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El 21 de enero de 2017, solo un día después de que Donald Trump se instalara por primera vez en la Casa Blanca, Estados Unidos vivió las mayores movilizaciones sociales de su historia. Hasta tres millones de personas tomaron las calles, en las conocidas como Women's March, como protesta preventiva de lo que estaba por venir. Artistas, activistas, intelectuales y la plana mayor de Hollywood se colocaron a la cabeza de las manifestaciones: desde Jane Fonda y Madonna hasta Gloria Steinem y Angela Davis. Y detrás de ellas, todas las demás.
El movimiento opositor a Donald Trump, liderado por las feministas, estaba cargado de frustración, pero también era profundamente inspirador. Se escribieron manuales de resistencia, como la famosa Indivisible Guide, y el efecto mariposa hizo que miles de iniciativas locales florecieran por todo el país. Hasta los grupos conservadores escucharon la llamada de la resistencia. «The Lincoln Project fue fundado por antiguos republicanos consternados y asustados por el giro derechista y autoritario que el Partido Republicano empezó a tomar bajo el liderazgo de Trump. Y ahora tampoco nos rendiremos frente a las decenas de millones de votantes que le rechazan y buscan liderazgo», explica Rick Wilson, líder de la conocida plataforma.
Sin embargo, la realidad es que, tras la inapelable victoria de Trump el pasado noviembre, donde en 2017 había rabia e indignación ahora hay, fundamentalmente, resignación. Al menos desde fuera, el movimiento opositor se intuye silencioso y desinflado. Desde dentro, el mensaje es otro. «No nos podemos permitir estar asustados o desmoralizados. Trump y sus aliados quieren que nos retiremos y nos hundamos en la apatía, pero ya estamos viendo cómo la gente está rechazando el miedo y las dudas y se está preparando para luchar», anuncia Wilson, para quien el segundo mandato del republicano es «el mayor examen al que se enfrenta nuestro país desde la Guerra Civil».
En 2020, la escritora y profesora de la Universidad de Chicago Rachel DeWoskin se unió a Writers Against Trump (Escritores contra Trump), un grupo fundado por Paul Auster y Siri Hustvedt para vertebrar la oposición del movimiento intelectual que después pasó a llamarse Writers for Democratic Action (WDA) y que sigue funcionando con más de 3.000 miembros. «Es cierto que hay un shock, pero el silencio también tiene que ver con poner en marcha una nueva movilización y estrategia», avanza DeWoskin. «El retorno de Trump pone en peligro la democracia, mientras el papel de Estados Unidos en el mundo como una fuerza para el bien está siendo desafiado de la forma más autocrática. Ahora más que nunca, los escritores deben resistir. Y lo harán».
Desde WDA organizan campañas para fomentar el voto, lecturas para promover la libertad de expresión y conversaciones con autores de todo el mundo para reflexionar sobre los desafíos del actual momento social y político. «La resistencia a Trump será una combinación de acción colectiva e individual», apunta la escritora, a quien sin embargo le preocupa que, por «miedo a la recriminación y la desmoralización», los autores sientan la presión de autocensurarse.
«También es cierto que algunas de las obras más poderosas y brillantes de la historia surgieron en momentos de gran angustia política. Pienso en Czeslaw Milosz, Mahmoud Darwish, Anna Akhmatova, Ma Jian... La lista de escritores valientes es interminable. Mi esperanza es que estén a la altura del reto y utilicen la escritura como una forma de dar sentido a lo que está sucediendo y resistir», reflexiona. Entre los más combativos está, también, Stephen King. «En toda la historia de Estados Unidos, nunca ha habido un hombre menos apto para la presidencia», denunció King en la campaña.
La escritora Lauren Groff, otra estrella de la literatura en Estados Unidos, llegó a plantearse abandonar el país si Trump ganaba en noviembre, pero decidió quedarse para «seguir luchando». En mayo, abrió su propia librería en Florida. Era, explicó públicamente, su forma de combatir la censura de miles de autores y obras, cada vez más común en los estados más conservadores. «Las comunidades artísticas e intelectuales sí van a ser muy beligerantes. ¿Hollywood? No estoy tan segura. La industria del cine tiene motivaciones de lucro corporativo y ya han demostrado su voluntad de acomodarse a la nueva administración», señala DeWoskin.
Eso es también lo que se palpa en Hollywood y aledaños. «La capacidad de las estrellas de movilizar a sus fans no se ha traducido en el resultado electoral. Si continuarán siendo críticos o no dependerá de lo que la administración Trump haga a partir de ahora, pero también hay que tener en cuenta que este tipo de compromiso es casi una rutina que, más allá de las campañas, no se traduce necesariamente en otras formas de activismo», explica Violaine Russell, profesora e investigadora en la Facultad de Televisión y Cine de la Universidad de California Los Ángeles.
Variety, la biblia de la industria, hablaba recientemente del «miedo» a posicionarse. Algunas estrellas, como Mark Ruffalo o Jamie Lee Curtis, lo han vencido. «La victoria de Trump significa regresar a una época más restrictiva, algunos creen que draconiana. Muchos temen que sus derechos se vean obstaculizados: los grupos minoritarios y los jóvenes tendrán miedo; los gays y trans, también; muchas mujeres tendrán dificultades para obtener la atención sanitaria que necesitan y merecen. Pero todas esas personas tendrán quien les ayude. Yo incluida», proclamaba Curtis poco después de conocerse el resultado electoral.
Otros, que durante la campaña fueron más beligerantes (Scarlett Johansson, George Clooney, Taylor Swift) están optando por un perfil más bajo y podrían reorientar sus batallas hacia lo local, en lugar de lo nacional; lo micro frente a lo macro.
«Ser etiquetado como artista político puede tener un precio muy alto para tu carrera, especialmente en sectores tan industrializados como Hollywood. Es algo que ya ocurrió con la guerra de Irak. Como resultado, muchos profesionales tienden a utilizar eufemismos en torno a su compromiso», analiza Russell, experta en la intersección de la política con la industria del showbusiness. Históricamente enfrentado a la plana mayor de Hollywood, pero muy bien conectado con sus clases dirigentes (como el todopoderoso agente Ari Emanuel), Trump también podría tener un efecto directo sobre lo que la industria del cine producirá en los próximos cuatro años.
Si durante su primer mandato Hollywood apostó por series y películas de temática marcadamente combativa, desde El cuento de la criada hasta Una joven prometedora, o que denunciaban en tono satírico las maneras autocráticas de los líderes populistas (No mires arriba), esta vez la tendencia podría ser mucho más escapista y menos beligerante. Y todo con un objetivo fácilmente traducible en dólares: no dejar a nadie fuera. Tampoco a los espectadores ultraconservadores.
Un ejemplo de lo que podría estar por venir es Yellowstone, el neowestern protagonizado por Kevin Costner que seduce a ese espectro ideológico, pero también apela a otro tipo de público. «Aunque Hollywood se incline más hacia la parte demócrata, los grandes estudios y plataformas siempre han tenido mucho cuidado de atender a diferentes categorías de espectadores, igual que los agentes se preocupan de que sus artistas más comprometidos puedan alejar a la parte conservadora de la audiencia», comenta Russell.
El mundo del arte también está a la expectativa. En 2016 algunas de sus figuras más prominentes pusieron en marcha iniciativas como Dear Ivanka, pensada para animar a la hijísima (una gran coleccionista) a moderar algunas de las posiciones más radicales del presidente. No sirvió de mucho. Y, quizá por eso, los artistas pasaron al ataque. La curadora y artista californiana Karen M. Gutfreund ha recopilado en un libro, Not Normal: Art in the Age of Trump, más de 350 obras de 147 artistas dedicadas a denunciar las medidas más controvertidas de su administración. «Atendiendo a los resultados, lo que hicimos la primera vez no fue efectivo», admite Gutfreund.
«El shock y el desánimo son profundos. La sensación de fatalidad y pavor es similar a la que tienes cuando esperas los resultados de un informe patológico: aterrorizados por lo que pueda ocurrir a continuación. Aunque todavía hay mucha conmoción, los esfuerzos para reagruparse y elaborar estrategias ya se están produciendo. Costará entender lo que ha pasado y volver a empezar, pero lo haremos».
Teme, eso sí, que se cierre el grifo de la financiación pública para las artes, pero también las represalias e, incluso, la violencia. «En una muestra relacionada con el derecho al aborto de la que fui curadora, la galería tuvo que contratar seguridad privada. Va a requerir mucha valentía ser abiertamente crítico con la administración MAGA», cuenta la artista, que también menciona otra exposición en Tennessee que terminó oculta detrás de una cortina. «¡Los visitantes tienen que firmar una autorización para verla! Es terrorífico», denuncia. Ocurre además que, mientras entre los artistas es difícil encontrar simpatizantes de Trump, entre los coleccionistas hay muchos fieles. De nuevo, las dos Américas.
Pese a todo, la sensación de apatía y abatimiento podría tener los días contados. En concreto, los pocos que quedan hasta el lunes 20 de enero, cuando Trump tomará posesión de su cargo. En algo, al menos, no ha mentido: el goteo de medidas radicales empezará el primer día. Y eso podría resucitar a la resistencia a la misma velocidad. «Creo que la comunidad intelectual y artística, pero también Hollywood, serán muy elocuentes en su oposición tan pronto como ponga en marcha lo que ha prometido: deportaciones masivas, la erosión de los derechos civiles y la cultura bélica contra el colectivo LGTBI», vaticina Karen M. Gutfreund.
Para Rick Wilson la movilización es más urgente que nunca. «Este mandato es más peligroso porque buscará eliminar a todos aquellos que no le brinden la máxima lealtad. Tratará de hacer lo que no fue capaz de llevar a cabo la primera vez. Pero sigue siendo el mismo: aplicará políticas descabelladas, menospreciará a su staff y mostrará su lado más voluble cada vez que se sienta frustrado. Será una maratón que requerirá una acción continua, fuerte y consistente para hacer retroceder todas las locuras que saldrán de la era Trump 2.0».
Dos días antes de que el presidente tome posesión de su cargo, Washington acogerá una movilización que intentará replicar las protestas históricas de hace ocho años. Será un buen momento para medir las fuerzas de la resistencia y su capacidad de adaptación ante cuatro años que volverán a poner a prueba el tejido moral e intelectual de Estados Unidos.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.