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Iniciar sesiónUn regalo hecho a mano esconde algo aparentemente insuperable: alguien ha pensado y creado algo para ti. Y se ha tomado su tiempo. Mucho. Puedes encontrar a estos artesanos de la amistad y del amor en las ferreterías y papelerías cada inicio de diciembre. Eso sí, además de laboriosos y entregados, los regaladores manitas son miembros de la SGAE que buscan un reconocimiento explícito de sus derechos de autor. A perpetuidad. Ahí sigue, por ejemplo, ese cenicero de barro que le regalaste a tu padre, que nunca ha fumado, en 1988.
Raquel Córcoles/Textos: Lucía TaboadaEn un capítulo de la serie Gossip Girl, uno de los protagonistas le regala nieve a su pareja porque ella sueña que Nueva York se cubra de blanco el día de Navidad. Para cumplir su deseo, traslada por media ciudad una enorme máquina de nieve artificial y se planta en su casa a lanzar copos. Eso es un “detallista” con recursos. Para ellos, los regalos navideños descansan sobre la idea de la enormidad. Nunca es suficiente, siempre se puede hilar más fino o conmover más. Así que desiste, no intentes ponerte a su altura. La reciprocidad en el detallista solo se ve consumada si tú también lo eres… y no, no lo eres. Asúmelo y disfruta de su sentido operístico del detalle en vez de sentirte abrumada.
Raquel Córcoles/Textos: Lucía TaboadaTambién hay regaladores ego... de ególatras. Ya sabes, regalos que en realidad te gustaría hacerte a ti mismo. Algunos pueden ser muy explícitos: por ejemplo, si le regalas a tu novio un vestido de tu talla, o si él te regala a ti una maquinilla de barba con cinco cabezales, igual os habéis pasado de la raya. Pero hay otros auto-regalos mucho más sutiles. Pasa con los libros, que “misteriosamente” terminan en tu mesilla de noche y no en la suya; con la música, con los viajes y, por supuesto, con los restaurantes. Regalar comida y bebida es, en cualquier caso, una idea magnífica. Todo para dos, por supuesto. Así, lo peor que te puede pasar es que al otro no le guste el menú y tengas que comer por dos. O que no le guste la botella de vino y acabes con una resaca al cuadrado.
Raquel Córcoles/Textos: Lucía TaboadaEl usuario @superfalete tuiteó hace unos años: “Mirra significa en hebreo calcetines”. También podría significar pijama. En el mundo hay personas que nunca se han comprado un pijama y van enlazando modelos de seis de enero en seis de enero: “¡Qué bonito pijama!”.“Gracias, es de las Navidades de 1998. Un buen año para la franela”. Lo curioso del caso es que, dentro de la especie “regaladora de calcetines”, suele haber individuos que se atraven a torcer el gesto si tu osas pagarles con la misma moneda. Su sentido práctico a la hora de hacer compras es inversamente proporcional a su expectativa a la hora de recibir tus dádivas. Por otro lado, hay parejas de las que puedes adivinar el tiempo que llevan juntas por la cantidad de calcetines que se regalan. Ninguno: menos de 10 años. Un par de calcetines: 10 años. Un paquete con cinco pares de calcetines: 20 años. Una visita conjunta a El Planeta del calcetín: bodas de oro. Y así, hasta el final.
Raquel Córcoles/Textos: Lucía TaboadaLo mejor de un regalo ocurre dentro del paquete, cuando solo es una posibilidad, cuando intentas averiguar qué se esconde dentro –aquí siempre aparece el gracioso de turno diciendo “¡Es un coche!”, ante un pequeño paquete rectangular–. El caso es que si regalar es un don, fingir que te gusta un regalo es una destreza a su altura. ¿Cuántas veces las ofrendas se acaban convirtiendo en afrentas? Los directores de casting deberían pasarse por las casas “normales” cada 25 de diciembre para seleccionar cantera actoral. Entre las excusas pasivo-agresivas de un regalador desganado: “Como tienes de todo...”; “Es que eres tan difícil de regalar...”. Pero el susodicho siempre puede recurrir al sincero y demoledor: “Tranquilo, lo que cuenta es la intención”.
Raquel Córcoles/Textos: Lucía TaboadaSi hubiesen tirado de Amazon, Sara y Jonathan jamás se hubiesen conocido en la película Serendipity. Nunca se habrían peleado por esos guantes negros en unos grandes almacenes el día de Nochebuena. Con Amazon, como mucho, puedes ligar con algún bot hospedado en un servidor de Nevada. Lo peor de comprar por internet es esa despersonalización en el acto de búsqueda del regalo, pero especialmente lo de estar en casa a la hora de recibir el paquete. Lo mejor, es todo lo demás. Para empezar, no pones en riesgo tu integridad física. Todavía hay padres amontonados en los mostradores de algunas jugueterías desde hace tres navidades. A todos les dijeron en su momento que los peluches de La Patrulla Canina estaban al caer. Y ahí siguen.
Raquel Córcoles/Textos: Lucía TaboadaEl mismo novio que me regaló una postal sin escribir, me dejó bajo nuestro primer árbol de Navidad una lámpara de lava. Yo agradecí su esfuerzo por mejorar la iluminación de mi habitación, pero un regalo que hablase más de nosotros me habría hecho más ilusión. No es fácil. ¿Dónde poner el límite en la grandilocuencia en los regalos de pareja? Hace unos años se puso de moda regalar estrellas. Desde astros pequeños, hasta supernovas. La estrella en cuestión se paga, se bautiza, y todo queda sellado con un certificado y un mapa estelar. El problema de esta dádiva estratosférica es que es imperecedera; y claro, una lámpara de lava se puede meter en el altillo, pero a ver qué haces con una estrella de la Vía Láctea que se llama “Mi gordi”. En alemán, drachenfutter significa ese regalo que llega tras una discusión, la ofrenda de la paz. Deberíamos buscarle también un nombre a esa agonía de querer a alguien y no tener ni la más remota idea de qué regalarle.
Raquel Córcoles/Textos: Lucía Taboada