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Adivina con quién ceno esta noche

¿Quedan unos días para el 24 y aún no tienes definido un plan de contingencia para la típica cena familiar? ¿Es posible escapar del cuñadismo, las gambas congeladas y el sincericidio de tus hermanas? Ya sea con amigos, bajo las sábanas de un ex o acogida en familia ajena, huir con dignidad es posible.

Amigos cenando por Navidad / Fotolia

A. SANTOS Madrid

Mi madre debería protagonizar un anuncio de Ikea. De esos en los que una adorable ancianita comprueba que una maleta con ruedas es lo único que le faltaba para cambiar de vida. La cosa empezó con los viajes de viudas del Imserso y ha acabado con las Navidades en Tailandia. Verídico. Hace dos semanas nos los comunicó, vía WhatsApp, en el chat familiar.

“¿Nochebuena budista? Todo es posible en Bangkok. Vuelvo el ocho de enero. Espero que os arregléis sin mí. Besos”. Y una ristra de emoticonos –le encantan– que incluye biquinis, templos budistas y exóticos cócteles. No la culpo. Cocinar para 20 personas, dejarse la paga extra de la pensión en regalos y sofocar tres conatos de pelea por minuto no es comprable a despedir el año en las islas Phi Phi. Pero ahora, ¿yo qué hago? Siendo optimista, estas son todas las alternativas que tengo para el 24.

1. Juntarme con mis tres hermanos

Sería lo natural, lo razonable, lo que toca… Uno de los objetivos de la Navidad, más allá de comer como si no hubiera un mañana, es que las familias se reúnan en paz y armonía. Aunque despotriquemos del plan antes, durante y después. Por el cuñado que inventó el cuñadismo, la hermana que llega a mesa puesta, los sobrinos empanados (con y sin tablet), la enésima novia del hermano que se resiste a sentar la cabeza, los lingotazos de la tía Luisa o los langostinos congelados.

VEREDICTO: es un plan altamente improbable

La lista es interminable. Pero todo eso quedaría, un año más, en el anecdotario familiar, si mi madre no hubiera decidido dar la espantada por respuesta. Huérfanos de su poder de convocatoria y su capacidad para mediar en grandes confl ictos, mucho me temo que mis hermanos van a refugiarse en casa de sus familias políticas. Aunque, no nos engañemos, probablemente sea más de lo mismo.

2. Ser la convidada de piedra

Siempre he admirado a la familia de Sofía, amiga, compañera y vecina desde los tiempos del colegio, por afrontar los problemas con soluciones rillantes. Deberían contratarla los partidos políticos, las grandes multinacionales y hasta la ONU. Ella y su marido fueron los primeros que conozco en convertir el trastero en un garito para evitar la presencia de molestos adolescentes en el salón, o de ahorrarse bodas y divorcios convenciendo a sus hijos de que el matrimonio era una institución trasnochada.

Pero con el tema de la Navidad se han superado. Desde hace años “adoptan” a un infi ltrado para que su mera presencia en la mesa funcione como antídoto de posibles disputas. Me explico. ¿Qué familia (no disfuncional) se atrevería a tirarse los platos a la cabeza delante de un invitado al que apenas conocen?

EREDICTO: si no surge nada mejor…

Primero fueron una vecina recién divorciada y el cura de la parroquia, luego un Erasmus polaco y, fi nalmente, un espontáneo al que han acabado llamando tío. Mi amiga Sofía afirma que la iniciativa les ha dado unos resultados excelentes, pero teniendo en cuenta que a mí me conocen desde hace 35 años, dudo de mi efecto placebo. ¿Y si busco yo misma al convidado de piedra para este año?

3. Montar el fiestón del año con otros singles

Seamos sinceros: hace mucho tiempo que la Nochebuena dejó de ser el único día del año en que la familia estaba por encima de los bares y nadie salía de casa. Pero no se sabe muy bien cómo (bueno, la verdad es que sí se sabe), esa norma no escrita pasó a la historia y hoy son pocos los jóvenes que prefieran jugar un bingo con la abuela que salir a divertirse.

VEREDICTO: con un poco de ayuda, me lanzo.

A mis 35 años, en este caso pertenezco a la vieja escuela –y en otros también–, pero nunca es tarde para la transgresión. ¡Que se lo pregunten a los de ACDC! Y en mi agenda no faltan amigos, vecinos y conocidos singles que agradecerían una invitación a un cóctel party como si fuera un salvoconducto para cruzar el muro de Berlín. Incluso exigiendo dress code.

4. Huir (como mi madre)

Nunca he sido muy fan de la Navidad. Sí, ya sé que suena a postureo eso de: “No soporto el turrón, las aglomeraciones, celebrar por celebrar, aguantar a la familia, comer hasta reventar, la cena de empresa, de pilates, de primos, la lotería (y que no me toque), comprar tropecientos regalos, los villancicos, el cava…”.

VEREDICTO: si los vuelos son baratos…

Pero bien mirado, ¿quién es el masoquista capaz de disfrutarlo? Y que levante la mano quien no haya fantaseado con escaparse a un recóndito lugar donde nadie pronuncie: “¡Feliz Navidad!”. A Irán, Bután, un atolón de Papúa Nueva Guinea o una cueva de las Alpujarras. Aislada, en cuarentena. Si mi madre se ha atrevido a hacerlo a los 70, ¿voy a ser menos yo?

5. Meterme en la cama y esperar a que escampe

¿Y si uno pudiera criogenizarse cuando llega la Navidad y despertarse después de Reyes? Tal vez es lo único que pedía Walt Disney y no le entendieron bien... La verdad es que puestos a pedir deseos imposibles, no estaría nada mal.

VEREDICTO: radical, pero efectivo

Pero hoy por hoy, lo más parecido a hibernar como un oso es meterse en la cama en Nochebuena y salir dos días después. O tumbarse en el sofá y verse todas las temporadas de Los Soprano de un tirón. Así matas varios pájaros de un tiro: te ahorras un dineral, no engordas cuatro kilos (a menos que acompañes la hibernación con kilos de turrón y otros dulces navideños) y descubres que tus parientes son unos angelitos comparados con los de Tony.

6. Reconciliarme con mi ex

Es lo que tiene ser soltera, mayor de 30 y no haberse iniciado (de momento) en territorio Tinder. De acuerdo, todos los libros de autoayuda dicen que cuando estás vulnerable lo último que debes hacer es retomar el contacto con los ex, pero no se tiene en cuenta que son precisamente ellos los que más reconfortan en un momento delicado.

VEREDICTO: ¿y si le mando está noche un mensaje?

Entre otras cosas, porque saben lo que es lidiar con una familia como la tuya y derrochar empatía en contextos hostiles. Además, si lo he hecho otras veces, ¿por qué no ahora? Sobre todo con Juan, que tiene una casa en los Pirineos perfecta para pasar las Navidades bajo la misma manta. La mejor parte: que sabemos por experiencia que, superadas la crisis existencial y las fi estas, aquí paz y después gloria.

Hacer una inmersión total

Mi amiga Beatriz y yo somos como el yin y el yang. Ella es perfecta. No exagero. La conocí cuando estudiábamos en la Universidad y nunca la he pillado con un pelo fuera de su sitio. Ni siquiera cuando íbamosa las fiestas de los colegios mayores y el entorno se convertía en una mala copia de Desmadre a la americana. Yo suelo decirle que es como Olivia Palermo, porque su vida perfecta es una extensión de sí misma: su marido, sus hijos y su casa parecen de atrezo.

VEREDICTO: sin duda, es una opción a tener en cuenta.

Para Beatriz, la Navidad es la ocasión perfecta para mostrar sus grandes habilidades como anfi triona, cocinera e interiorista, así que desde que se ha enterado de mi situación de desamparo insiste en tenerme acogida en su casa. Como si yo fuera una adolescente en peligro de exclusión social. Casi puedo visualizarla acomodándome frente a la chimenea, ofreciéndome deliciosos platos navideños y colmándome de regalos, mientras suena de fondo musical All I want for Christmas is you en un bucle interminable. ¿Y si esto acabara tan bien como un cuento de Dickens?

21 de marzo-19 de abril

Aries

Como elemento de Fuego, los Aries son apasionados y aventureros. Su energía arrastra a todos a su alrededor y son capaces de levantar los ánimos a cualquiera. Se sienten empoderados y son expertos en resolver problemas. Pero son impulsivos e impacientes. Y ese exceso de seguridad en sí mismos les hace creer que siempre tienen la razón. Ver más

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