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Luca Guadagnino revisó en 2015 el clásico francés de Jacques Deray, La Piscine, que protagonizaron en 1969 Alain Delon y Romy Schneider. Y lo hizo situando la escena en una villa de la isla italiana de Pantellería y dejando que del escapismo visual que debía respirar el armario de la protagonista, Tilda Swinton, se encargara Raf Simons, que por aquella época era director creativo de Dior. El resultado fue una traducción del minimalismo nórdico que el diseñador estaba practicando en la casa parisina, adaptado a las necesidades vacacionales de una convaleciente cantante de rock. Cortes asimétricos, vestidos en tonos crudos y un modelo de gafas de sol realizados en exclusiva para la película fueron el resultado.
El diseñador de origen español fue el abanderado de la moda futurista que a mediados de los sesenta creaba tendencia. Su saber hacer y el dominio de los materiales menos convencionales hasta la época (el metal y el plástico) le convirtieron en el adecuado para imaginar el armario de la heroína galáctica a la que dió vida Jane Fonda en 1968.
La historia con tintes surrealistas sobre la doble vida de una mujer burguesa con oscuras fantasías eróticas fue el comienzo de una fructífera relación creativa para Luis Buñuel y Catherine Deneuve. Otro gran amigo de la actriz, Yves Saint Laurent, fue el responsable de su vestuario, elegante y atemporal, compuesto por abrigos y vestidos en silueta recta, algunos de inspiración monacal. Para la anecdota quedan los zapatos, de los que se encargó Roger Vivier: unas sencillas merceditas con hebilla metálica que hoy se siguen produciendo bajo en nombre de Belle Vivier.
Kate y Laura Mulleavy, las hermanas detrás de la firma norteamericana Rodarte, nunca han ocultado su pasión por el séptimo arte. De ahí que la colaboración con el director Darren Aronofsky para crear el vestuario del thriller psicológico Cisne Negro fuera algo hecho a su medida. Las siete piezas realizadas para Natalie Portman revisitaban el vestuario de El lago de los cisnes desde un punto de vista fantástico y naif, mezclando los tutús de las bailarinas de ballet clásico con matices inspirados en los cuentos de hadas.
Probablemente sea una de las escenas más famosas de la historia del cine y una referencia estética que a pocos se les escapa. El vestido negro con el que Audrey Hepburn paseaba por la Quinta avenida neoyorquina frente al escaparate de la mítica joyería y que fue diseñado por el amigo íntimo de la actriz, Hubert de Givenchy en 1961, ha llegado a ser expuesto en museos (el el Museo del Traje de Madrid hay una de las varias copias que se hicieron para el rodaje) y en 2007 fue subastado en Christie's por 700.000 €.
Casi mil prendas diseñó el francés para esta película futurista rodada por Luc Besson con Milla Jovovich y Bruce Willis al frente. Tejidos y colores de todas la variedades, patrones inesperados (como el famoso body blanco de tiras de Jovovich) con un acabado llamativo y distópico. Un personal homenaje en clave pop a cintas clásicas del género de ciencia ficción como Metropolis o Blade Runner.
Los voluptuosos y alocados años veinte, pasados por el filtro pop del director Baz Luhrmann resultaron ser fuegos artificiales en la gran pantalla. Para apoyar este despliegue estético, el vestuario de Daisy Buchanan, interpretada por Carey Mulligan, recayó en manos de la siempre iconoclasta Miuccia Prada, que adaptó casi cuarenta diseños del archivo histórico de sus colecciones de Prada y Miu Miu para darles un giro inspirado en la estética de las flappers. ¿El resultado? Muchos flecos, maxi lentejuelas y cortes rectos de vestidos por la rodilla.
El coqueteo de Gabrielle Chanel con el cine comenzó en los años 30, con una oferta que, como diría el mismísimo padrino Vito Corleone, no podría rechazar. Nada menos que un millón de dólares de la época por viajar a Hollywood, invitada por el magnate Samuel Goldwyn, y vestir a algunas de las actrices más importantes de los estudios, tanto para sus películas como para sus apariciones en público. A pesar de tener a Marlene Dietrich, Claudette Colbert, Greta Garbo o Katharine Hepburn rendidas a sus pies, la francesa no supo adaptarse y regresó espantada a Francia. Fue en su patria cuando, en 1961 recibió el encargo de crear el vestuario para la protagonista de El año pasado en Marienbad, una cinta de vanguardismo francés en el que pudo plasmar su pasión por el negro, los vestidos sastre y, por supuesto, los collares de perlas.