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Por qué vivir tu propia aventura en Australia

La inmensidad de Australia se mide por la aventura inolvidable que supone desde la primera vez que la pisas. En todos los sentidos.

Australia / Fotolia

ALMUDENA LAPIQUE

Decía Mary Ritter Beard que "viajar es más que ver lo que hay que ver; es iniciar un cambio en nuestras ideas sobre lo que es vivir que continúa en nosotros de manera profunda y permanente". Por eso viajar es observar, escuchar, aprender, saborear, atreverse, explorar… Vivir, en definitiva.

Hay viajes especiales, unos pocos, que te cambian la vida por completo. Por muchas cosas, por el momento en el que descubres un nuevo amanecer y comienza una nueva aventura, por la persona con la que lo compartes, por ti y por lo que te rodea, por dentro y por fuera. Australia es uno de esos lugares.

Y es uno de esos lugares porque Australia es sinónimo de aventura en toda la amplitud de la palabra. Sus paisajes llenos de contrastes nos invitan a dejarnos llevar por la adrenalina en zonas como Alice Spring, con sus gargantas cavernosas, su desierto de fuego sin límites, sus comunidades aborígenes remotas o los impresionantes Ayers Rock o el Monte Uluru, auténtico paraíso para los amantes de la escalada. Si a esto sumamos las playas doradas de la Gold Coast, mecidas por las que, probablemente, son las mejores olas del mundo para practicar surf; o las aguas cristalinas teñidas de coral de la Gran Barrera, que embriagan los sentidos de los que se atreven a practicar el buceo en medio de una fauna y una flora submarinas únicas; nos encontramos con un espectáculo natural digno de experimentar al menos una vez en la vida.

Pero las aventuras no solo las marcan los paisajes ni las montañas que somos capaces de escalar, sino la gente. Y ahí es donde Australia se convierte en un punto de inflexión vital. Sidney, Melbourne, Brisbane, Adelaida, Camberra, Perth, Cairns… A pesar de ser un país joven en historia, su mestizaje y multiculturalidad aporta una riqueza que no se puede comprar en dólares. Por no hablar de la amabilidad y hospitalidad de sus habitantes, que hace que te sientas en familia, como en casa, a pesar de encontrarte en la otra punta del mundo gracias a su estilo de vida ‘easy going’, que te contagia de un buen rollo del que ya nunca más podrás desprenderte.

A muchas horas de vuelo desde casa, casi en las antípodas de nuestro día a día, te imaginas desde pequeña que sus habitantes viven boca abajo y tienen canguros y koalas en vez de un perrito en el jardín. Quizá nuestra imaginación infantil tenga algo de realidad, pero lo cierto es que la inmensidad de Australia se mide por la aventura inolvidable que supone desde la primera vez que la pisas. En todos los sentidos.

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