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Desde que estalló la pandemia, Jane Goodall no se ha movido de la casa en la que creció, al sur de Inglaterra. Volcada en una labor divulgativa que hasta hace poco le obligaba a viajar 300 días al año −y que hace unas semanas le llevó a participar en el Mercedes-EQ WeLife Festival, organizado por Vocento−, a sus 87 años es un auténtico mito del conservacionismo. También es la primatóloga más famosa del mundo y el único ser humano que, a día de hoy, ha sido aceptado en una sociedad de chimpancés.
Su historia es pura leyenda: viajó a Tanzania por primera vez en 1960 acompañada de su madre, para estudiar el comportamiento de los chimpancés del Parque Nacional de Gombe. Sin formación ni experiencia previa −antes solo había trabajado de secretaria o camarera−, sus conocimientos sobre animales salvajes llamaron la atención del famoso antropólogo Louis Leakey. «Él buscaba a alguien cuyo cerebro no hubiese sido lavado por otros científicos dedicados al comportamiento animal que daban clases en la universidad. Además, Leakey pensaba que las mujeres eran mejores observadoras, más pacientes, que los hombres.
Por eso, ser una chica y no haber ido a la universidad fue una ventaja para mí», recuerda. Aunque su proyecto de investigación en Gombe solo iba a durar unos meses, este año cumple 61 años.
MUJERHOY. Tenía solo 10 años cuando decidió que quería ir a África. ¿Por qué le fascinaba tanto la idea?
JANE GOODALL. Cuando yo era una niña, no se había inventado la televisión. Lo aprendí todo de la naturaleza y leyendo libros sobre animales salvajes. Con 10 años leí Tarzán de los monos y me enamoré del señor de la jungla, aunque él acabó casándose con la Jane equivocada... Entonces, decidí que iría a África, que viviría entre animales salvajes y que escribiría libros sobre ello. En aquella época, nadie esperaba que las niñas soñaran con ser científicas.
Su madre siempre creyó en usted.
Crecí amando a los animales y ella siempre apoyó esa pasión. Si me encontraba en la cama con un montón de lombrices en la mano, no se enfadaba. Y cuando con 10 años empecé a decir que quería ir a África y todo el mundo a mí alrededor se escandalizaba, ella me dijo: «Aprovecha cada oportunidad y no te rindas».
¿Qué aprendió sobre la naturaleza humana estudiando a los chimpancés?
Aprendí que la ciencia era muy arrogante al afirmar que nosotros éramos los únicos seres con personalidad, mente y emociones. Pero yo ya había aprendido eso de mi perro, cuando era una niña....
¿Cuál es el mayor reto al que se enfrenta la especie humana?
Para proteger el planeta, lo primero es aliviar la pobreza. Si eres pobre, destrozas el medio ambiente porque cortas árboles para tener más tierra donde plantar cosechas para alimentar a tu familia. Y si vives en la ciudad, comprarás la peor comida sin importarle cómo se ha producido o si, en el proceso, se ha dañado el medio ambiente o maltratado a los animales. Las inundaciones, sequías o incendios provocados por el cambio climático están afectando a todo el mundo y aunque es horrible, en cierta forma también es bueno porque ha dejado de ser el problema de una comunidad pobre de Bangladesh, India o África. Ahora también afecta a los ricos.
¿Qué impacto tienen las decisiones personales en un problema tan complejo?
Es quizá lo más importante de todo. Las pequeñas decisiones diarias de miles de millones de personas hace que la presión de los consumidores sea enorme. Las grandes corporaciones se empiezan a dar cuenta de eso. Y como el dinero de esas empresas a menudo financia a los líderes políticos que quieren ser reelegidos, también tiene un gran impacto en los gobiernos.
¿Hemos olvidado que nosotros también formamos parte de los ecosistemas?
Sí. Desde la Revolución Industrial hemos ido destruyendo el planeta y desarrollando la idea absurda de que se puede alcanzar un desarrollo económico ilimitado en un planeta de recursos finitos. Eso, unido al deseo de los ricos de tener más dinero y más poder, y a que los jóvenes viven pegados a la tecnología, separados de la naturaleza y rodeados de cemento, hace que hayamos perdido nuestra conexión con el mundo natural.
¿Y qué podemos hacer para recuperarla?
Para empezar, necesitamos educarnos en lo que significa el medio ambiente. Si no entiendes algo, no puedes ayudar a preservarlo. Pero también tenemos que traer la naturaleza a las ciudades: plantando árboles, revitalizando los suelos...
Ha sido vegetariana la mayor parte de su vida. ¿Existe una conciencia renovada sobre cómo nuestra dieta afecta al medio ambiente?
¡El cambio ha sido enorme! Cuando yo me hice vegetariana, era muy difícil encontrar un sitio que sirviera un menú vegetariano. Ahora, un restaurante indio me manda platos veganos a casa. Uno de los grandes problemas del mundo es el terrible efecto de la agricultura industrial, pero también la ganadería intensiva, con miles de millones de animales que viven en condiciones crueles en enormes granjas y que, además, tienen un enorme impacto medioambiental.
Tras una vida dedicada al activismo, ¿qué le mantiene motivada?
Creo que me pusieron en este planeta para mandar un mensaje de esperanza. Todavía tenemos una ventana de oportunidad para enmendar parte del daño que le hemos hecho al planeta. Pero para conservar la esperanza es necesario pasar a la acción. Soy obstinada y no voy a dejar que las grandes corporaciones me arrinconen: seguiré luchando por la justicia medioambiental y la justicia humana el resto de mi vida. No sé cuántos años más son eso, porque tengo 87, pero eso es lo que quiere hacer con lo que me queda de vida.
Fundó el Instituto Jane Goodall en 1977. ¿Cuál le gustaría que fuera su legado?
Me gustaría haber contribuido a entender que los humanos no somos los únicos seres del planeta con personalidad, mente y emociones. Debemos pensar en eso cuando hablamos de las granjas industriales o de los animales salvajes. Todos esos animales son individuos con emociones muy similares a las nuestras y el tipo de sufrimiento que padecen es terrible e inimaginable.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.