Viva la vida

Acabo de regresar de México, donde he visto a una anciana oaxaqueña vestida de arriba abajo de color fucsia y a otra de la capital que lucía unas larguísimas trenzas decoradas con lazos. También he visto el lugar donde nació Frida Kahlo, la famosa Casa Azul, que se alza en la esquina de las calles Londres y Allende, en Coyoacán.

Frida llevó una existencia repleta de dolor por motivos diversos, desde el accidente de tráfico que le rompió la espalda hasta la infidelidad de Diego Rivera que le rompió el corazón. A pesar de ello, nunca dejó de ponerse coronas de flores ni de ejercitar el optimismo: «Viva la vida», escribió en el bodegón de sandías que pintó poco antes de morir, cuando solo tenía 47 años.

Eduardo Mendoza, uno de los entrevistados de este número, es mucho más longevo que Frida, pues ya ha cumplido los 82. Él dice que escribir le sigue divirtiendo, pero que ahora, con la edad, se cansa más.

No dudo que los años le hayan robado energía, pero lo que seguro que no le han restado es sentido del humor, a juzgar por las respuestas que le ha dado a nuestro redactor jefe, tan ingeniosas como las frases que pergeñó hace más de tres décadas en su inolvidable Sin noticias de Gurb.

Nos cuenta Mendoza que la felicidad, al final, no es más que tomarse una cerveza en la playa, charlar con un amigo o volver a casa después de haber pasado un tiempo fuera. El escritor, por cierto, nos recibió vestido con una americana de rayas azules y blancas, un atuendo que, en un hombre de su origen y edad, a mí me parece el equivalente al vestido fucsia de la mujer de Oaxaca.

Me gusta pensar que detrás de todo eso, de la ropa alegre y del sentido del humor, lo que hay es un grito de «viva la vida» tan potente como el que proclamaba Frida.