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Estaba presentando Fervor en la Alta Costura de París cuando supo que era Premio Nacional de Diseño de Moda. Pero ni lo uno ni lo otro hacen que Juana Martín (Córdoba, 1974) levante los pies de la tierra. O mejor, de su querida tierra. Transitar estos cielos parisinos durante ocho años ya, y ser la primera española en hacerlo, no la ha cubierto del clásico halo de divismo. Al revés. Lo divino lo deja para sus creaciones, elevadas gloriosamente a las altares de la moda, además en su asunción más artística. Ella prefiere ponerse a la sombra que le da el negro. O sea, invisibilizarse, bajo el ala ancha de su sombrero cordobés, para hacer visible lo artesano.
Juana Martín es como su obra, que muestra una fuerza arrolladora aunque contenida, la de la saeta al cantar. Una reivindicación a gritos desde la orfebrería, los encajes y las sedas, sumada a una reinterpretación de la corona de espinas y el cordón de penitente, mientras una lluvia de pétalos, por ejemplo, cae virginalmente sobre un manto en vuelo transparente. «Siempre he sido reivindicativa, pero ahora hablo más alto y más claro», nos dirá a lo largo de la conversación. También que «hay que trabajar mucho para estar en las alturas».
En las alturas de París, precisamente, compartió jornada con Chanel, Stephane Rolland y Giorgio Armani Privé. Un Fervor el suyo que fue, más que desfile, procesión. Con la devoción, la solemnidad, la hondura y la conmoción marcando el paso y apelando a Cristos y Vírgenes. Como descorriéndose el telón y expresándose Bernarda Alba desde las entrañas. O como la Macarena llorando sus lágrimas de cristal ante un temblor cofrade unánime. Todo revestido de alta costura. Y con ella oficiando como maestra de ceremonias desde esa oscuridad de la que sale la luz.
Todo en esta diseñadora, que estudió moda y confección en el Instituto de Diseño y Moda Andaluz (IDIMA), fundó su marca en 1999 y debutó en Cibeles en 2005 tras haber mostrado sus creaciones en la pasarela de moda flamenca Simof, es así. Pasión religiosamente barroca. Porque cuando se arranca de la tradición, la vanguardia no tiene límites. O volviendo a Lorca, esta vez a sus Bodas de sangre, «cuando las cosas llegan a los centros ya no hay quien las arranque». Con ella hablamos de París, de Andalucía, del Premio Nacional y de su vida y obra. Lo que viene es una nueva boutique en Miami a finales de este año y una exposición en el Metropolitan Museum de Nueva York, el mítico Met, para noviembre de 2026.
MUJER HOY. Cuéntenos cómo es ese Fervor que acaba de presentar en la Alta Costura de París.
JUANA MARTÍN. Fervor es una colección que, aunque está basada en la Semana Santa, tiene mucho más. No es solamente lo que tú veas, sino dónde lo ves. Es dónde ves tú la fe. Fervor es romper ataduras. Por supuesto, es la fe, el fervor que tenemos a la hora de expresar lo que sentimos. Pero también hay un poco de reivindicación, de lucha, de cómo estamos oprimidos y, a la hora de querer gritar, nos limitan. Es toda esa fe de cuando estamos desesperados y buscamos algo en que creer y algo en que refugiarnos. Fervor es toda una vida viendo y viviendo una tradición como puede ser la Semana Santa, que se inculca de padres a hijos. Se le pueden dar muchas connotaciones a Fervor.
Lo que está claro es que es infinitamente artística, ¿de qué está hecha?
De pedrerías, de bordados, de sedas naturales o rústicas. De muchísima orfebrería. Hay mucho arte, porque también las cuerdas son prácticamente joyas artísticas. Y si hablamos de la imagen que abre el desfile, que es de un escultor muy importante, Martín Boíllo, se ve cómo con una simple cuerda ha trasmitido esa fuerza que necesitan la fe y el fervor.
Como siempre, todo ha salido de talleres artesanales.
Sí, de talleres artesanales de Córdoba y Andalucía, dando a conocer la artesanía y haciendo que no muera. Porque artesanos artísticos quedan muy pocos. Entonces tienes que darles actualidad, aplicar su saber hacer a las nuevas ideas y mostrarlo. Es fusionar la artesanía con la innovación.
Andalucía conserva muchos oficios artesanos relacionados con el arte.
Intentamos, intentamos. Lo que pasa es que el valor hay que mantenerlo y hay que darlo. Y yo hago mucho hincapié. Estoy muy reivindicativa últimamente. Cada vez hablo más claro y más alto. Ahora soy menos políticamente correcta.
¿A qué se debe?
A la simple razón de que no encontramos en los organismos oficiales el valor que le tienen que dar. El artesano sobrevive por sus propios medios. Yo soy una artesana y sobrevivo por mí misma, pero ¿hasta cuándo va a ser así? Nos apoyamos mutuamente. Ahora mismo estamos trabajando con Málaga de Moda, que es quien verdaderamente apoya a los artesanos, sobre todo malagueños y andaluces. Eso es importante porque una acción que nace de algo pequeño va creando una escuela, una comunidad en la que nos vamos retroalimentando unos y otros.
En este sentido, ¿qué supone el Premio Nacional de Diseño de Moda?
Quizá dar más visibilidad a lo que hacemos, a la artesanía, al trabajo, a la cultura, a nuestras tradiciones, que es muy necesario.
Más todavía puesto que usted ya goza de prestigio internacional.
Soy la primera mujer española en estar en el calendario oficial de la Alta Costura de París. Esta es mi octava temporada, que se dice pronto. Mantener ocho temporadas es muy significativo.
Podríamos decir que es embajadora de las tradiciones.
La gente me dice: «Qué responsabilidad, Juana, cuando haces las cosas con tanto cariño y con tanta fuerza». Pero cuando conoces las cosas, las vives, las has compartido y has nacido en ellas, sale solo. Sí que es verdad que es mucha la responsabilidad de estar cada temporada en la Alta Costura y dejar el pabellón alto. Últimamente, estoy sintiendo pánico escénico. Quiero ir pero no quiero ir, quiero estar pero no quiero estar. Quizá por el esfuerzo tan grande que hay que hacer.
¿Cómo se siente en París?
Me siento muy bien, sin duda, muy querida, reconocida. Valoran lo que haces, ven el trabajo. Pero tengo que admitir que es muy duro.
¿Qué le ha aportado la ciudad del Sena a alguien tan andaluz?
Pues, mira, me ha aportado liberación, no depender de nadie, no tener que estar pidiendo. Porque la sensación que tenemos los artistas que trabajamos en el mundo de la moda es que, lógicamente, necesitamos ayuda, para poder hacer más cosas y crecer más. Yo voy sola, voy a pulmón. Solo tengo detrás a Málaga de Moda, que llevamos tres temporadas con ellos y son increíbles. Trabajamos con Plenitas OTT, que son también cordobeses y están ahora expandiéndose por todo el mundo. Hasta el punto de que yo tengo una televisión propia.
Eso hace que puedas meter ese contenido mucho más especial, llegar a una gente a la que verdaderamente le gusta lo que haces y poco a poco ir acostumbrándolos a ver con otros ojos nuestro trabajo y tener esa proyección también internacional. Y, por otra parte, trabajar con gente local, que son maravillosos, en este caso Menchu Benítez y Rafa Maqueda. Se trata de proyectar todos nuestros reflejos, nuestra tradición, nuestra alma hacia fuera.
Y viceversa, ¿qué le está aportando Juana Martín a París?
Algo estaré aportando cuando llevamos ya ocho temporadas. Es por contar una verdad. No somos ficción, no nos inventamos nada. Contamos una verdad, y esa verdad es de dónde vengo y quién soy.
¿Tiene algo de parisina?
Me encanta París. Es una ciudad que me vuelve loca en todos los sentidos. Porque pasear por allí ya te inspira. Mires donde mires, hay algo bonito. ¿Parisina? Quizá ahora estoy aprendiendo a trabajar con París. Llevamos años, pero cada día te sorprende. De parisina ahora tengo la mentalidad a la hora de trabajar, porque te inculcan su forma de hacer las cosas, sus requisitos, su imagen. Hay que mirar con mucho futuro.
¿De dónde le viene toda esta visión tan poética de la moda?
Pues quizá es una forma de reivindicar. Una forma de rebelarse también ante una sociedad que, hoy por hoy, se da muchos golpes de pecho de estar muy avanzados y luego no avanzamos tan deprisa. Yo no lo veo tan fácil como nos hacen creer. Todavía hay mucho prejuicio en general y mucho rechazo. Ahora muchísimo más que antes. Yo te digo que de pequeña no he sufrido racismo en el colegio. He sido una niña más. Pero noto que no se normaliza nada.
¿Por qué salen titulares como «La primera mujer gitana que desfila en la Alta Costura» o «La primera gitana que gana el Premio Nacional»? El artista es artista. Parece que es algo sobrenatural que sea gitana. ¿Por qué cuando otras compañeras mías han sido premiadas no han puesto que eran payas? Yo nací gitana, vivo gitana y moriré gitana. Y es la cosa más maravillosa que me ha pasado en la vida. Porque vengo de un padre y de una madre y de una familia con principios, con valores, con cultura, con tradiciones, siempre respetando, siendo honrados. Pero a mí el premio me lo dan por veintiséis años de carrera, no por ser gitana.
¿Cuándo decidió ser diseñadora?
Esto es de toda la vida. Mis padres han tenido talleres propios. Mi padre ha vendido en el mercadillo sus propias creaciones. Cuando la gente comenta: «Ay, es que su padre ha vendido en el mercadillo». Pues claro que sí, y gracias a eso me han dado una educación exquisita. Y gracias a eso hemos comido, hemos vestido y hemos vivido muy bien. Es un orgullo. Yo eso lo he vivido de siempre. Era creativa desde pequeña. Naces con ese don y es así.
¿En qué momento se encuentra creativamente?
Es un momento de querer avanzar. Yo siempre estoy empezando. Cada día es un reto mantener esto. Cada día que te levantas, tienes que preguntarte: «¿Qué toca hoy? ¿Qué impuesto hay que pagar? ¿Cómo lo vamos a hacer?». Es un reto. Estoy sobreviviendo a lo que está pasando.
¿Dónde halla la inspiración?
Luego está esa vena poética, que es cómo me gustaría que fueran las cosas, cómo veo a una mujer cuando se viste, cómo quiero reivindicar algo. Y hacerlo de una forma que la gente lo pueda entender. No quiero dañar a nadie. Mis palabras no pueden dañar a nadie. Yo soy como Palomo. Yo me lo guiso, me lo como, me lo bebo, me lo pago, me lo fabrico, me lo busco, me lo trabajo. Es el sueño de querer conseguir cosas.
A nivel artístico, ¿quiénes son sus referentes?
Hay muchos. Yo he trabajado y estudiado mucho a Balenciaga. Me gusta mirar lo bello, dar valor a lo que realmente lo tiene. Entonces, cualquier persona, cualquier pintor, cualquier diseñador que lo haga bien, que tenga una forma de expresarse que me llene… A mí me inspira todo eso. Me inspira la gente positiva. Me inspira la gente buena. Me inspira la gente que sonríe y que ama la vida y que comparte. Todo eso es una inspiración.
¿Qué le pareció el hecho de que Dior pusiese los ojos en Sevilla?
Todo lo que sea exportar lo nuestro me parece genial. Más Dior, como una firma potente que es. Pero los andaluces ya lo habíamos hecho. Eso es lo que vivimos a diario, lo que hacemos cada día. Sí que es ayudarnos a seguir mostrando lo nuestro. Aunque la gente lo critique, yo lo veo bien. Pienso que es muy positivo porque nos pone en la mirada del mundo.
Hablaba de Balenciaga, pero ¿qué le dicen Lorca y Picasso?
Me dicen todo. He trabajado con Lorca y con Picasso. A mí el arte de estos señores me parece brutal. Hay algo de artistas increíbles. Cuando nosotros creamos algo, tenemos que estudiar muchísimo, tenemos que sentirlo, que buscar mucho más allá de la obra. Llegar hasta la persona, cómo fue, quién fue, qué hizo, cómo lo consiguió. Es mucho más profundo que ver su obra, que me maravilla. Es quién fue, dónde estuvo, cómo lo hizo, qué le motivó, por qué cambió, de dónde vienen las obras, qué significan. Todo eso nos hace nutrirnos mucho y nos ayuda a ver más allá. Te hablo de Picasso como te hablo de Lorca, como te hablo de bailaores.
¿Qué es Córdoba para Juana Martín?
Córdoba es donde nací, donde vivo, donde está mi familia, donde tengo esa paz, esa tranquilidad. Viajo mucho, trabajo mucho, pero el descanso del guerrero es cuando llega a su casa, con su gente, ya sea Córdoba, ya sea Málaga, ya sea Sevilla.
Siempre la vemos con su sombrero, ¿mima su indumentaria?
Busco siempre la sobriedad, porque cuando tú lanzas colecciones con mucha fuerza, mucho sentir, de alguna forma tienes que tener esa honestidad a la hora de vestir. Siempre salgo con un sombrero cordobés, queriendo pasar desapercibida en todo esto. Voy de negro. Es muy importante para mí. Es la imagen de la marca, y yo soy parte de ella, por lo que siempre iré de negro. Negro o blanco, pero la mayoría de las veces negro.
¿Por qué el negro?
Porque, aunque el blanco sea el espacio donde buscas las formas de ser luz y de dibujar lo que quieres, el negro es la sobriedad y, sobre todo, el alma en su esplendor. Es la sombra que necesito muchas veces de tranquilidad. Si apago la luz, la mente se tranquiliza. Es una forma de encontrar paz. Y porque el negro es el color por excelencia.
¿Significa eso una huida del mundo del espectáculo?
Es que yo no soy eso. Soy lo que hablo y lo que siento. Tan natural, tan normal y tan sencilla como lo que ves. Yo llegué de París y me fui a mi supermercado a comprar tan normal. Necesito esa normalidad. Me puedo tirar horas hablándote del negro, porque es una forma de volverme invisible en el mundo del espectáculo. La realidad es tener los pies en la tierra. Si no, me volvería loca. Mi familia nunca me ha creado un personaje. Mi madre me llama: «Juana, ¿me puedes comprar el pan?». Yo necesito mi mundo habitual, hacer de cenar a mi niño, ir con él a la piscina de la abuela. Cada vez es más complicado tenerlo, pero en Córdoba lo consigo. Puedo ir a los sitios andando. Puedo entrar en mi mundo. Mi mundo es mi atelier.
¿Cuántas personas trabajan en el taller?
En el atelier, conviviendo, estamos nueve, diez, doce personas, aparte de colaboradores, que hay muchos. El equipo de París puede estar entre treinta y cuarenta, y cada año se van añadiendo más. Ahora tengo una de baja. Se me puso mala una de las modistas una semana antes del desfile. Imagínate el caos. Y el año pasado se me jubilaron en pleno desfile de la Alta Costura.
¿Hay relevo?
Es muy complicado. Las últimas mohicanas se van y no vuelven. Yo empecé a trabajar de cero. Yo me iba a los talleres sin cobrar nada, a ver cómo hilvanaban. Me decían: «Barre esto», y me volvía loca solo con vivirlo. Hoy salen de las escuelas sin tablas, pero ya quieren ser diseñadores, ya quieren llegar. Este oficio, como cualquier otro que sea artesanía, tienes que trabajarlo, aprenderlo, vivirlo.
¿Es consciente del valor artístico de su trabajo?
No soy consciente. Soy como el artista frustrado que busca siempre esa parte errónea, que no está satisfecho, que está en guerra consigo mismo. Nunca veo los desfiles, jamás. No puedo. Lo dejo pasar y al año siguiente lo veo en vídeo. Mi marido me dice siempre que soy demasiado sencilla.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.