más que pistolas, CUCHILLOS y cruces
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La vida es mágica también. Quién puede negarlo. Lo han vivido en sus carnes los artífices de Warhol-Vijande. Más que pistolas, cuchillos y cruces. Un documental que como siga así, yendo de festival en festival y reclamándolo todos a la vez en todas partes, va a disputar en nada la estelar carrera de los Oscar. Lo suyo está siendo mucho más que los 15 minutos de fama que nos vaticinó Andy Warhol. Y a warholianos no les gana nadie. Bueno, quizá el adelantado Filip Custic, con quien han hecho patria.
La película, que dirige Sebastián Galán, nombre artístico de Juanjo Ruiz, con Alaska en el papel de maestra de ceremonias, cuenta la relación entre un artista capitular como Andy Warhol y un galerista visionario como Fernando Vijande. El Diógenes hipermoderno que hizo del consumo un arte, de un lado. Y de otro, el dandy con clavel en el pecho, igual de truhan que de señor, al que se le abrieron automáticamente las puertas de la Factory y al que ahora se le reivindica desde las entrañas del pop. El mismo que tramó la exposición Pistolas, cuchillos y cruces para que el americano se dignara a pisar el Madrid de 1983, que puso patas arriba. Y quien se llevó a sus artistas al Guggenheim neoyorquino. Aún quedaban años y movidas para el de Bilbao.
Lo detalla con pelos y señales -y muy inspirado, la verdad- el documental Warhol-Vijande. Meter la cabeza en semejante universo sin límite ya es una experiencia multisensorial. Más si está recreado por quienes fueron testigos de aquello. Desde Ágatha Ruiz de la Prada, Teresa Nieto o Fabio McNamara, por la parte española, hasta Christopher Makos, Bob Colacello o Vincent Fremont, por la americana. Pero también es un gozo, amén de un divertimento, seguirles las huellas a los que, a su vez, se las han seguido a Warhol y a Vijande.
Y hacerlo de Pittsburgh a Nueva York con parada en la icónica Casa de la Cascada, de Frank Lloyd Wright, el arquitecto del Guggenheim, por cierto. Nos imaginamos el convoy de furgonetas quemando asfalto a la americana y llevando dentro a Olvido Gara (nuestra Alaska), Mario Vaquerizo y compañía en su particular conquista del Este. Once en la carretera, amantes de las curvas, nada temerosos de los precipicios, sin hacerle ascos a la comida basura y, sospechamos, guardando tickets y demás en una caja de cartón como un manifiesto prototípico del pop art.
Nos lo ha contado Susana Banderas Navajas, productora del documental y directora creativa de la agencia Artworks No Panic We Are Here, que está detrás de todo esto junto a la Colección Suñol Soler. Warhol-Vijande se estrena el 29 de octubre en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Antes se paseará por festivales y se verá donde se tiene que ver: en el madrileño Reina Sofía, el IVAM de Valencia, el Guggenheim de Bilbao y la Fundación Miró de Barcelona. Después llegará la hora de los cines y las plataformas, los talks y la masterclass. No se lo pierdan. Por amor al arte.
¿Cómo fue el paso de Warhol-Vijande. Más que pistolas, cuchillos y cruces por el Atlàntida Mallorca Film Fest?
Fue una sorpresa porque el visionado era un sábado, 2 de agosto y a la 5 de la tarde, con todo en nuestro contra, y hubo llenazo. A Warhol le conoce todo el mundo y no podemos descubrir mucho más, pero la personalidad de Fernando Vijande nos ha ido abriendo puertas.
¿Qué recorrido va a tener el documental a partir de ahora?
Se presenta el 22 de septiembre a nivel internacional en la sección oficial del London Spanish Film Festival (LSFF), que es el gran escaparate del cine español en el Reino Unido. También vamos en octubre al Abycine, en Albacete, que es muy molón y da mucho que hablar. Y tenemos unos cuantos pendientes tanto en Nueva York como en Europa. El Independent Art Film Fest de NY, por ejemplo. También se han interesado en lo que llaman mesa de mercado de los festivales de Cannes, Venecia, Montreal, Toronto. No es nuestro objetivo, pero bienvenidos sean.
¿Cuál es el objetivo entonces?
Para nosotros es más importante el recorrido cultural. Desde el Instituto Cervantes de Sâo Paulo, con el que estamos en negociación, a los de Nueva York y Madrid. ¿Fernando Vijande no era el puente Madrid-Nueva York? Pues proyectarlo en estos dos centros sería la bomba. Además, del 21 al 24 de octubre, habrá visionados y talks en el IVAM de Valencia, la Fundación Miró de Barcelona, el Reina de Madrid y el Guggenheim de Bilbao.
Serán justo antes del estreno, el 29 de octubre en el Círculo de Bellas Artes, con todo lo que significa el Círculo para nosotros, para Fernando y para Blanca Sánchez, que fue su mano derecha y se merece otro documental. Y tras el estreno llegará a las salas. También nos lo han pedido de Pragda, una plataforma canadiense de cine educativo.
Esta internacionalización suena ya a carrera para los Oscar.
De momento, hay esto. Y según acabemos con las salas, tenemos un circuito, como la Piquer, de visionados y mesas redondas. Desde la Universidad de Cádiz hasta el IE University, que han abierto ahora una vía de Humanidades. Lo han visto y quieren que se haga una masterclass para los alumnos de Madrid y que luego se extrapole a su sede en Manhattan. Estamos también negociándolo con la Complutense para llevarlo a Ciencias de la Información y hacer un talk allí. Lo importante es que se vea, porque lo que no se ve no existe.
El documental tiene como centro la visita de Warhol a Madrid en 1983 de la mano de Vijande y ese puente con Nueva York. ¿Cuál fue la idea inicial?
Queríamos hacer una pieza de arte en sí misma. Puede sonar arrogante, pero esa era la idea. De paso, poner en valor la colección de Pepe Suñol, que fue la colección de Fernando Vijande porque se la hizo él. Siendo ese el propósito, creo que, por lo que nos están diciendo y por lo mucho que la gente se está interesando, estamos en el camino.
Por un lado, una figura archiconocida como Warhol y, por otra, un perfecto desconocido para el gran público como Vijande.
Al principio, pensamos en pasar por alto el mundo warholiano haciendo más hincapié en la vida de Fernando, porque teníamos más datos, nos avalaba la familia y podíamos investigar. Pero resultaba imposible, pues una vez que te adentrabas en su figura, estaba tan claro el puente artístico Madrid-Nueva York que había que tocar el entorno de Andy Warhol. Así que había que hablar con Bob Colacello, con Christopher Makos, el fotógrafo que vino con él a Madrid de jovencito, y con Vincent Fremont, su mánager. Solo de pensarlo se nos abrían las carnes. Aunque se nos hacía complicada la producción porque había que saltar el charco.
¿Cómo fue ese viaje al otro lado del Atlántico?
Fue determinante contactar con Makos y que nos abriera su estudio. Nuestra primera parada fue Pittsburgh, adonde nadie va si no es a ver el Museo Warhol porque es una ciudad muy deprimida. Lo único que hay es el museo más grande del mundo dedicado a un solo artista, que es él porque nació allí. Contactamos con Patrick Moore, que era el director del museo (lo fue de 2017 a 2024), y rápidamente nos dijo que sí. Fue de una generosidad tremenda. Hasta nos enseñó la cápsula del tiempo del viaje a Madrid. Esas cajas de cartón en las que Warhol lo guardaba todo. O sea, un lujazo.
Y de Pittsburgh a Nueva York.
De Pittsburgh, donde estuvimos un día rodando y una noche durmiendo, nos cogimos tres vans y nos fuimos para Nueva York por carretera. Allí nos quedamos cuatro días muy bien aprovechados. Rodamos los exteriores del loft que tuvo Fernando en Harrison Street, en el Soho, y convocamos a Colacello, Fremont y Makos. Pudimos hacer las entrevistas porque rodamos en septiembre. Ya sabes que estos grandes divos que rodearon a Warhol se van de vacaciones a los Hamptons.
Para nuestra fortuna, contamos con Enrique Pastor, productor asociado y amigo nuestro, porque si no, hubiese sido imposible. Toda la producción en EEUU la hicimos a través de él. Nos fuimos para allá como si fuéramos los amigos del club de Warhol. Y solo nos quedó pendiente Chris Stein, guitarrista de Blondie, y Debbie Harry, su vocalista, que no pudieron porque la hija de él había fallecido hacía un mes, una chica jovencísima, y estaban fatal. Por eso, no pudimos cerrar ese círculo.
Ese viaje merece un documental, sobre todo el trayecto a NY.
Nos llevamos para allá a Olvido porque cuando cayó todo esto en mis manos, hablé con ella, que es amiga y muy amiga de amigos, para proponerle que fuera una entrevistada más en el documental. Pero enseguida vimos que tenía que tener mayor presencia, no solo como protagonista de la historia, sino por su formación en arte. Lo recibió como un regalo. Y, a pesar de lo liadísima que está, se vino y la utilizamos de vehículo para conducir las entrevistas.
¿Quién más formaba parte de la tripulación?
Pues, además de Olvido, también se vinieron Mario (Vaquerizo) y JuanPe (Little Joe, de las Nancys Rubias), que se encargó de su estilismo. De la Fundación Suñol Soler, Rodrigo, que es el hijo de Fernando Vijande, Sandra y Silvia. Además de Juanjo, el director del documental, y Mar, de nuestra agencia, dos directores de fotografía y yo. En total, once personas, más el equipo que teníamos allí de Enrique Pastor.
¿Qué supuso conocer personalmente a Colacello y a Makos?
Pues te das cuenta de que los divos de la Factory, con un bagaje increíble, son gente muy sencilla. Estoy segura de que la conexión que experimentábamos en esos momentos era la misma que tuvieron hace 40 años cuando vivieron en tiempo real la Movida. Les gustó recordar cómo fraguaron la exposición con Vijande. Te contaban cómo era la Factory, cómo apareció Fernando con un clavel en la solapa y un traje impecable, casi un marqués, en esa época en que había mucho desgaste en NY y un underground que más underground no podía ser.
La obsesión de Fernando era trasladar lo que era la Factory a Madrid, pero es que ellos andaban fascinados con él. Era gente abierta a todo. A estar con una trans de lo más tirada, con un yonqui del Soho o con una persona tan espectacular como él. Gente que era así y sigue siendo así. Imagínate. Yo, que estudié Publicidad, siempre he tenido a Colacello, el editor de la mítica Interview, como referencia. Nosotros no venimos del mundo audiovisual como tal, somos publicistas, pero hemos hecho el documental sin ningún miedo.
Son mundos que se rozan.
En el inicio, con un guion archiabierto, esperábamos todo el rato encontrar algo que fuera revelador, que nos otorgara la bola de cristal que nos enseñara por dónde ir. Esa sensación la hemos tenido hasta el último momento. Siempre se ha hablado en los medios de lo mismo, de la entrevista que le hizo Pitita Ridruejo a Warhol, de que estuvieron en casa de los March y los Hachuel, de que posó con Ana Obregón. Que no tengo nada en contra de la prensa del corazón, que soy bastante fan, pero año tras año se iban arrastrando cuatro datos y parecía injusto. Cómo la inercia olvida lo realmente importante de una persona y se queda con lo anecdótico. Y Fernando Vijande fue todo un personaje. Estamos todos enamorados de él, tanto hombres como mujeres.
Alaska es amiga, pero ¿cómo ha sido trabajar con ella?
Hemos tenido tanta suerte... Articula de maravilla, habla muy bien, reconduce y sabe ir al foco, con cero dispersión. No le gusta que se diga, pero tiene una inteligencia superior. Aparte de una gran bondad, es una gran profesional y encima humilde, un cielo. Makos, parte del equipo americano y muchos artistas la conocían. Gracias a ella, todo ha crecido y ha sido de mayor calidad. Lo ha hecho todo fácil.
¿Alguna anécdota del rodaje?
Esa noche que pasamos en Pittsburgh, Patrick Moore nos invitó a su casa a cenar, insistió y fuimos para allá. Nos presentó a su marido, y todo divino. Fue él quien nos sugirió que fuéramos a ver la Fallingwater, la Casa de la Cascada. Y todos diciendo: «Pero qué maravilla, si esta era la casa de mi vida». Nos dimos mucha prisa porque teníamos el tiempo medido y en NY nos esperaba parte del equipo, pero fuimos. Se nos puso en el camino. Íbamos por carretera, parándonos en todas las áreas, comiendo comida basura. Hubo cotilleos, risas y flipando con la gente y con los símbolos. Todo muy divertido. Pittsburgh está en la situación que está, pero te metes en Nueva York y es un mundo aparte.
Por un lado, Makos, Colacello, Fremont. Por otro, Alaska, Ágatha, Teresa Nieto, Fabio McNamara. ¿Cuál fue su reacción ante el documental?
A Fabio le conozco desde los 15 años. Cuando se lo conté, me soltó: «Pues yo voy a preparar una canción de Fernando, Warhol y las Costus». La música la hizo Juan Carlos (Moreno), que es productor de Nancys, pero que estuvo con Fangoria y Dinarama, amigo también. Y Fabio nos hizo una declaración de intenciones sobre lo que era la casa de las Costus, la Factory de España: «Vino Fernando Vijande con Warhol, polaroid por aquí, polaroid por allá». Un genio porque es un poeta. Toda esa agilidad, esa lengua rápida y creativa de la Movida es Fabio. Lo que pasa es que luego ha sido un carpe diem y un espíritu libre que ha hecho lo que le ha dado la gana.
Hay un camino directo de la Movida madrileña a la Factory neoyorquina.
Fabio cuenta que Fernando tenía idea de llevarle a él y a las Costus, que eran artistas, diseñadores y hacían de todo, a Nueva York. Piensa que se llevó al Guggenheim a finales de los 70 a todos sus artistas y que inauguró su galería con el Chochonismo ilustrado, que fue la presentación en sociedad de las Costus en 1981. Y una vez que la abre, qué ocurre. Pues que empezó a hacer lo mismo que hacía Warhol, que se rodeaba de gente mucho más joven como Basquiat o Keith Haring. La pena es que Fernando se murió muy pronto, en 1986, con solo 56 años. Pero su galería era la Factory de España. Tuvo un ojo tremendo, trasladó ese espíritu aquí, sabiendo cómo era la sociedad en ese momento.
¿Qué puede decirse de Teresa Nieto?
Teresa, qué lujo tenerla, con esa espontaneidad. Que dijera Fernando: «¿Quién tiene el carnet de conducir?» Y ella: «Yo». «¿Quién tiene coche?». «Yo». «Pues venga, te llevas a Warhol a Toledo». Y Warhol la miraba de reojo pensando: «¿Y esta niña quién es?». Ella tan jovencita y tan chula, que entonces era estilista de Tesauro (Hachuel), la productora de las primeras películas de Pedro Almodóvar antes de que hiciera El Deseo.
Ahí es donde Warhol cumplió su sueño pop de estar entre aristócratas.
Fernando le convenció de viajar a España diciéndole: «Tú vente para acá que yo te voy a presentar a un montón de aristócratas y así te encargan retratos». Ese fue uno de los motivos de su visita. Igual que se fue con Makos a China e hizo la serie de los Maos porque era la persona más pop del mundo en ese momento y luego le maquilló como Marilyn y demás. Aquí lo mismo. Él lo que quería ver era arquitectura fascista. Le llevaron al Valle de los Caídos y al Alcázar de Toledo. Esa agenda que le prepararon incluía visitar a los marqueses de Portugalete (Francisco Javier Cavero de Carondelet y Christou y Piedi Aguirre, hermana de Esperanza Aguirre) en un cigarral. Que le pusieran a un americano unas mesas con candelabros, con mayordomos con guantes sirviéndole la comida era algo muy exótico. Como Viridiana casi. Teresa nos contaba todo eso.
También Ágatha Ruiz de la Prada estuvo allí y está en el documental.
Lo importante para Ágatha es que su primera exposición fue en la Vijande, un sótano en el barrio de Salamanca, y que además las fotos se las hizo nada menos que Javier Vallhonrat. Tenía que estar, y aceptó en cuanto nombramos a Fernando. Lo resumió con estas palabras: «Para mí, él fue la modernidad».
Sin duda, había que rescatar del olvido a Fernando Vijande.
Sí, todo mundo decía: «Venga, por Fernando». Hemos notado que todos los que han participado en el documental tenían una especie de deuda con él. Como se murió tan joven, hizo tanto y quedó tanto tan pendiente, a todos se les generaba ese sentimiento, que ninguno ha verbalizado. Pero se estaba produciendo algo mágico.
¿Definitivamente Filip Custic es el artista que mejor representa el espíritu de Warhol?
Nos fascinaba Filip Custic, seguíamos ya su trabajo y pensamos que no podía haber nadie mejor porque se ha montado una Factory. Sigue tirando de ahí, trabajando con robots, con su yo, con su figura, reflexionando sobre la identidad. Desde Pittsburgh le iba enviando fotos. Entre ellas, una fantástica de Warhol con una cabeza suya y le puse: «Mira, podía ser tu abuelo».
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.