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Todo adolescente, de un modo u otro, se pregunta quién es. Dudar sobre la vida que se desea y la búsqueda de una identidad sexual marcan el principio de este periodo que adquirirá sentido años más tarde, en la juventud. La identidad sexual es una construcción psíquica que determina a la persona y le hace tomar una posición frente a sus deseos, ya sea en relación a lo que quiere con otro o a lo que quiere para sí. Se trata, en fin, de desear y de ser objeto de deseo. Todo ser humano ha de ser capaz de integrar estas opciones en su personalidad, deben cambiarlo todo sin dejar de ser ellos mismos.
Es importante entender que este proceso puede ser largo y estar jalonado de dudas. En ocasiones, ESA duda se refiere a si se ha elegido bien y si conviene cambiar. Durante la construcción de la identidad sexual, que se consolida en la adolescencia, se sortean y resuelven varios conflictos. El miedo a que el encuentro con el sexo opuesto descubra fragilidades y la necesidad de resolver la relación con los progenitores hacen del adolescente la persona que más se debate en la incertidumbre.
Carlos escucha lo que Adrián le cuenta, asombrado por la facilidad que su amigo tiene para ligar. Ambos han cumplido 16 años. Adrián lleva ya un largo recorrido sexual, pues debutó con 14 años y a los 15 conoció el amor, aunque la chica con la que estaba le dejó a los cuatro meses de relación. Desde entonces, ha tenido varios ligues de los que presume ante sus amigos.
Adrián se muestra sin prejuicios a la hora de relacionarse con las chicas. Sin embargo, tras ese comportamiento se esconde el intento de sostener su autoestima ante un sentimiento de vulnerabilidad muy grande, un sentimiento que le obliga a huir del sufrimiento de la relación amorosa. El primer amor le marcó con un abandono que no ha superado, porque remitía a un abandono anterior y a una historia familiar en la que Adrián no se sintió acompañado suficientemente. Ahora, tiene un ligue que le gusta mucho y querría invitarla a su casa. Para ello está organizando un plan: esperar a que sus padres se vayan de vacaciones y quedarse solo, porque sabe que ellos no autorizarían que ella se quedara a dormir. Hasta cierto punto, lo entiende. Habían cogido cariño a su primera novia y ahora ni siquiera saben que hay otra chica que le gusta. Su amigo Carlos se queda asombrado, a él no se le ocurriría ni de lejos hacer algo así.
No conviene desvalorizar los acercamientos amorosos de los adolescentes. Lo pueden entender como una descalificación a su posibilidad de ser adultos. Tampoco se debe transmitir la idea de que su crecimiento nos duele. Conviene reflexionar sobre cómo estamos viviendo la paulatina separación que comienza.
Es un error no hablar con ellos de la sexualidad y el amor. Aunque son jóvenes, también sufren procesos emocionales que tienen que elaborar.
Proponer cualquier acercamiento a otro como algo demasiado serio les puede empujar a madurar más deprisa de lo que les conviene.
Aceptar o no que el hijo o la hija duerman en casa con su novio o novia, depende mucho de la relación que mantengan y del tiempo que lleven, pero también de que se respeten las reglas de funcionamiento de la casa. El joven intenta que se le autorice a ser adulto y para ello conviene que su relación sea sólida. También se puede considerar la idea de que en casa están más protegidos que en cualquier otro lugar. Todo depende de las ideas que tengan los padres.
Los adolescentes no suelen disociar los sentimientos amorosos del encuentro sexual con otro, lo que sería enamorarse de alguien inaccesible o tener encuentros íntimos sin sentirse implicados de una manera amorosa. Algunos, sin embargo, sí se comportan así por conflictos psicológicos: o bien sienten dudas profundas sobre su identidad o bien les resulta imposible renunciar a un apego muy profundo y a menudo inconsciente hacia uno de los padres. En cualquier caso, detrás de ese comportamiento se esconde un sufrimiento psíquico y necesitan tiempo para aclarar su posición.
Durante la adolescencia, el sentimiento amoroso hacia otro fuera de la familia contribuye a asentar la personalidad adulta, ya que ese acercamiento le permite abandonar la posición infantil hacia sus padres. Cambiar de novio es habitual durante esta etapa y los padres tenemos que aceptarlo, siempre que estos cambios estén dentro de unos límites razonables.
Llegar a la sexualidad genital en un encuentro con el otro se relaciona con una serie de vivencias que pueden sentirse como satisfactorias o insatisfactorias, como un éxito o un fracaso. Según como hayan quedado registradas, el adolescente se desenvolverá con mayor o menor dificultad. Puede evitarlas o actuar de forma compulsiva para intentar negar los conflictos que le promueve el encuentro sexual y afectivo con el otro.
Conviene preguntar sobre lo que les pasa y favorecer que pongan palabras a lo que sienten.
La identidad sexual y la relación con el otro sexo pasan por el deseo de apropiarse de las cualidades de aquellos a los que el joven quiere parecerse, consciente o inconscientemente. Necesitan tiempo para recorrer ese proceso de transformación.
Podemos favorecer su relación amorosa si vemos que les hace sentirse bien y tiene para ambos un compromiso afectivo.
Hay que aceptar sus decisiones cuando competen a sus elecciones, aunque no sean lo que nosotros esperábamos que hicieran.
Para el adolescente, el encuentro sexual pone sobre la mesas las condiciones en las que se encuentra su equilibrio emocional, que tiene que lidiar con una despedida, la del niño que ha sido, y con el nacimiento del adulto en el que se convertirá. La aceptación o no de sus movimientos por parte de quienes le rodean determinará, en cierta medida, cómo actuará más adelante.
Las fantasías de tener que actuar como un seductor pueden disminuir en el chico sus capacidades, tanto en la conquista como en proveer de gratificación a la chica. De igual forma, las fantasías de resultar atractiva, valorada y querida ponen la autoestima femenina en riesgo cuando aparecen dudas sobre el encuentro íntimo. Los miedos e inseguridades que generan las exploraciones sexuales en la adolescencia suelen ser bloqueados con el consumo de alcohol. Llegar a ser adulto no es fácil. A lo largo de ese proceso, los adolescentes construyen una subjetividad de la que forman parte los valores transmitidos por su entorno y a los que se suman los del tiempo cultural que les haya tocado vivir.