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¿Es mala señal dormir en camas separadas?

Lo de determinar el porvenir por el vuelo de las aves es algo ya muy antiguo que recibía el nombre de “auspicio”. Y posiblemente su caída en desuso se debió a la falta de fiabilidad de este tipo de augurios que no llegaban mucho más allá de constatar que si el grajo vuela bajo es porque debía hacer un frío del carajo.

Descubre las mejores películas eróticas para ver en pareja pinchando en la foto/unsplash

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Valérie Tasso
VALÉRIE TASSO

Sin embargo, la inclinación por querer “adivinar” qué es lo que va a suceder, tomando como elemento de análisis algo que, lo cojas por donde lo cojas, nada tiene que ver con lo analizado, no sólo es que no nos haya abandonado sino que, incluso, lo hemos elevado, en ocasiones, a la categoría de “ciencia humanista” y nos hemos entretenido leyendo los resultados de “rigurosísimos” estudios que determinan cosas como si serás una fiera sexual según lo que te mida un dedo de la mano con relación a otro, si serás lista o tonta o rica o pobre según la talla de bragas que uses…

Y, más recientemente, sobre el estado afectivo y lo que le espera a tu relación de pareja en función de si dormís o no en la misma cama o qué postura adoptáis en caso de compartir lecho. Ciencia infusa, ésta de mirar a los durmientes, que todo lo más puede captar lo evidente; cosas como si ella duerme en la cama y él en el sofá y si, además, hay platos rotos por todo el salón, es que es posible que la cosa no ande muy fina o que si hace tres años que no dormís juntos y os habéis separado, y él se ha casado con otra (y duerme con ella) y ella tiene ya un hijo con una nueva relación (fruto de dormir juntos), pues es factible pensar que la cosa de él y ella juntos no parece tener mucho “vuelo”.

Vamos, que no hace falta un auspicio para intuir que si un águila caza un ratón es porque, a lo mejor, el pajarito tiene hambre o que si al grajo de antes le cae una pedrada en la cabeza, no sólo es posible que haga frío sino que, además, es muy probable que esté granizando. Y es que, a veces, el mirar a los cielos nos impide ver lo evidente.

La cama como elemento (falsamente) “fundacional” de la `pareja

Dormir o no dormir juntos en la misma cama, especialmente si se trata de una pareja de largo recorrido, no indica indefectiblemente que las distancias espaciales se incrementen por una menor proximidad existencial sino que ambos tienen capacidad de negociación o de adaptación a distintas circunstancias. Sucede que, como estamos tan erróneamente acostumbrados a asociar el amor con los enamorados (esos que no se despegan ni con hierros candentes) y no con los que han alcanzado eso tan temido de la “familiaridad” (que se asocia con la rutina por no aparecer palpitaciones porque el otro salga un momento del encuadre de nuestra vista), cualquier negociación sobre el dejar pasar un poco el aire es vista y temida como el dar puerta.

Un análisis así que, además de recurrentemente falso, se apoya en el mito de la cama como elemento “fundacional” y “consolidante” de la pareja, deja fuera de consideración cuestiones como la comodidad, el preservar el espacio personal, la funcionalidad y mil razones más que pueden surgir, plantearse y resolverse en ese espacio en común (la cama no necesariamente lo es) que deviene la pareja. Y es que el lecho conyugal es, aunque no nos lo parezca, un espacio de perpetua negociación en el que se intentan conjugar dos dignísimas aspiraciones; el deseo del cuerpo del otro y la comodidad del cuerpo propio. Lo de que muchos problemas de pareja empiezan en la cama es una afirmación literal (entendiendo “cama” por “cama” y no como una metáfora de “sexo”) que viene a consolidarse por la obcecación de cuando estas dificultades pudieran surgir, hay que priorizar el defender “la plaza común” a toda costa.

Si a eso le añadimos que la cama deviene cada vez más un espacio funcional (donde leer, ver una película, escribir, etcétera) y, por lo tanto, cada vez más se asemeja a la “habitación propia” a la que aludía Woolf, pues no es de extrañar que el dejar de compartirla, especialmente si no se comparten esas actividades que en ella se realizan, devenga una legítima aspiración por parte de la pareja o de uno de los miembros… Sin que eso signifique, insisto, que los dioses no están de nuestro lado. Y es que, contrariamente a lo que se suele creer, algo de distancia espacial puede ser el camino más corto para alcanzar la cercanía existencial (y de esa, y no de colchones de espuma, se alimenta una pareja).

Parece ser que, con el tiempo, los auspiciadores fueron perdiendo lugar frente a los arúspices por emplear éstos un método que, al parecer, se entendía como más fiable en eso de predecir el futuro; el destripar animales y leerles las entrañas. Esperemos que a los lectores de indicios que, doctorado en mano, pueblan nuestras tierras, no les dé ahora por ahí… Nada hay más difícil y sangrante que verle las tripas a una pareja… Además, le dejan a una la cama perdida.

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