o viven la nueva realidad que se anuncia en las televisiones de todo el mundo. Quizás la visita de Obama haga posible el giro con el que están soñando. Quizás.

Iberia tiene vuelos directos a La Habana, con varias frecuencias semanales. Más información.

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