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Ella, mandona; él, sumiso

¿Por qué hay varones que establecen una relación de pareja en la que no tienen voz y son menospreciados? ¿Por qué hay mujeres que los desvalorizan y avasallan?

La mujer que necesita sentirse poderosa no quiere reconocer sus debilidades / Fotolia

Isabel Menéndez
ISABEL MENÉNDEZ

Hombres y mujeres expresan de un modo distinto la agresividad debido a sus diferencias físicas y psíquicas. Sin embargo, ambos sexos comparten un aspecto muy importante: el de silenciar el hecho de ser víctima del otro. ¿Por qué callan? El razonamiento consciente es que se echan la culpa de haber provocado al agresor. Pero no la tienen. Esta manera de pensar silencia el verdadero motivo por el que se dejan agredir: que inconscientemente se sienten culpables de antiguas fantasías infantiles que nunca realizaron.

Ella necesita sentirse poderosa para no reconocer sus debildiades.

El hombre que se deja humillar y agredir por su pareja teme abandonar un lugar infantil donde se creía omnipotente con su madre. No ha podido aceptar los límites que el crecimiento adulto impone, ni construir una virilidad gratificante. Tampoco ha podido identificarse con un padre que le haya sostenido lo suficiente. Suele encontrar a una mujer que le controla y de la que depende de forma excesiva, a veces una pareja que es agresiva con él.

La mujer agresiva ataca a su pareja porque lo ve "poco hombre". No sabe que es ese "poco" de él lo que promueve en ella un deseo que la satisface, aunque también le canse. El afán por someterlo está promovido por la fantasía inconsciente de que el hombre es más que ella. Por eso, si logra dominarlo, se demostrará a sí misma lo contrario. En esta combinación de pareja, ella necesita sentirse poderosa para evitar reconocer sus debilidades; él, sentir que lo manejan para no asumir su fuerza como adulto. Él deja a la mujer, en cierta forma, sola; no la acompaña ni tampoco la ayuda, se instala en la impotencia; ella necesita sentir que le domina, a la vez que odia su pasividad.

Andrés ha llegado a casa cansado después del trabajo y de recoger un encargo de Carlota, su mujer. Cuando ella abre el paquete, suelta su repertorio habitual: "Pero serás inútil, si esto no es lo que yo había pedido". O bien: "Eres tonto o te lo haces; así conseguirás que yo me tenga que hacer cargo de todo".

Andrés guarda silencio, se da media vuelta y se va, algo que todavía irrita más a Carlota, que se queda sola gritando en la cocina. Es habitual que ella le insulte incluso delante de sus hijos. También lo es que Andrés se deje avasallar y después se vaya cabizbajo, dando la razón a aquellos que le dicen que es un poco calzonazos. "Prefiero no irritarla más, soy yo el que tiene que vivir con ella y a veces también tiene razón, porque soy muy despistado", argumenta.

Qué nos pasa:

  • La mujer que es muy agresiva con el hombre lo desvaloriza porque necesita vivirse superior a él, lo que muestra que se siente muy insegura en su lugar. En realidad, no se lleva bien con su feminidad y no ha podido construir una identidad de mujer con la que sentirse a gusto.

  • El hombre que coloca a la mujer como la fuerte de la pareja se convierte en un niño que no ha salido de la relación que tuvo con su madre. No se hace cargo de su virilidad y, hasta cierto punto, abandona a la mujer. Él solo quiere a una madre.

Posiciones infantiles

Al poco de conocerse, su relación se transformó en un pulso continuo en el que ella ganaba y él se sentía incapaz de defenderse. Tras cada enfrentamiento, ella se sentía culpable, pero seguía sintiendo rabia hacia él porque no se defendía. Carlota sentía de que no estaba casada con un hombre, sino con un niño pequeño, al que era necesario vigilar en todo. Creía que debía ser ella la que decidía las mínimas cuestiones: desde su aseo personal, pasando por la ropa, la comida y todo lo demás.

"A ratos me conmueve se dice Carlota, pero otras veces me irrita y ahí es cuando me pongo violenta. Se le ve tan perdido e indefenso cuando me ausento, que prefiero no abandonarlo por mucho tiempo. Mi vida sería diferente si estuviese con un hombre de verdad. No tendría la obligación de asumir todas las responsabilidades. No sé bien la razón, acaso es que todos son como niños o son lo que yo elijo, pero los hombres con los que he estado siempre son como niños".

Como el resto de las parejas, Andrés y Carlota han hecho su elección amorosa guiados inconscientemente por su historia emocional. El padre de ella era bastante autoritario y con frecuencia atacaba a su madre, llegando incluso a ponerle la mano encima alguna vez delante de la niña. Esto marcó la vida de Carlota, que se asustaba mucho cuando presenciaba este tipo de escenas y guardaba hacia su padre cierto resentimiento por tratar así a su madre. Pero sin saberlo, también se hizo cargo del resentimiento que su madre tenía hacia su marido.

En cierta forma, Carlota respondía a Andrés, su pareja, como le hubiera gustado que hiciera su madre con su padre. Tenía claro que a ella nunca le pasaría lo que le sucedió a su madre. Carlota se identificó con su padre, pues inconscientemente prefería la aparente fortaleza de éste, que la debilidad materna.

En cuanto a Andrés, que siempre se sintió rechazado por su padre, se identificó más con su madre y se quedó en una posición infantil, apegado a ella. Su posición pasiva, que él identifica con ser bueno y portarse bien, está en buena medida dirigida a su padre, como si esperara que comportándose así fuera a ser querido. Pero con su actitud, Andrés mantiene el deseo de quedarse para él solo a su madre, un anhelo inconsciente del que se siente culpable. No quiere crecer; se siente desorientado, como un ciego en una ciudad desconocida, cuando su mujer no está. El hombre sumiso rechaza a la mujer y busca a una madre poderosa a la que necesita, y se somete a ella. La mujer agresiva rechaza al hombre y busca alguien a quien pueda dominar. Ambos colocan en el otro lo que no pueden asumir en sí mismos.

Qué podemos hacer:

  • Dejarse llevar por lo que perjudica a la pareja es destructivo para ambos.

  • Hay que preguntarse por qué se actúa de ese modo. Ella tendría que averiguar por qué necesita sentirse siempre como la más fuerte y él por qué le gusta sentirse controlado.

  • En algunos casos, las identidades de una y otro se han estancado, quedando atados a posiciones muy demandantes por parte de él e intransigentes por parte de ella.

  • Resulta necesario investigar qué es lo que se niega en uno mismo y solo se quiere ver en el otro.

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