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Aikido infantil: los beneficios de una práctica que crece

Sin violencia, el aprendizaje de los niños está basado en el control de posturas, movimientos, desplazamientos y ejercicios técnicos de defensa personal

Un niño, practicando artes marciales. / GTRES

Mujerhoy .
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Practicar aikido no requiere habilidades especiales. Se trata de un arte marcial accesible en el que se integran todos los aspectos esenciales y necesarios en el desarrollo evolutivo de los niños y de las niñas. "No persigue la violencia, las clases son dinámicas, divertidas; hablamos de un aprendizaje basado en el control de posturas, movimientos, desplazamientos y ejercicios técnicos de defensa personal", explica Ana Roa, psicólgoa, pedagoga y autora de los libros '¡Vive la vida!' y 'El Yo infantil y sus circunstancias'.

En el aikido infantil se desarrolla una gran perseverancia y una actitud positiva, requerimientos de la educación actual que a veces se van quedando "en el baúl de los recuerdos" con tanta estimulación tecnológica. "Hablamos de una forma natural de vivir y crecer con más calma dentro y fuera de casa", argumenta la experta.

Antonio Carrillo, cinturón negro de Aikido y autor del libro: 'Aikido para niños. Un cuento sin cuentos' (Ed. Pasión por los Libros), resume así los beneficios de esta práctica para los más pequeños y los adolescentes:

"Entre los muchos aspectos beneficiosos que lleva consigo la constancia en la práctica, me atrevería a destacar los que personalmente he podido contrastar":

  • Calma. Los niños aprenden a enfocarse en la tarea, a permanecer atentos pues saben que después tendrán que desarrollar ellos mismos las técnicas. Aprenden a estar más quietos, más sosegados y ello evitará esa agitación crónica y la tendencia a mantener relaciones de mando a distancia.

  • Autoestima, autoimagen, seguridad, control de emociones y respeto. Aceptación de que hay un momento para cada cosa. Aceptación de esa realidad que implica adaptación a las circunstancias sin pataleos pero con una conciencia personal y genuinamente individual.

  • Actitud positiva. Se trabaja con actitud positiva, la perseverancia en conseguir mayor flexibilidad y  resistencia física, ayudando a que los niños tengan cada vez una mayor confianza en sí mismos fruto del entrenamiento coherente y correcto en sentido técnico. Además esa actitud lleva consigo el desarrollo armónico con el entorno social y natural del niño, viendo el conflicto como una oportunidad para superarse. Sin buscarlo ni rehuirlo, me atrevería a decir, pero eso lo dejo a cada cual.

  • Motricidad, coordinación , lateralidad y equilibrio. Tanto los movimientos de los brazos como los de las piernas se vuelven más armónicos, la sensación de torpeza inicial se va puliendo, empequeñeciendo y eliminando; rodar despacio, tomar contacto con el suelo, aceptar el movimiento y… siempre perseverar para levantarse.

En definitiva, mejoramos dentro del tatami y fuera del mismo. Se fomenta  tanto lo bueno que todos llevamos dentro como la disposición al cambio por la curiosidad que se despierta ante las diversas técnicas, en un continuo proceso de retroalimentación comunicativa que afirmará y reafirmará con correcta etiqueta a los niños, mejorando esa comunicación entre iguales y con sus mayores. 

"En lo que mejoramos, mejor dejamos un indeterminado e infinito etcétera…", acota la experta.

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