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Martina Navratilova: "Siempre voy a molestar a alguien, no importa lo que diga"

Los títulos y la polémica siempre la acompañaron. Ahora, la legendaria campeona de tenis se posiciona en el debate sobre los derechos de la mujer en el deporte.

La tenista Martina Navratilova.

DECCA AITKENHEAD

Martina Navratilova estaba tan perpleja cuando la gente empezó a llamarla “terf” que tuvo que googlear el término para saber de qué iba todo aquello. La ex número 1 del tenis femenino y veterana activista LGTB había visto un tuit que proponía que cualquier persona que se identificara a sí misma como mujer debería poder competir en el deporte femenino. Navratilova no se consideraba precisamente una experta en políticas transgénero, pero jamás pensó que su respuesta “en caliente” iba a ser tan controvertida. “No puedes simplemente proclamarte mujer y competir contra mujeres. Tiene que haber unos estándares”, replicó. Y a continuación vino una verdadera avalancha. “Estás tan llena de odio”, “eres una ignorante”, “eres una tránsfoba”, “eres una terf”. “Yo me preguntaba ¿qué cojones es eso?”, recuerda. El acrónimo terf [del inglés trans-exclusionary radical feminist], es el insulto de moda para casi todo el mundo que no comulgue con las políticas del activismo trans. Navratilova alucinaba. Así que se disculpó por cualquier ofensa que hubiera podido causar con su comentario, borró su tuit y se despidió diciendo: “Dejad que me eduque un poco sobre este tema y vuelvo con vosotros”.

Todo esto ocurría en diciembre de 2018. Cuando nos encontramos, este verano, llega a la cita con la prisa de quien vive en los aeropuertos. Y de hecho apenas acaba la entrevista sale corriendo hacia el más cercano. A los 62 años, reside en Florida con su esposa y sus dos hijastras, y trabaja como comentarista de tenis por todo el mundo.

De la pista central a la televisión

Para muchos profesionales del deporte, cualquier cosa que hagan después de retirarse de la competición es como un segundo plato, pero no para Navratilova. “Solo es diferente. Si pudiera seguir jugando a un nivel competitivo y ganar, lo haría, pero la verdad es que me alegra no poder. Para mí, la vida es como unas largas vacaciones del tenis. Por ejemplo, no tengo que preocuparme por esto”, dice señalando las fresas con nata que se está comiendo.

Toda mi vida he luchado por las causas justas, si veo algo injusto, lo digo”.

Tengo curiosidad por saber cómo vivió ese paso a ser comentarista deportiva, pero ella se ríe cuando le pregunto si practicaba frente a la televisión o algo así. “Qué va, simplemente comentas lo que ves. Mejoré cuando entendí que no se trata solo de cuándo decir algo, sino de cuándo no decirlo. Prefiero hablar menos pero comentar cosas que la gente no pueda encontrar en Google. Me gusta explicar al público por qué está pasando lo que sucede y no dar solo datos y estadísticas”.

El año pasado, la excampeona descubrió que la BBC le estaba pagando a su compañero comentarista, un tal John McEnroe, “al menos 10 veces más” que a ella. El dato se conoció porque la compañía se vio obligada a hacer públicos los salarios de sus estrellas. “Nos habían dicho una cosa, pero cuando los datos salieron a la luz vimos que todo era diferente”. ¿Se solucionó el tema del pago entonces? “Una vez que se descubrió la verdad, lo arreglaron, claro. Me pagan lo mismo por aparición (o como quieras llamarlo). Ahora estamos en igualdad de condiciones”, reconoce.

Habiendo abogado por la paridad en los premios para las mujeres deportistas y militado en la defensa de los derechos de la comunidad gay, Navratilova debe sentir que ha estado siempre en el lado correcto de la historia. Sin embargo, las acusaciones de la comunidad trans por su polémico tuit la han colocado en un lugar incómodo para cualquiera. Me pregunto por qué decidió meterse en un tema del que era evidente que saldría escaldada. “Ya. Mi mujer me dice: “¿Por qué tenías que meter la nariz en eso? –asegura sonriendo–. La verdad es que no tengo vela en ese entierro. Pero no puedo evitarlo. Toda mi vida he intentado luchar por las causas justas. Así que cuando veo algo que considero que no es justo, tengo que decir algo”.

Un poco más tarde, ese mismo mes, compruebo cómo ha intentado “educarse a sí misma” en el tema trans y vemos el documental The trans women athlete dispute, en el que participa y debate sobre su posición. Para Navratilova, el debate está dividido básicamente en dos categorías: deportistas trans autoidentificadas como mujeres y aquellas que se han sometido a una transición médica. “Para mí, la autoidentificación no es suficiente en el deporte. Sí, puedes participar. Pero no puedes competir a un nivel superior como mujer solo porque te sientas una mujer. Respeto su sentimiento al 100%, pero todavía tienes un cuerpo masculino que no ha sido modificado en absoluto”.

La parte más complicada para Martina se encuentra en la segunda categoría. La jugadora estadounidense Renée Richards se sometió a una cirugía de reasignación para competir como mujer en 1977. Se convirtió en un símbolo para las deportistas trans y, después de retirarse, en la entrenadora y buena amiga de Navratilova. Sin embargo, Richards reflexionó años después sobre cómo hubiera sido hacer la transición a los 20 años, no a los 40: “Ninguna mujer en el mundo habría podido llegarme a los talones. Y por eso he reconsiderado mi opinión”, dijo. Cuando la cito, Navratilova asiente: “Ese es precisamente mi punto de vista. No quieres que las mujeres y las niñas entren en una carrera deportiva pensando: “ Estoy compitiendo por el segundo puesto, porque esta mujer antes era un hombre. No tengo ninguna oportunidad”. ¿No se elimina la ventaja de las mujeres trans por la reducción obligatoria de la testosterona? Navratilova sonríe: “Bueno, esa es la pregunta del millón de dólares”.

¿Cuestión de testosterona?

Diferentes organismos deportivos imponen distintos niveles máximos de testosterona. Pero incluso uno de los más bajos, el de la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) “sigue siendo cinco veces mayor que la testosterona que tengo yo ahora”, afirma la extenista. Un entrevistado en el documental argumentó que las deportistas trans que cumplen con las normas no disfrutan de más de un 5% de ventaja. “No parece mucho —dice Navratilova—, pero lo es todo. Digamos que juegas al fútbol y necesitas correr 10 metros hacia la pelota. El 5% es medio metro, eso quiere decir que siempre vas a llegar primero, medio metro por delante. Te dicen: “Puedes compensar eso con entrenamiento y tu propia habilidad”. Pero no, no puedes “aprender velocidad” y llegar al balón primero. No importa lo buena que seas; si la otra jugadora llega primero siempre, siempre tendrá el balón y siempre estarás jodida”.

¿Pero no tienen que competir todos los deportistas con las ventajas genéticas de sus rivales del mismo género? “Yo puedo competir con jugadoras más altas. De hecho, juego contra mujeres más altas. Y si entran al gimnasio y son más fuertes, también lo hago. Pero los hombres pueden hacer 10 dominadas fácilmente. Cuando estaba en mi mejor forma, yo también podía hacerlas. ¿Pero sabes lo que nunca pude hacer? Levantar pesas de más de 100 kilos. Conozco a una mujer transgénero que tiene 40 años, no entrena y está en plena transición y todavía puede levantar fácilmente más de 100 kilos”, relata. Le pregunto qué opina sobre el argumento de que la ventaja física de los hombres no es biológica sino cultural. “Eso he oído. Que si las mujeres compitieran durante 100 años como los hombres, estarían al mismo nivel. No -dice impacientemente—. No es físicamente posible. Eso ni siquiera es un argumento, es una tontería”.

Una selección injusta

Para terminar de complicar las cosas, recientemente la IAAF determinó que la corredora sudafricana Caster Semenya no podrá correr en pruebas de más de 400 metros a menos que tome medicación para bajar sus niveles de testosterona. Semenya es una mujer nacida con una condición llamada hiperandrogenia, por la que produce naturalmente niveles elevados de testosterona. Un artículo en el British Medical Journal describió el fallo como “anticientífico”, citando la escasa evidencia acerca de los efectos de dicha testosterona y considerando el proceso arbitrario. La propia Navratilova condenó el fallo porque Semenya había “nacido así”. ¿Y las mujeres trans no podrían aducir que “nacieron así”, en el cuerpo de un hombre? “Pero ellas han tenido que hacer cosas [para convertirse en mujeres]. Caster nació así. Ser transgénero es diferente a padecer hiperandroginia, así que cualquier decisión que hubieran tomado no puede aplicarse a las atletas trans. No es la misma categoría. Lo de Caster es una anomalía, ella es una excepción. Mientras que cualquier hombre...”. ¿Podría identificarse como mujer si quisiera? “Bueno, por supuesto eso no va a pasar, pero es un riesgo potencial”.

Luces y sombras en la pista de tenis

Navratilova nació en lo que fue la Checoslovaquia comunista y creció en una sociedad tan monocultural que casi no sabía que existiera la homosexualidad hasta que tuvo su primera experiencia sexual. “Había cumplido 18 años y fue con una chica. “Oh, así que esto era” me dije. Creo que si hubiera sido una niña de estos tiempos hubiera descubierto que era gay mucho antes”, recuerda. Habiendo sido la típica niña “masculina” que se negaba a usar faldas o a dejarse el pelo largo, no puedo evitar la pregunta: ¿si tuviera 10 años en la actualidad, se preguntaría si preferiría ser un niño? “Si tuviera 10 años ahora, sé que habría gente que me diría: “Tal vez naciste chico, solo que tienes el cuerpo de chica”. Pero sé que yo no habría seguido ese camino. Siempre he sabido lo que quiero y lo que soy. No se puede juzgar de manera general porque cada experiencia es diferente. Cualquiera que sea la manera en que te identifiques a ti misma, sea como sea, está absolutamente bien. Pero eso no tiene nada que ver con competir profesionalmente en un deporte”.

Escapé de mi país porque no podía expresar mis opiniones sin sufrir consecuencias”.

Tras participar en el documental, le pregunto si está preparada para un nuevo embate de la comunidad trans. “Yo podría seguir totalmente las reivindicaciones trans y decir que todo el mundo pueda competir por igual, pero entonces muchas mujeres me odiarían. Siempre voy a molestar a alguien, no importa lo que diga. Pero así es como soy y, dicho sea de paso, escapé de mi país porque no podía expresar mis opiniones sin sufrir las consecuencias. Si ahora la gente me ataca, es lo que hay, sin más”.

Si a algo está acostumbrada esta mujer capaz de ganar 18 títulos del Grand Slam (fue nueve veces campeona de Wimbledon) es a ser atacada. Hoy goza del estatus de leyenda internacional, pero durante mucho tiempo en su vida no fue así. Cuando desertó y se fue a Occidente, a los 18 años, el recibimiento del público norteamericano no fue precisamente cálido. No entendían ni su aspecto ni su estilo agresivo. La clasificaron como la “bestia soviética”, que rivalizaba con la “belleza americana” Chris Evert. Y cuando salió del armario en 1981, sus patrocinadores simplemente cancelaron sus contratos. La gente la abucheaba en las canchas.

Ahora, en cambio, es celebrada por su activismo a favor de la comunidad LGTB y desde 2014 está felizmente casada con Julia Lemigova, una empresaria que fue Miss Unión Soviética. Pero las corrientes más reaccionarias ganan votos en varios países. Poco antes de nuestro encuentro, dos jóvenes lesbianas fueron atacadas en Londres. ¿Le preocupa el giro que se está produciendo? “Vamos por el buen camino, aunque hay ciertas regresiones. Eso incluye a gente que cree que está bien golpear a otras personas por su orientación sexual. La manera en que a la gente le importa la vida de los demás es enfermiza. ¿En qué diablos te afecta a ti si mi pareja tiene pene o no? “Hemos avanzado, pero aún nos queda mucho por recorrer”. ¿Cree que si un jugador o jugadora de tenis saliera del armario hoy mismo perdería algún contrato? Se ríe. “En absoluto. De hecho es probable que tuviera mejores propuestas”.

Redefinición de la igualdad

A pesar de los cambios, el mundo deportivo dista de ser perfecto. Para empezar, señala Navratilova, la cobertura televisiva sigue siendo ampliamente favorable para el deporte masculino. ¿Pero no es justo que los tenistas tengan más cobertura en sus partidos si permanecen en la cancha durante bastante más tiempo? “Los hombres deberían jugar a tres sets. ¿Quién diablos quiere quedarse sentado allí durante cinco horas? De vez en cuando hay algún partido espectacular, pero hasta lo bueno empacha. Tal vez todos deberíamos jugar a dos sets de tres hasta los cuartos de final y luego a cinco sets las semifinales y la final”.

Tras toda una vida militando por la igualdad, ¿cómo se siente ahora que se le acusa de estar en “el lado equivocado de la historia”? “También hay gente que piensa que estoy en el lado correcto. Pero eso nunca ha sido el problema para mí. Veamos cómo se desarrollan las cosas. No sé hacia que lado tiraremos, pero sí que, si aceptamos la autodeterminación de género como el único factor determinante en esto, la participación de las mujeres en todos los deportes, tal como la conocemos, llegará a su fin. Tal vez no en los próximos cinco años, pero sí en los próximos 50”.

21 de marzo-19 de abril

Aries

Como elemento de Fuego, los Aries son apasionados y aventureros. Su energía arrastra a todos a su alrededor y son capaces de levantar los ánimos a cualquiear. Se sienten empoderados y son expertos en resolver problemas. Pero son impulsivos e impacientes. Y ese exceso de seguridad en sí mismos les hace creer que siempre tienen la razón. Ver más

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