12 maneras de tomar las 12 uvas

El 31 de diciembre es el día en que trasladas los propósitos de un año para otro. Como una mudanza. "Aprender portugués: traspasado al 2017. Dieta: mañana... o pasado". Miras bajo el colchón y haces balance. Y piensas que las uvas te están regalando una nueva página en blanco. Las nocheviejas forman parte del mosaico de personas, ausencias y lugares de tus recuerdos. Claro que no todas son memorables. Algunas fueron, son y serán bastante imperfectas...

El 31 de diciembre es el día en que trasladas los propósitos de un año para otro. Como una mudanza. "Aprender portugués: traspasado al 2017. Dieta: mañana... o pasado". Miras bajo el colchón y haces balance. Y piensas que las uvas te están regalando una nueva página en blanco. Las nocheviejas forman parte del mosaico de personas, ausencias y lugares de tus recuerdos. Claro que no todas son memorables. Algunas fueron, son y serán bastante imperfectas...

10-10-2017 Autor: Raquel Córcoles
Cuando revisas las fotos de tu primera Nochevieja lo ves claro: eras un despropósito. Pero en el momento, te imaginabas en una alfombra roja ensayando el discurso de los Oscar. Un 20% del agujero de la capa de ozono fue provocado por nuestra laca y teníamos los andares de un flamenco con tacones. Pero disfrutamos de esa primera salida consensuada hasta las seis de la mañana como si los mayas hubiesen acertado en sus pronósticos y llegase el fin del mundo.

Cuando revisas las fotos de tu primera Nochevieja lo ves claro: eras un despropósito. Pero en el momento, te imaginabas en una alfombra roja ensayando el discurso de los Oscar. Un 20% del agujero de la capa de ozono fue provocado por nuestra laca y teníamos los andares de un flamenco con tacones. Pero disfrutamos de esa primera salida consensuada hasta las seis de la mañana como si los mayas hubiesen acertado en sus pronósticos y llegase el fin del mundo.

10-10-2017 Autor: Raquel Córcoles
En fin de año todo empieza tarde. En el mejor de los casos, consigues salir de casa a las dos de la mañana sorteando familiares. Y lo que tarde empieza, tarde acaba. Así que se han producido situaciones rocambolescas, como cruzarte con tus padres en el rellano a las tres del mediodía. Ellos pulcros y tú con pinta de necesitar ocho duchas, un tonel de ibuprofenos y hacer puente hasta el siete de enero. ¿Qué hiciste hasta el mediodía? Tus recuerdos no son coherentes. Pero sabes que inflamaste tu cuerpo de energía adolescente, disfrutaste, reíste... Y que en las fotos sales con gente que no conoces de nada.

En fin de año todo empieza tarde. En el mejor de los casos, consigues salir de casa a las dos de la mañana sorteando familiares. Y lo que tarde empieza, tarde acaba. Así que se han producido situaciones rocambolescas, como cruzarte con tus padres en el rellano a las tres del mediodía. Ellos pulcros y tú con pinta de necesitar ocho duchas, un tonel de ibuprofenos y hacer puente hasta el siete de enero. ¿Qué hiciste hasta el mediodía? Tus recuerdos no son coherentes. Pero sabes que inflamaste tu cuerpo de energía adolescente, disfrutaste, reíste... Y que en las fotos sales con gente que no conoces de nada.

10-10-2017 Autor: Raquel Córcoles
¿Lo has notado? Es el antes y después. Cuando te das cuenta de que pagar con billete grande por una fiesta en la que vas a hacer cola por todo no merece la pena. Que comprar una entrada en noviembre, con esa antelación cargada de expectativa, no tiene sentido. Que hay pisos de alquiler más baratos en Madrid que esos cotillones. Y que lo que el cuerpo te pide, en realidad, es un plan que no implique andar para encontrar un taxi hasta Volgogrado.

¿Lo has notado? Es el antes y después. Cuando te das cuenta de que pagar con billete grande por una fiesta en la que vas a hacer cola por todo no merece la pena. Que comprar una entrada en noviembre, con esa antelación cargada de expectativa, no tiene sentido. Que hay pisos de alquiler más baratos en Madrid que esos cotillones. Y que lo que el cuerpo te pide, en realidad, es un plan que no implique andar para encontrar un taxi hasta Volgogrado.

10-10-2017 Autor: Raquel Córcoles
Un plan que gana enteros a medida que el cuerpo gana años es abrazar el plan indoor: cena y fiesta en tu piso. ¿Las ventajas? Eliges el menú (estás legitimada como anfitriona para comer croquetas en las campanadas si gustas), eliges la música (estás legitimada como anfitriona para bailar la lambada encima de la mesa), eliges la hora de cierre y, lo más importante, eliges los invitados. Los inconvenientes los descubres el 1 de enero cuando te asomas a la cocina.

Un plan que gana enteros a medida que el cuerpo gana años es abrazar el plan indoor: cena y fiesta en tu piso. ¿Las ventajas? Eliges el menú (estás legitimada como anfitriona para comer croquetas en las campanadas si gustas), eliges la música (estás legitimada como anfitriona para bailar la lambada encima de la mesa), eliges la hora de cierre y, lo más importante, eliges los invitados. Los inconvenientes los descubres el 1 de enero cuando te asomas a la cocina.

10-10-2017 Autor: Raquel Córcoles
Llegar ligeramente ebria a la cena familiar de Nochevieja y saber disimularlo es un arte. Sentarte en la silla con rictus y expresión de aquiescencia mientras ayudas a pelar langostinos. Conversar con tu tía sobre los profiteroles manteniendo la compostura... Esa embriaguez prematura es el resultado de las cañas que se prolongan más de lo debido. Incluso se han dado casos de personas que directamente no han llegado a las campanadas.

Llegar ligeramente ebria a la cena familiar de Nochevieja y saber disimularlo es un arte. Sentarte en la silla con rictus y expresión de aquiescencia mientras ayudas a pelar langostinos. Conversar con tu tía sobre los profiteroles manteniendo la compostura... Esa embriaguez prematura es el resultado de las cañas que se prolongan más de lo debido. Incluso se han dado casos de personas que directamente no han llegado a las campanadas.

10-10-2017 Autor: Raquel Córcoles
Es posible que no hayas cogido ni un mísero catarro ni un ligerísimo dolor de cabeza en todo el año, pero el día 30 tus defensas empiezan a flaquear como la Armada Invencible. Así que ahí estás el día 31 con una bebida rehidratante, no porque vengas de correr la San Silvestre, sino porque en tu aparato digestivo se están generando fuegos artificiales. Y os digo una cosa: ver algunos programas de fin de año con fiebre es una experiencia que roza la psicodelia.

Es posible que no hayas cogido ni un mísero catarro ni un ligerísimo dolor de cabeza en todo el año, pero el día 30 tus defensas empiezan a flaquear como la Armada Invencible. Así que ahí estás el día 31 con una bebida rehidratante, no porque vengas de correr la San Silvestre, sino porque en tu aparato digestivo se están generando fuegos artificiales. Y os digo una cosa: ver algunos programas de fin de año con fiebre es una experiencia que roza la psicodelia.

10-10-2017 Autor: Raquel Córcoles
Por motivos laborales, personales o por elección propia, a muchos nos ha tocado pasar la Nochevieja algún año en otra esquina del mundo. ¿Cómo? Haciendo pularda al horno en el microondas, boicoteando al cava español pero por falta de existencias, suspirando por un primer plano de Anne Igartiburu y la capa de Ramonchu. Y a todos nos ha tocado explicar por qué nos ponemos a pelar uvas a las 11:50 de la noche de forma cuasi industrial y por qué ingerimos 12 piezas de fruta a la velocidad de una prueba de Humor Amarillo. Así, con la morriña a punto de hacernos explotar, muchos terminamos sintiéndonos como en casa, aunque estemos muy lejos de ella.

Por motivos laborales, personales o por elección propia, a muchos nos ha tocado pasar la Nochevieja algún año en otra esquina del mundo. ¿Cómo? Haciendo pularda al horno en el microondas, boicoteando al cava español pero por falta de existencias, suspirando por un primer plano de Anne Igartiburu y la capa de Ramonchu. Y a todos nos ha tocado explicar por qué nos ponemos a pelar uvas a las 11:50 de la noche de forma cuasi industrial y por qué ingerimos 12 piezas de fruta a la velocidad de una prueba de Humor Amarillo. Así, con la morriña a punto de hacernos explotar, muchos terminamos sintiéndonos como en casa, aunque estemos muy lejos de ella.

10-10-2017 Autor: Raquel Córcoles
Ese beso cuando la última aguja del reloj cruza la frontera de las 12. Sí, ese... Ese maldito beso inmortalizado en un sinfín de películas y series (te odio Hollywood) nos llevó un año muy optimista a querer pasar la Nochevieja abrazados bajo la vaporosa luz de una chimenea. Lo que nadie te cuenta es que la velada nunca es tan exclusiva como planeaste porque te empieza a llamar gente con la que ni siquiera sabías que compartías árbol genealógico. A saber: conocidos de lejanísimas parrandas (tan lejanas que utilizabas la palabra parranda), tu madre llorando porque no estás, un exnovio borracho, una amiga que llora por su exnovio... Pero el beso lo tienes, eso sí.

Ese beso cuando la última aguja del reloj cruza la frontera de las 12. Sí, ese... Ese maldito beso inmortalizado en un sinfín de películas y series (te odio Hollywood) nos llevó un año muy optimista a querer pasar la Nochevieja abrazados bajo la vaporosa luz de una chimenea. Lo que nadie te cuenta es que la velada nunca es tan exclusiva como planeaste porque te empieza a llamar gente con la que ni siquiera sabías que compartías árbol genealógico. A saber: conocidos de lejanísimas parrandas (tan lejanas que utilizabas la palabra parranda), tu madre llorando porque no estás, un exnovio borracho, una amiga que llora por su exnovio... Pero el beso lo tienes, eso sí.

10-10-2017 Autor: Raquel Córcoles
Hay gente a la que le gusta ver en directo cómo la bola de latón desciende. Hay gente a la que le gusta sumergirse en el caos, en los abrazos colectivos, en la masa. Ser el personaje secundario necesario para la retransmisión televisiva. En definitiva, hay gente a la que le gusta ir a la Puerta del Sol de Madrid, a riesgo de perecer por aplastamiento.

Hay gente a la que le gusta ver en directo cómo la bola de latón desciende. Hay gente a la que le gusta sumergirse en el caos, en los abrazos colectivos, en la masa. Ser el personaje secundario necesario para la retransmisión televisiva. En definitiva, hay gente a la que le gusta ir a la Puerta del Sol de Madrid, a riesgo de perecer por aplastamiento.

10-10-2017 Autor: Raquel Córcoles
¿Recuerdas a la perfección la Nochevieja de la actuación de Sabrina, verdad? Pues esta no va a ser memorable. Nos referimos a la Nochevieja bajonera, intrascendente, la de poner a dormir a los niños mientras escuchas una reposición de Sergio Dalma, la Nochevieja del bingo familiar aderezado con actuaciones vade retro. Mojar turrón en cava será tu mayor imprudencia. Pero también hay belleza en esas nocheviejas de alianza terapéutica con el sofá...

¿Recuerdas a la perfección la Nochevieja de la actuación de Sabrina, verdad? Pues esta no va a ser memorable. Nos referimos a la Nochevieja bajonera, intrascendente, la de poner a dormir a los niños mientras escuchas una reposición de Sergio Dalma, la Nochevieja del bingo familiar aderezado con actuaciones vade retro. Mojar turrón en cava será tu mayor imprudencia. Pero también hay belleza en esas nocheviejas de alianza terapéutica con el sofá...

10-10-2017 Autor: Raquel Córcoles
Cenar en un restaurante es otra de las opciones más elegidas por los españoles. El sueño cumplido de abandonar el delantal en una gasolinera sin mirar atrás. Pero son menús tan excesivos que esperas que, en cualquier momento, aparezcan los novios entre bastidores cogidos de la mano con acordes de Coldplay (o Celine Dion). Se han dado casos de llegar al sorbete de limón siendo agosto ahí afuera. Y no te confíes con el sorbete, que todavía vendrán cuatro platos más, los postres, el roscón, las uvas y la carretilla para remolcarte a casa.

Cenar en un restaurante es otra de las opciones más elegidas por los españoles. El sueño cumplido de abandonar el delantal en una gasolinera sin mirar atrás. Pero son menús tan excesivos que esperas que, en cualquier momento, aparezcan los novios entre bastidores cogidos de la mano con acordes de Coldplay (o Celine Dion). Se han dado casos de llegar al sorbete de limón siendo agosto ahí afuera. Y no te confíes con el sorbete, que todavía vendrán cuatro platos más, los postres, el roscón, las uvas y la carretilla para remolcarte a casa.

10-10-2017 Autor: Raquel Córcoles
Unos cuantos años después de que tus padres te acompañasen a esa primera fiesta a la que fuiste hecha un cuadro, te ves acompañando a tus hijos a la suya. Es el preciso instante en el que se conforma la imposibilidad de la cuadratura del círculo. Entonces repetirás exactamente sus pasos: te sentirás como la protagonista de una película americana viendo bajar a su hija por la escalinata camino de la fiesta de graduación, la obligarás a posar y hacerse 50 fotos (estimación a la baja) frente al árbol de Navidad, y la dejarás en la puerta de la fiesta pensando: "¡Pero si ayer mismo era un bebé!". Y cruzando los dedos para que no haga tantas tonterías como tú... 

Unos cuantos años después de que tus padres te acompañasen a esa primera fiesta a la que fuiste hecha un cuadro, te ves acompañando a tus hijos a la suya. Es el preciso instante en el que se conforma la imposibilidad de la cuadratura del círculo. Entonces repetirás exactamente sus pasos: te sentirás como la protagonista de una película americana viendo bajar a su hija por la escalinata camino de la fiesta de graduación, la obligarás a posar y hacerse 50 fotos (estimación a la baja) frente al árbol de Navidad, y la dejarás en la puerta de la fiesta pensando: "¡Pero si ayer mismo era un bebé!". Y cruzando los dedos para que no haga tantas tonterías como tú... 

10-10-2017 Autor: Raquel Córcoles
El 31 de diciembre es el día en que trasladas los propósitos de un año para otro. Como una mudanza. "Aprender portugués: traspasado al 2017. Dieta: mañana... o pasado". Miras bajo el colchón y haces balance. Y piensas que las uvas te están regalando una nueva página en blanco. Las nocheviejas forman parte del mosaico de personas, ausencias y lugares de tus recuerdos. Claro que no todas son memorables. Algunas fueron, son y serán bastante imperfectas...
Cuando revisas las fotos de tu primera Nochevieja lo ves claro: eras un despropósito. Pero en el momento, te imaginabas en una alfombra roja ensayando el discurso de los Oscar. Un 20% del agujero de la capa de ozono fue provocado por nuestra laca y teníamos los andares de un flamenco con tacones. Pero disfrutamos de esa primera salida consensuada hasta las seis de la mañana como si los mayas hubiesen acertado en sus pronósticos y llegase el fin del mundo.
En fin de año todo empieza tarde. En el mejor de los casos, consigues salir de casa a las dos de la mañana sorteando familiares. Y lo que tarde empieza, tarde acaba. Así que se han producido situaciones rocambolescas, como cruzarte con tus padres en el rellano a las tres del mediodía. Ellos pulcros y tú con pinta de necesitar ocho duchas, un tonel de ibuprofenos y hacer puente hasta el siete de enero. ¿Qué hiciste hasta el mediodía? Tus recuerdos no son coherentes. Pero sabes que inflamaste tu cuerpo de energía adolescente, disfrutaste, reíste... Y que en las fotos sales con gente que no conoces de nada.
¿Lo has notado? Es el antes y después. Cuando te das cuenta de que pagar con billete grande por una fiesta en la que vas a hacer cola por todo no merece la pena. Que comprar una entrada en noviembre, con esa antelación cargada de expectativa, no tiene sentido. Que hay pisos de alquiler más baratos en Madrid que esos cotillones. Y que lo que el cuerpo te pide, en realidad, es un plan que no implique andar para encontrar un taxi hasta Volgogrado.
Un plan que gana enteros a medida que el cuerpo gana años es abrazar el plan indoor: cena y fiesta en tu piso. ¿Las ventajas? Eliges el menú (estás legitimada como anfitriona para comer croquetas en las campanadas si gustas), eliges la música (estás legitimada como anfitriona para bailar la lambada encima de la mesa), eliges la hora de cierre y, lo más importante, eliges los invitados. Los inconvenientes los descubres el 1 de enero cuando te asomas a la cocina.
Llegar ligeramente ebria a la cena familiar de Nochevieja y saber disimularlo es un arte. Sentarte en la silla con rictus y expresión de aquiescencia mientras ayudas a pelar langostinos. Conversar con tu tía sobre los profiteroles manteniendo la compostura... Esa embriaguez prematura es el resultado de las cañas que se prolongan más de lo debido. Incluso se han dado casos de personas que directamente no han llegado a las campanadas.
Es posible que no hayas cogido ni un mísero catarro ni un ligerísimo dolor de cabeza en todo el año, pero el día 30 tus defensas empiezan a flaquear como la Armada Invencible. Así que ahí estás el día 31 con una bebida rehidratante, no porque vengas de correr la San Silvestre, sino porque en tu aparato digestivo se están generando fuegos artificiales. Y os digo una cosa: ver algunos programas de fin de año con fiebre es una experiencia que roza la psicodelia.
Por motivos laborales, personales o por elección propia, a muchos nos ha tocado pasar la Nochevieja algún año en otra esquina del mundo. ¿Cómo? Haciendo pularda al horno en el microondas, boicoteando al cava español pero por falta de existencias, suspirando por un primer plano de Anne Igartiburu y la capa de Ramonchu. Y a todos nos ha tocado explicar por qué nos ponemos a pelar uvas a las 11:50 de la noche de forma cuasi industrial y por qué ingerimos 12 piezas de fruta a la velocidad de una prueba de Humor Amarillo. Así, con la morriña a punto de hacernos explotar, muchos terminamos sintiéndonos como en casa, aunque estemos muy lejos de ella.
Ese beso cuando la última aguja del reloj cruza la frontera de las 12. Sí, ese... Ese maldito beso inmortalizado en un sinfín de películas y series (te odio Hollywood) nos llevó un año muy optimista a querer pasar la Nochevieja abrazados bajo la vaporosa luz de una chimenea. Lo que nadie te cuenta es que la velada nunca es tan exclusiva como planeaste porque te empieza a llamar gente con la que ni siquiera sabías que compartías árbol genealógico. A saber: conocidos de lejanísimas parrandas (tan lejanas que utilizabas la palabra parranda), tu madre llorando porque no estás, un exnovio borracho, una amiga que llora por su exnovio... Pero el beso lo tienes, eso sí.
Hay gente a la que le gusta ver en directo cómo la bola de latón desciende. Hay gente a la que le gusta sumergirse en el caos, en los abrazos colectivos, en la masa. Ser el personaje secundario necesario para la retransmisión televisiva. En definitiva, hay gente a la que le gusta ir a la Puerta del Sol de Madrid, a riesgo de perecer por aplastamiento.
¿Recuerdas a la perfección la Nochevieja de la actuación de Sabrina, verdad? Pues esta no va a ser memorable. Nos referimos a la Nochevieja bajonera, intrascendente, la de poner a dormir a los niños mientras escuchas una reposición de Sergio Dalma, la Nochevieja del bingo familiar aderezado con actuaciones vade retro. Mojar turrón en cava será tu mayor imprudencia. Pero también hay belleza en esas nocheviejas de alianza terapéutica con el sofá...
Cenar en un restaurante es otra de las opciones más elegidas por los españoles. El sueño cumplido de abandonar el delantal en una gasolinera sin mirar atrás. Pero son menús tan excesivos que esperas que, en cualquier momento, aparezcan los novios entre bastidores cogidos de la mano con acordes de Coldplay (o Celine Dion). Se han dado casos de llegar al sorbete de limón siendo agosto ahí afuera. Y no te confíes con el sorbete, que todavía vendrán cuatro platos más, los postres, el roscón, las uvas y la carretilla para remolcarte a casa.
Unos cuantos años después de que tus padres te acompañasen a esa primera fiesta a la que fuiste hecha un cuadro, te ves acompañando a tus hijos a la suya. Es el preciso instante en el que se conforma la imposibilidad de la cuadratura del círculo. Entonces repetirás exactamente sus pasos: te sentirás como la protagonista de una película americana viendo bajar a su hija por la escalinata camino de la fiesta de graduación, la obligarás a posar y hacerse 50 fotos (estimación a la baja) frente al árbol de Navidad, y la dejarás en la puerta de la fiesta pensando: "¡Pero si ayer mismo era un bebé!". Y cruzando los dedos para que no haga tantas tonterías como tú... 
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