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Mientras Meghan y Enrique se besan, Kate y Guillermo se evitan

Unos comiéndose a besos en público y otros sin embargo...

Mirada cómplice entre el príncipe Enrique y Meghan Markle. / getty

Elena de los Ríos
ELENA DE LOS RÍOS

La aparición de Meghan Markle y el príncipe Enrique en los Invictus Games de Toronto no dejó lugar a dudas: son novios. Miradas, arrumacos, manos enlazadas y hasta besos más o menos furtivos confirmaron que la pareja va viento en popa y a toda vela hacia un próximo matrimonio: personas que han compartido con ellos durante los Juegos han confirmado que hablan abiertamente de matrimonio.

Sin embargo, las muestras públicas de afecto entre su hermano, el príncipe Guillermo, y Kate Middleton, madre de sus tres hijos, escasean. Por no decir que apenas existen. En general, cuando ambos acuden justos a actos oficiales o son captados por las cámaras en sus desplazamientos públicos o privados, apenas se rozan. Si no fuera porque se miran indudablemente con afecto, cualquiera diría que son un matrimonio de conveniencia.

La razón de este comportamiento tan distinto no es otro que el que rige la proximidad al trono. Como heredero, el príncipe Guillermo ha de observar el comportamiento que se le supone a un futuro rey y a su reina consorte. Todos sus movimientos están controlados por el protocolo, y este es claro: nada de familiaridades en público. Solo en actos muy informales, como unos Juegos Olímpicos y en momentos donde la emoción es grande, han podido verse contacto afectuoso entre ellos.

Por otra parte, los comentaristas de casas reales están de acuerdo: los gestos de cariño entre Meghan y Enrique son excesivos para un príncipe de la casa Windsor y, probablemente, cuando ceda un poco la larguísima luna de miel que vive la pareja, todo volverá al controlado comportamiento habitual.

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