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Gustavo Salmerón: "Cuando puse la cámara delante de mi madre, fue una revelación"

En primera persona Gustavo Salmerón cineasta "Cuando puse la cámara delante de mi madre, fue una revelación"

Hijo y madre durante el rodaje. Según ella: “Lo veía a todas horas detrás de mí con una cámara pequeña, muy poco profesional, y pensaba que no iba a llegar a ningún lado”. Se equivocó. / Mario Martín

GUSTAVO SALMERÓN

El actor y director escribe para Mujerhoy la historia de cómo descubrió en Julita Salmerón a un gran personaje. Su madre ha sido la musa inesperada de una película desternillante, multipremiada y completamente cierta. Un homenaje sin pudor a la mujer que le dio la vida.

>“A los que nos dedicamos a contar historias, nos conviene estar muy atentos al primer impulso creativo. Si además este impulso resulta una idea absurda e inútil, con mayor motivo debemos prestarle atención. Sí, con mayor motivo porque están directamente conectados con el juego y la infancia, que es el caldo de cultivo para la creación más personal. La infancia la pasamos con nuestros padres y hermanos, y la experiencia de rodar ' Muchos hijos, un mono y un castillo', con mi familia como protagonistas, ha sido para mí como un viaje de vuelta a la infancia.

“Muchos hijos, un mono y un castillo es un análisis de una generación, una búsqueda de mis orígenes y un homenaje a mi madre y a todala familia”

Cualquier expresión real y genuina delante de una cámara, da igual si es ficción o documental, produce en el espectador un magnetismo inmediato que le predispone a seguir mirando la pantalla y a desear saber más sobre ese personaje. Y esto tiene que ver con que el actor deje de ser actor pensante para ser solo humano presente; olvidándose de pensar en su expresión y simplemente dejándose llevar por cada instante. Esto, que parece muy fácil, resulta que muy pocos lo consiguen.

Cuando por primera vez comencé a rodar a mi madre, me di cuenta que tenía delante alguien con las cualidades necesarias para estar delante de la cámara y conseguir trascender. Fue una revelación la primera vez que coloqué un objetivo a menos de un metro de ella y comprobé que su naturalidad y espontaneidad eran propias de los grandes actores. Ese don se tiene o no se tiene, y ella lo tenía. Esto, sumado a su particular visión del mundo, su historia surrealista, su sentido del humor y su capacidad para hacerte imaginar, hacía de ella la protagonista ideal para esta película tan extraña y, a la vez, tan cercana.

Entre lo liviano y lo sagrado

Conviene, en pro de crear historias más poliédricas y con personajes más contradictorios, que las películas, aunque sean dramas, se traten como comedias y subyazca el humor que hay implícito en la vida. También las comedias conviene tratarlas como dramas, y para ello hay que tocar fondo con honestidad y mostrar sin pudor nuestra belleza y nuestra miseria. Sin temor ni expectativas.

Porque, como todo el mundo ha experimentado alguna vez, en la situación más trágica de la vida también aparece de manera espontánea la comedia. Muchas veces los tanatorios son fiel reflejo de esto. Por eso, Muchos hijos, un mono y un castillo es una comedia, aunque también es un drama. Es una crónica de la historia de España, un análisis de una generación, un relato, un diario, una búsqueda de mis orígenes y un homenaje a mi madre y a toda la familia.

“La historia surrealista de mi madre, su sentido del humor y su capacidad para hacerte imaginar han hecho de ella la protagonista ideal de la película”.

Comencé a rodar hace 15 años sin saber bien por qué, con un planteamiento disparatado, sin equipo, sin guion, sin una idea clara, solo impulsado por el placer que me proporcionaba ver a través del visor de la cámara a mi familia siendo y estando en todo su esplendor. Real, auténtica, sin artificios, como los grandes cómicos que con generosidad ponen al servicio de la historia sus partes luminosas y oscuras, y el tan preciado núcleo de su ridículo. Nunca les estaré lo suficientemente agradecido.

Y tuve suerte, porque a mi madre le importa bastante poco el juicio del otro, su conexión con el juego está tan arraigada que lo convierte en algo liviano, pero a la vez sagrado. En este caso, el juego era rodar una película. Y créeme cuando te digo que no es fácil rodar una película con tu propia madre. Inevitablemente, vas a descubrir y encontrar algunas cosas que no te gustan, pero también otras que desconocías, cosas que son muy bellas y te llenan de alegría.

Rodar a tu propia familia es un viaje al núcleo familiar apasionante. Siempre lo recomiendo a todo el mundo, aunque no tenga un fin comercial. Solo el hecho de grabar su historia ya tiene un componente muy beneficioso para cualquier familia. Porque al final lo creado nos habla de nosotros mismos y nos ayuda a entendernos.

Hijo y madre durante el rodaje. Según ella: “Lo veía a todas horas detrás de mí con una cámara pequeña, muy poco profesional, y pensaba que no iba a llegar a ningún lado”. Se equivocó. / Mario Martín

La vértebra de la trama

Y he tenido a los mejores compañeros de juego que se puede tener: mis queridos y talentosos hermanos. No puede haber sido más divertido haber crecido todos juntos.

Al otro extremo de la protagonista, y funcionando siempre como opuesto complementario, en la vida y en la película, se encuentra mi padre: un hombre previsor, paciente, equilibrado, sereno y constante. Gran referente para mí cuando atravesaba la incertidumbre de tantos años ante el lienzo en blanco. Pero gracias a la paciencia y la constancia heredada, ese vértigo causado por la falta de claridad e ideas resultó ser también fascinante.

Mientras avanzaba este viaje de autoconocimiento, el juego se revelaba en todo su esplendor, y la vida, que no está exenta de magia, me iba mandando señales, pistas directamente relacionadas con el tema central de la película: la luminosa e imprescindible muerte. ¿Y quién mejor para enviarme señales mágicas que mi bisabuela asesinada en la Guerra?

Gracias bisabuela Julia por iluminarme el camino para acabar la película. Gracias por dejarme usar tu vértebra para la trama, gracias por haber amado a mi madre durante su primer año de vida. Y, sobre todo, gracias por hacerme comprender que los bandos enfrentados se diluyen en el más allá, fundiéndose en un abrazo luminoso y eterno.

Madre e hijo recogieron eI Globo al mejor documental en el festival de cine de Karlovy Vary (Chequia). / Mario Martín

Estrellas del humor... y del amor

Podríamos decir que todo empezó con Pedro Almodóvar, que fue colocando a su madre, Francisca Caballero, en pequeños papeles humorísticos hasta elevarla a icono popular (para finalmente, dedicarle una película, 'Volver', que era un homenaje a todas las mujeres manchegas de su generación). Luego siguió con Paco León, que terminó convirtiendo a Carmina Barrios en una estrella del humor patrio. Y el último ha sido Gustavo Salmerón, en una película distinta e inclasificable, posiblemente entre las mejores de la década, que es supuestamente un documental, pero también un thriller, una comedia... y un poema de amor.

Julita Salmerón, a sus 82 años, no solo tituló con su gracia un filme destinado a renovar el cinema verité (' Muchos hijos, un mono y un castillo', el título de la película, que es la expresión literal de sus deseos cuando era joven), sino que finalmente le robó la película a toda la familia: protagonista absoluta de una historia real y delirante, como solo lo puede ser la vida, es imposible no mirar a esta mujer enorme en muchísimos aspectos, sobre todo en su complejidad y contradicciones, y dejarse vencer por su sabiduría e inteligencia emocional, por su alegría vital, por sus manías incontrolables, su apetito voraz y su talante variable. Es la reina indiscutible de una vida y sus contratiempos, mostrada sin pudor y con verdad, como solo el cine puede hacer si cuenta con un material de base así.

La película ha sido premiada: de Karlovy Vary a los Hamptons, pasando por los Goya o los Forqué. Julita, sus hijos, su castillo, sus animales (no solo el mono), su belén puesto hasta junio y su tenedor extensible para comprobar que su marido sigue vivo forman parte ya de nuestra memoria. Ella es de las primeras y más grandes madrazas de nuestro cine.

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