vivir
vivir
Del nacimiento a la madurez, una mariposa ha de atravesar grandes cambios fisiológicos: huevo, larva, crisálida e imago. Una vida exprés que, en esencia, se diferencia de la metamorfosis del cuerpo humano en su cronología.
El lepidóptero se extingue en un mes; una mujer puede rozar el siglo. En cada peldaño, mujeres e insectos hemos de emprender nuestra propia y minúscula revolución. Una conquista por la identidad y el espacio de la que ni siquiera una estrella como Jane Fonda –mito sexual, feminista, madre, activista política, exreina del aerobic, exbulímica, ganadora de dos Óscar, exesposa de multimillonario...– puede librarse.
En la infancia nada está hecho excepto, tal vez, el daño: Jane Fonda sufrió abusos sexuales y supo del suicidio de su madre por una revista de cine. De su resiliencia da fe su tercer acto.
En diciembre cumplió 81 años y dice que de todas sus encarnaciones –y cortes de pelo– la actual es su favorita. Una etapa en la que, por fin, se ha curado de “la enfermedad de querer complacer”, sigue tomando vodka con hielo, triunfa en una de las mejores comedias de Netflix y los fines de semana hace activismo puerta a puerta para dialogar con los votantes de Trump. Así es su imago en plenitud. Y sigue.
No te pierdas...
-El álbum íntimo de Theresa May: la mujer que no cree en los unicornios