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Lo que de verdad estás pagando cuando te descargas una app gratuita

Aunque no haya que pagar por instalarlas, las aplicaciones para móviles tienen un precio en información personal...

Todos deberíamos analizar si los permisos que pide una app son necesarios. / getty

SARA BORONDO

Nadie da duros a peseta, tampoco en los tiempos de los smartphones. Todas las aplicaciones que instalamos en los móviles tienen coste, ya sea con un modelo premium (cuando pagamos por utilizarla) o freemium (con anuncios o permitiendo el acceso a información del teléfono). ¿La razón? “Salvo los servicios públicos, el desarrollador busca un beneficio, aunque solo sea para afrontar los gastos de tener activa la app”, explica Ruth García, del Área de Ciudadanos del Instituto Nacional de Ciberseguridad (Incibe).

¿A quién das tus datos?

La legislación europea sobre protección de datos es una de las más estrictas del mundo y establece que es imprescindible el consentimiento del propietario para archivar, tratar o vender su información. Pero eso es lo que probablemente hacemos cuando al instalar una app aceptamos, sin haberlos leído, los términos y condiciones de uso y damos permiso para que acceda a mensajes, ubicación, contactos, cámara, SMS o micrófono. “Es importante revisar las condiciones y términos legales del servicio, porque así sabremos qué se está haciendo con los datos que vamos a facilitar”, señala Ruth García.

Es posible que aceptemos que archiven, vendan o traten nuestra información cuando aceptamos las condiciones de uso sin leerlas.

A su juicio, hay que analizar si los permisos que pide una app son necesarios. “En un juego, por ejemplo, ¿tiene sentido que acceda a la conexión a internet? Posiblemente sí, porque te permite jugar online con otros usuarios. ¿Pero tiene sentido que pueda enviar o recibir SMS? Pues a lo mejor no. Los usuarios tenemos que decidir qué permisos otorgamos”, señala. En este sentido, algunas aplicaciones no funcionan si no se les da el acceso a todo el contenido que piden, por lo que hay que evaluar si compensa o no dárselo. El verano pasado fue muy popular la aplicación Face App, que envejecía la imagen de alguien cuando la subíamos. Los servidores donde se almacenaban las imágenes estaban en Rusia –fuera del ámbito de la legislación europea– y los términos de uso permitían su cesión a otras empresas. Otras app, por ejemplo, piden utilizar los contactos de e-mail, en algunos casos será para añadirlos a listas de publicidad, pero en otros pueden así acceder a nuestros datos para intentar cometer fraudes personalizados.

Cómo revisar los permisos

Si ya tienes la app instalada, puedes comprobar qué permisos tiene: puedes entrar en Ajustes y luego en Aplicaciones para ver a qué tiene acceso cada una, o ir a Permisos y ver qué aplicaciones pueden controlar el almacenamiento, el calendario, los contactos, la cámara, el micrófono, los registros de llamadas, los SMS, los sensores corporales, el teléfono o la ubicación.

Normas de higiene digital

Instalamos aplicaciones en el móvil porque están de moda, porque nos interesan… y ahí se quedan. Ruth García experta del Incibe, recomienda seguir una higiene digital: repasar periódicamente las apps y eliminar las que no utilicemos. Si en el futuro las necesitamos, solo hay que volver a descargarlas. Así el dispositivo funcionará mejor y más rápido, pero también es cuestión de seguridad, ya que una app puede ser vulnerable a ataques informáticos si quien la desarrolló no la ha ido protegiendo frente a fallos de seguridad. “Si no la utilizamos, es mejor desinstalarla; si no, utilizar siempre la última versión actualizada”, dice la experta.

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