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Crianza colectiva, otra forma de maternidad

Las declaraciones de Anna Gabriel sobre su posición a favor de la crianza colectiva no han dejado a nadie indiferente, pero, ¿es una idea sólo de ella? ¿En qué consiste esta corriente?

Dibujo infantil de una familia / Fotolia

Joaquina Dueñas
JOAQUINA DUEÑAS

Anna Gabriel, diputada de la CUP, ha realizado unas declaraciones sobre la crianza comunitaria que han levantado no poca polvareda en los mentideros políticos. Quizás ni siquiera ella esperaba la repercusión de sus palabras en las que propone formar parte de un grupo de personas que decida tener hijos e hijas en colectivo, de este modo, los niños serían tan hijos del padre biológico como del resto y la educación no depende del padre o de la madre, sino de ‘la tribu’ al completo.

Aunque esta cuestión haya saltado a la primera línea de los debates de la mano de Gabriel, se trata de una corriente de crianza íntimamente ligada al activismo feminista y a los movimientos sociales de izquierda por lo que no debiera sorprender la postura de esta diputada de la CUP ante la maternidad.

Los niños serían tan hijos del padre biológico como del resto

La crianza comunitaria, íntimamente ligada a la crianza con apego, encuentra su espacio en las corrientes cooperativas para poner en valor la necesidad de apoyo en la maternidad y la paternidad vivida en soledad para lograr una auténtica conciliación. Una crianza colectiva cuyos movimientos en España se concretan en círculos de crianza en los que se trabaja la colaboración, el apoyo mutuo y la organización de eventos, coloquios y charlas en las que compartir experiencias.

Sin embargo, más allá de nuestras fronteras, en las luchas feministas de pensamiento bolivariano, la crianza colectiva adquiere una mayor dimensión en la que se obvia el sentido individualista dejando de buscar el fin en los hijos propios y trasladándolo a los hijos de los demás. En este sentido, la labor de crianza se convierte en una tarea trascendental que representa el cuidado y la lucha por la vida y por la tierra.

Una crianza compartida en el que los hogares estén equilibrados y los deberes y responsabilidades de crianza se confíen a todos los adultos. La responsabilidad de criar y de cuidar a los niños es considerada una responsabilidad comunitaria más allá de los padres biológicos para crear comunidades en las que los niños se sientan seguros y bienvenidos y en las que todos los adultos son conscientes de sus responsabilidades.

La educación de los niños depende de ‘la tribu’ al completo

Encontramos reflexiones al respecto como la publicación '¿Dónde está mi tribu?' de Carolina del Olmo, texto en el que se reflexiona sobre la maternidad como hecho social y compartido y en el que se acerca a experiencias de crianza colectiva, de intercambio de experiencias y de acompañamiento y apoyo mutuo puestas en marcha por diferentes colectivos.

Ejemplos de la crianza comunitaria los encontramos desde las tribus que aún perviven en entornos como el Amazonas, en cuyo caso el uso de la palabra ‘tribu’ para educar no es una metáfora, sino una literalidad, en las reminiscencias de las conocidas como ‘comunas hippies’ o en los kibutz israelitas.

Según consideran los defensores de esta crianza, los niños crecidos en comunidad dependen de su grupo de amigos y no de sus padres, por lo que tienden a ser más solidarios entre sí que en las sociedades no comunales y, además, muestran el sentimiento de comunidad en sus acciones y en sus decisiones. Explican que acostumbran a ser más maduros emocionalmente, cuentan con más confianza en sí mismos y, en consecuencia, son más independientes.

Así, el aprendizaje en un entorno comunitario, al fortalecer herramientas de asertividad y de confianza, puede ser beneficioso para adquirir también conocimientos curriculares.

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