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La repercusión de Ing-wen no es casual. Las cifras de Taiwán son un caso de éxito: hasta el 14 de abril, el país insular, con 23 millones de habitantes, tan solo ha contabilizado 422 contagios y 6 fallecidos por el virus. Y eso a pesar de estar tan cerca de China, el foco de infección inicial, y de los viajes constantes entre la isla y el gigante asiático, ya que muchos taiwaneses trabajan en el continente.
¿Cómo ha conseguido esto? Desde que detectó el primer contagio, el 21 de enero, el Gobierno taiwanés ha puesto en marcha un sistema de monitoreo constante de la población, manteniendo aislado cada caso y rastreando los contactos de los pacientes.
Además del buen desempeño en la crisis sanitaria, Ing-wen está jugando muy bien sus cartas en el escenario internacional. Aunque la presidenta se ha enfrentado a la Organización Mundial de la Salud (de la que no forma parte por el veto impuesto por China), Taiwán ha desplegado lo que ya se ha llamado la “diplomacia de la mascarilla”: en las últimas semanas, el país asiático ha enviado 16 millones de unidades a naciones aliadas como la Unión Europea, Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda.
El caso de Taiwán no es único en el mundo. Ya son muchos los que están comentando que los países que mejor responden al coronavirus tienen algo en común: están liderados por mujeres. Además del país asiático, están Alemania, Finlandia, Noruega, Islandia, Dinamarca y Nueva Zelanda. Todos ellos con una situación sanitaria bastante controlada.
Ing-wen, de ideología progresista, fue reelegida para el cargo en las elecciones presidenciales de enero por una mayoría aplastante: consiguió más votos, incluso, que cuando fue elegida la primera vez, hace cuatro años, y se convirtió en la primera mujer que preside Taiwán.