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El cole no es igual para todos

A cerca del 15% de los alumnos les resulta complicado aprender a leer, escribir, hablar, calcular... Pero sus dificultades no tienen por qué ser la puerta de entrada al fracaso escolar si se actúa a tiempo.

Una niña en el colegio con sus compañeros / Gtres

Beatriz González
BEATRIZ GONZÁLEZ

Hace unos meses, Candela se subió a un escenario para representar su papel en el festival de fin de curso del colegio. Entre el público se encontraba Mónica, su madre, que recuerda perfectamente el momento en que su hija de siete años recitó un poema. "Empecé a llorar como una tonta. Cualquiera al verme hubiera dicho que no era para tanto, pero si la hubieran conocido unos años antes, cuando solo articulaba seis palabras, su actuación les habría parecido tan increíble como a mí", comenta.

Candela es solo una de los cientos de miles de niños españoles con trastorno del lenguaje, una de las patologías que dificultan el aprendizaje. Otros trastornos similares, como el de lectura, escritura o cálculo, también ponen trabas a los más pequeños a la hora de aprender, y su incidencia no es tan baja como se pensaba: se calcula que entre un 5 y un 15% de los escolares están afectados por algún tipo de trastorno del aprendizaje. Pero eso no significa que no sean competentes. En realidad, no hay ningún problema relacionado con las capacidades intelectuales de estos niños y, de hecho, todos ellos podrían seguir el ritmo normal de las clases que corresponden a su edad si se sus dificultad fueran tratadas a tiempo.

La angustia de los padres agrava la situación porque retroalimenta lo que ocurre.

En el caso de Candela, lo hicieron desde los tres años. "Su abuela ya vio que algo no marchaba bien al año y medio, y empezamos a consultar entonces, aunque hasta los tres no empezó con la especialista", explica Mónica, que cuenta que el vocabulario de su hija a esa edad se limitaba a "papá", "mamá", "abua" y "yobur". Un estudio en un centro de logopedia determinó que lo que Candela padecía era un trastorno fonológico del lenguaje. La buena noticia es que tenía solución con ayuda.

Empezar a tiempo

Obtener un diagnóstico temprano como el que le hicieron a Candela es lo ideal, pero no lo habitual. La razón es que en ocasiones los padres confunden esas dificultades con procesos madurativos que se alargan más de la cuenta, y el error puede traducirse en fracaso escolar. A su vez, ese fracaso escolar puede traer problemas psicológicos. "No todos los niños desarrollan problemas emocionales o de conducta, juega un papel importante el temperamento de cada uno", advierte Nuria Malibrán, psicóloga especializada en psicología infantil del Centro de Psicología y Logopedia Acadia.

"Los niños autoexigentes, perfeccionistas y que están muy pendientes de la aprobación del adulto y de los resultados, o que tienen una baja tolerancia a la frustración, sí son más vulnerables a desarrollar problemas emocionales que se traducen en inseguridad, ansiedad o nerviosismo frente a las tareas en las que no se perciben como competentes. También pueden aparecer problemas conductuales", continúa esta especialista, quien recuerda que la situación suele afectar no solo al pequeño, sino a todo su entorno porque habitualmente estos trastornos del aprendizaje no tratados suponen un foco de conflictos en casa.

Por esa circunstancia pasó la familia de Germán, que hablaba como cualquier niño de su edad hasta que nació su hermano. Entonces él tenía dos años y medio y, de repente, comenzó a tartamudear. Sus padres no supieron qué hacer. "Pasó de comunicarse perfectamente con nosotros a no hacerlo en absoluto, y lo pasamos muy mal", recuerda Belén, su madre. "Tu angustia agrava la situación porque inconscientemente retroalimentas lo que ocurre. Hasta que no acudimos al especialista no supimos cómo afrontarlo", asegura. Además de la tartamudez, en la evaluación de Germán se detectó un retraso fonético-fonológico del lenguaje. Tras seis meses de tratamiento, Germán dejó de tartamudea.

Ahora tiene ocho años, hace dos que ya no acude a su logopeda y nadie diría que en una etapa anterior tartamudeaba. Quien empezó a hacerlo hace unos meses fue su hermano pequeño. ¿Acaso son hereditarios estos trastornos? "Se relacionan con factores genéticos y congénitos, pero no existe una causa concreta. Lo que sí avalan numerosos estudios es que los niños con dislexia o trastorno de la lectura se caracterizan por un funcionamiento cerebral diferente a los que no tienen este problema", comenta Beatriz Sánchez, logopeda de Acadia.

¿Cómo actuar desde casa?

  • Acudir a un especialista ante los primeros indicios del problema.

  • Asumir las dificultades que muestra el niño: entender cómo se manifiestan hará comprender mejor cómo actúa y se siente.

  • Ajustar las expectativas respecto a lo que puede y no puede o le cuesta hacer: una vez asumido el problema del niño, los padres sabrán en qué tareas han de exigirle y en cuales deben rebajar sus expectativas.

  • Valorar sus puntos fuertes: que el niño tenga problemas de aprendizaje no significa que no pueda destacar en otras cosas.

  • No poner la lupa en el error: focalizarse en todo lo que el niño hace correctamente.

  • Tener paciencia a la hora de hacer los deberes: puede ser un momento de conflicto. Es importante no perder los nervios y saber cuándo ceder el control al miembro de la pareja más paciente.

  • Estimular las áreas deficitarias: pero siempre ajustando el nivel a las necesidades del niño y con el asesoramiento del especialista que esté trabajando con él.

¿Lo normal?

Si un psicólogo tuviera que clasificar a los alumnos de una escuela, de unos diría que son niños con un desarrollo normal. De otros, niños con trastornos específicos del aprendizaje. Es posible que también se encontrara con chavales con Trastorno del Espectro Autista (TEA). Y seguramente se cruzaría con críos con Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad. Pero todos ellos jugarían en el mismo patio y compartirían confidencias, chistes, bromas... En parte, gracias a la constancia de padres y madres que no se rindieron nunca, como Francisca Rivera.

La comunicación del psicólogo y el logopeda con el colegio es fundamental.

Su hijo Álvaro estuvo ingresado por gastroenterits y neumonía cuando tenía alrededor de dos años, y durante su estancia en el hospital una de las pediatras que le atendía vio que algo marchaba de manera diferente en él. Aunque el diagnóstico de Trastorno Generalizado del Desarrollo No Especificado (actualmente, Trastorno del Espectro Autista) llegó varios años más tarde, ya entonces sus padres decidieron que empezara terapias con un psicólogo y un logopeda. Lo escolarizaron en un colegio ordinario, aunque dotado con apoyos para chavales con necesidades educativas especiales.

Ahora, Álvaro tiene 16 años y está en el instituto. Seguramente, nada de eso hubiera sido posible si su madre no hubiera ideado un sistema para comunicarse con él. "Álvaro no atendía, no escribía, no se comunicaba. Por eso fuimos creando un método, aunque entonces ni siquiera sabíamos que lo era, para poder comunicarnos entre nosotros", cuenta Francisca, que ahora publica junto a María José Molero, la psicóloga de su hijo, 'El cuaderno para hablar' (Ediciones Aljibe), una herramienta de trabajo que pueden emplear tanto padres y madres como profesionales que trabajen con chavales con Trastorno del Espectro Autista.

¿Qué pasa con los deberes?

  • Si a la mayoría de los chavales no les gusta hacer deberes, los niños con algún tipo de trastorno del aprendizaje suelen experimentar esa sensación con mayor intensidad. Y tiene lógica: en su caso, estas tareas les suponen un esfuerzo mayor por la dificultad que tienen para leer y escribir, a lo que se suma que los contenidos vistos en clase no siempre están afianzados. Por eso, aunque deban ser ellos quienes realicen las tareas escolares de forma autónoma porque así se fomenta el sentido de la responsabilidad y repercute en una autoestima positiva, podemos ayudarles.

  • Se trata de que disfruten aprendiendo, y para eso es fundamental ser pacientes y comprensivos, garantizándoles un ambiente de trabajo positivo y tranquilo. Lograrlo es cuestión de poner en práctica una serie de estrategias.

  • Antes de empezar a hacer las tareas, podemos ayudarles a planificar su trabajo decidiendo el orden más conveniente. Se recomienda comenzar con las actividades que le resultan más costosas a primera hora de la tarde es cuando está más descansado y finalizar con las que le resultan más sencillas.

  • Ayudarle a leer los enunciados y asegurarnos de que ha entendido la actividad. Después, dejarle a solas para que realice la tarea.

  • Enseñarle a repasar, haciéndolo con él inicialmente, paso a paso, e instaurándolo poco a poco en su rutina diaria, de forma que se termine convirtiendo en un hábito.

Una atención especial

"Si no hubiéramos empezado tan pronto, Álvaro no estaría en la educación ordinaria. Con esfuerzo por parte de todos, es posible que chavales con autismo (siempre que no sea severo) sean autosuficientes, pero las pautas de un psicólogo y de un logopeda son fundamentales, y la comunicación de ellos con el colegio y los padres, también", cuenta esta madre.

"Antes, en los colegios ordinarios no había aulas para estos niños. Ahora, los chavales con autismo de alto rendimiento pueden acudir a ellas e integrarse. Por eso en la Comunidad de Madrid estamos luchando para que se mantenga el ratio de cinco alumnos por aula y no aumenten a siete u ocho, como está ocurriendo en algunos centros. Queda todavía mucho por hacer para que niños como Álvaro puedan desarrollar sus capacidades. Nosotros también podemos aprender de ellos", asegura. Ya lo dice el refrán: si quieres aprender, enseña.

No le gusta leer porque le cuesta hacerlo, ¿hay que obligarle?

A diferencia de lo que comúnmente se cree, no es aconsejable obligar a los niños con dificultades de aprendizaje a leer todos los días un tiempo determinado para mejorar. Sin embargo, sí es bueno inculcarles el gusto por la lectura para que acabe siendo el propio niño quien manifieste interés por leer todos los dias.

Se trata de que el tiempo de lectura sea un momento lúdico, y para conseguirlo es fundamental que las lecturas sean adecuadas a su nivel lector y que sea él quien elija el libro. El objetivo es conseguir que sienta curiosidad por el mundo de las letras ya sea a través de comics, tebeos, revistas o libros. (Con el asesoramiento de Nuria Malibrán y Beatriz Sánchez, especialistas del Centro Acadia).

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