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Preadolescencia, en tierra de nadie

La preadolescencia, una etapa de cambios que aunque también existía antes, no se hacía tan evidente.

Preadolescentes, en tierra de nadie / Fotolia

Joaquina Dueñas
JOAQUINA DUEÑAS

Hubo un tiempo en el que la infancia llegaba hasta terminar la EGB (Educación General Básica) y abarcaba hasta los 13 años. Bien es cierto que en los niños y niñas ya se atisbaban los primeros cambios que les llevaban directos a la adolescencia y las hormonas, igual que ahora, empezaban a hacer de las suyas. Sin embargo, el cambio de roles y de percepción de sí mismos que tienen los niños ha hecho que cobre protagonismo la preadolescencia, una etapa de cambios que aunque también existía antes, no se hacía tan evidente.

Se trata del tránsito de la niñez a adolescencia y parece alargarse cada vez más

Se trata del tránsito de la niñez a adolescencia y parece alargarse cada vez más. Suele empezar en torno a los nueve años y alcanza hasta los 13, periodo en el que se combinan actitudes completamente adolescentes con comportamientos absolutamente infantiles. Si entender a los adolescentes puede ser complejo, dado que se encuentran en una etapa de formación de la identidad y de cambios en el tránsito a la vida adulta; más aún puede serlo en la preadolescencia cuando los menores son aún niños y necesitan todavía de una supervisión que no dudan en rechazar constantemente.

Consejos

Supervisión: Que ellos quieran realizar actividades por su cuenta no significa que ya haya llegado el momento de dejarlos solos. Se trata de encontrar el equilibrio y buscar actividades que ya puedan realizar solos como ir al colegio caminando. Del mismo modo, es interesante mantener una estrecha supervisión sobre el acceso a contenidos audiovisuales y de internet como los videojuegos, la música o los videos y programas que ven.

Límites: Seguro que van a intentar romperlos pero en esta etapa es imprescindible tener unos límites claros y mantenerlos a pesar de las discusiones. Para ello los responsables de la educación del menor han de estar de acuerdo ya que, en otro caso, el niño podrá aprovecharse de las diferencias de criterio de sus cuidadores. Por ejemplo, si están a cargo de los abuelos, debéis llegar a acuerdos sobre límites que ellos puedan mantener para que los abuelos se sientan respaldados en su labor mientras los niños tienen claro hasta dónde pueden llegar.

Intimidad: Los preadolescentes buscan su espacio y perciben de forma intensan sus propios cambios físicos. Es posible que encuentren en su habitación un lugar para su refugio y que busquen intimidad en otros ámbitos. Una intimidad que hay que respetar. Se trata de que se encuentren cómodos en su casa y de que tengan espacio tanto físico como emocional. Es decir, habrá cosas que prefieran mantener para ellos. Una buena comunicación trabajada desde la infancia ayudará a sembrar confianza en el seno familiar para poder hablar de todo.

Escucha: Imprescindible para que la comunicación de la que venimos hablando sea real y profunda es la escucha activa. Hay que permitir que los niños hablen sin juzgarlos, dejando que se expresen en libertad y dándoles tiempo para completar su relato. Se les puede ayudar con preguntas adecuadas para que ellos mismos den respuestas a sus dudas o reflexionen sobre diferentes cuestiones. Además, es importante que sientan que aquello que les sucede a ellos es importante y que interesa a la familia.

Ejemplo: En esta etapa es vital que los niños disfruten de su tiempo y aprendan a motivarse. Es ideal enfocarlos hacia el deporte y la actividad física y hacia la lectura, pero eso es difícil hacerlo desde el sofá con la televisión encendida. El ejemplo es la mejor escuela. Salid a disfrutar en familia, paseos por el campo o por la playa, salidas en bicicleta y encontrad tiempo para la lectura, el dibujo, la música o el silencio, para que cada uno encuentre qué hacer. El ejemplo es la mejor manera de enseñar a los niños.

Autoestima: Durante esta etapa, los cambios favorecen las dudas e inseguridades lo que hace que los niños se muestren irascibles cuando no saben cómo expresar sus dudas ante qué deben hacer o cómo deben reaccionar. Por eso se les debe ayudar a sentirse seguros y felices para lo que son necesarios los límites y las normas, claras, pocas y firmes, del mismo modo que han de hacerse responsables de sus actos y asumir las consecuencias.

Paciencia: El principal ingrediente para el día a día tanto para con los niños como para contigo misma, ya que habrá momentos en los que uno de los dos pierda los nervios y hay que aprender a recomponerse y seguir adelante desde la comunicación y el buen entendimiento. El niño comienza a hacer su camino y debe seguir su propia ruta bajo la atenta mirada de los padres para detectar posible problemas graves para intervenir sólo en caso de que sea necesario. Entre tanto, una vez más, paciencia y más paciencia.

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