Los pueblos con más encanto de España
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Hablar del patrimonio histórico, cultural y natural de Navarra es hacerlo de una de las regiones más ricas e interesantes de nuestro país. De Pamplona y sus famosos San Fermines a los históricos sitios de Roncesvalles, Estella o Tudela; de la sobrecogedora Selva de Irati, al Valle del Roncal o las Bardenas Reales, pasando por el mágico Valle del Baztán o las cuevas de Zugarramurdi. Nos faltan días en el calendario para poder visitar todos sus rincones, pero sin duda hay una parada obligatoria cuando viajamos al Reyno: Olite.
Su impresionante castillo preside esta histórica villa medieval, cuna de los Reyes de Navarra, pero a pesar de su robusta silueta, en realidad se trata de un Palacio Real, ya que su fin era recreativo y no militar. Sea como fuere, esta construcción extravagante de estilo gótico, que combina elementos típicos de la arqutectura francesa con la decoración mudejar, no solo es uno de los más imponentes de Europa, también es uno de los mejor conservados.
Sus cámaras reales con ventanales abocinados, su patio del naranjo, su jardín colgante, el de la Pajarera y el de la Morera, sus torres (del Homenaje, de las Tres Coronas y de los Cuatro Vientos), su pozo del hielo... Nada mejor que hacer una de las visitas guidas por 'intramuros' para descubrir sus secretos seculares o, si prefieres disfrutar de la experiencia palaciega completa, puedes alojarte en el Parador de Turismo de la ciudad, alojado en la zona conocida como Palacio Viejo.
Pero más allá de su imponente Palacio Real, el casco histórico medieval de Olite merece unos cuantos paseos por sus rúas que nos transportan a otros tiempos para enamorarnos de sus casonas solariegas adornadas con blasones, sus murallas romanas, sus arcadas góticas, sus palacios renacentistas y barrocos, su señorial Ayuntamiento en la plaza de Carlos III El Noble (accede por la Torre del Chapitel), su animada Plaza Mayor (busca una terraza al sol y disfruta de la gastronimía y los caldos de la tierra).
Mención especial merecen las iglesias de esta villa histórica. La de San Pedro, en la Rúa Mayor, que mezcla armoniosamente los estilos románico, gótico y barroco, y destaca por su Torre de la Aguja, su claustro de mediados del siglo XIII y su impresionante retablo mayor. Y, sobre todo, la de Santa María la Real, uno de los mejores ejemplos del gótico en Navarra con influencia de los talleres parisinos, con un original atrio exento de arquerías góticas, un impresionante rosetón, sus coloridos mosaicos decorads con la policromía original (se rescató tras una restauración el siglo pasado), o su retablo renacentista presidido por una talla gótica de la Virgen y una imagen del Cristo de la Buena Muerte, en el que se mezclan influencias de las pintura flamenca e italiana.