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Seamos optirrealistas, por: Espido Freire

No sé quién inició el rumor de que los gatos somos egoístas; posiblemente fue otro gato...

'Seamos optirrealistas', por Espido Freire / Sean Mackaoui

ESPIDO FREIRE

No sé quién inició el rumor de que los gatos somos egoístas; posiblemente fue otro gato, uno envidioso porque no hay peor enemigo que el que quiere quitarte tu sitio en el sofá, tu rascador (o tu esquina del sofá preferida) y tu merecida ración de latita. Los gatos no somos egoístas: estamos centrados. Si lo fuéramos, no nos preocuparía que los humanos vivieran cada vez mejor, y a mí, en particular, me interesa muchísimo que eso sea así: en particular, mi humana, a la que he cogido mucho cariño, con los años, y a la que me ha costado un mundo educar a mi gusto.

Entre los libros que últimamente lee ella se encuentra un (grueso) ensayo de un profesor de Harvard, Steven Pinker, que defiende que, pese a que otras teorías dicen lo contrario, el mundo ha mejorado en los 200 últimos años, de la mano de la Ilustración, la ciencia y el progreso. Los seres humanos viven por más tiempo y mejor, comen mejor, se enfrentan a menos violencia y la tecnología ha logrado avances casi imposibles. Pero ellos no lo ven así: atrapados por su día a día, idealizan un pasado que nunca existió, se sienten en peligro, y sufren porque se ven en el borde de un abismo.

Ahí fuera, lejos de mi cómoda casita, el mundo no es perfecto. Todos los fantasmas que ven los humanos continúan vagando en el aire, las desigualdades, las guerras y el hambre, la lentitud a la hora de consolidar lo bueno y desechar lo malo perduran: pero los datos, analizados sin alarmas ni mirada empañada, indican que podemos ser optimistas, y aún así, pedir lo imposible. O, como dice el autor, podemos ser optirrealistas.

Si yo hubiera estado allí mientras Pinker redactaba su (muy largo) libro, le hubiera hablado de mi caso: de cómo las gatitas hemos pasado de ser animales diabólicos y despreciados, perseguidos y torturados, a encontrar un lugar dentro de las casas, a que nos vacunen y cuiden; y tras siglos de indiferencia, cada vez más personas se preocupan por los seres vivos no humanos, la naturaleza y los animales salvajes, incluso los sufridos animales de granja. ¿Quién lo hubiera dicho, quién lo puede decir en otros lugares del mundo en los que la Ilustración ni siquiera rozó las mentes y la cultura?

Yo, lo repito, no soy egoísta: está comprobado que vivir con un animal mejora el estado de ánimo y la calidad de vida. De manera que cumplo con mi parte de mejorar el mundo con un esfuerzo que casi nadie valora. Vivo lo mejor que puedo para dar ejemplo e impulsar las estadísticas hacia el lado correcto. Soy una gatita ilustrada: una pionera. En 200 años, todos los gatos seguirán mis pasos. Si es que no los están siguiendo ya.

La buena noticia

El libro al que 'Lady Macbeth' hace alusión es 'En defensa de la ilustración', Steven Pinker (Ed. Paidós).

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