vivir
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"La ley es siempre personal". Hasta ahora, habíamos visto a Diane Lockhart a la sombra de Alicia Florrick, la protagonista de The good wife. Pero lo cierto es que Diane siempre tuvo la misma luz, la misma entereza, mientras que las sombras se iban proyectando sobre la ética de Alicia. Con esta secuela, esa luz de secundaria de lujo ocupa el primer plano protagonista.
Al fin somos conscientes de que era Diane Lockhart y no Alicia Florrick el auténtico modelo de mujer. Una mujer hecha a sí misma, en ese competitivo mundo de machos alfa que es el de los abogados millonarios. Una mujer que renuncia al amor por proteger a su amor; que, al contrario que Alicia, nunca ha necesitado, ni para realizarse como profesional ni para realizarse como persona, apoyarse en ningún hombre.
The good fight comienza con el momento en que Diane se decide a comprarse una villa en la Toscana, para vivir su merecida y dorada jubilación. Anuncia en su firma que se retira. Y se dispone a cobrar su fondo de pensiones. Como todos los relatos comienzan con un cambio -habitualmente, con un cambio brutal-, ese dinero ha desaparecido. Junto con tantas otras personas que habían confiado su futuro a un especulador sin escrúpulos, Diane se encuentra en bancarrota.
Otros tiburones, sus propios socios, que llevaban años esperando ese momento, se desentienden de los problemas de su antigua colega. Por su parte, el resto de los bufetes de Chicago no están dispuestos a contratar a una persona mayor de 60 años. Por suerte, alguien le abre las puertas: se trata de Adrian Boseman, líder de una firma de abogados con mayoría de socios afroamericanos. Como Alicia, Diane hace de la crisis causada por un hombre una oportunidad vital. Como Alicia, Diane viste con elegancia y bebe vino tinto por las noches, en su casa y en su oficina. Pero ahí terminan los paralelismos.
The good fight, al contrario que su predecesora, no tendrá tensión sexual no resuelta. Hablará de género y raza sobre todo a partir de personajes fuertes e independientes, la mayoría mujeres. Si Pixar y Disney ya no confían en el amor para sus películas infantiles, es lógico que las series destierren la pulsión erótica cuando se trata de hablar en serio del mundo contemporáneo. Sobre todo, si el presidente es tan machista, racista y peligroso como Donald Trump.
En tan solo una temporada, The good fight (CBS) se ha convertido en una serie de referencia. El spin off de la brillante The good wife (CBS, 2009-2016) narra la reinvención de Diane Lockhart (Christine Baransky), tras abandonar su propia firma, en un bufete de abogados afroamericanos. En plena era Trump, la serie cuenta en tiempo real el convulso panorama actual de la política estadounidense.