Hoy la temperatura máxima es de 14º grados pero los viandantes los sentirán como 11º. Hoy, un chaval de 15 años le preguntará a su novia por qué ha subido un TikTok tan maquillada, ¿no será que quiere que alguien más se fije en ella? Quizá una chica de 37 escriba whatsapps y llame a su novio sin obtener respuesta: cuando se enfada, él siempre 'castiga' con el silencio. De cuando sabemos que la temperatura es el amor sano pero nuestra sensación térmica es el romántico -y de ser una chica joven latina en Nueva York, de violencia explícita y violencia soterrada, de los lazos familiares, a veces pegajosos- habla Sensación térmica (Libros del Asteroide), la segunda novela de la mexicana Mayte López (Nueva York, 1983).
Las rancheras, escuchadas con oído amable primero y crítico después, y las tantas y tantas conversaciones «con amigas, con no tan amigas», amén de la experiencia propia fueron el germen de este libro. Mayte López, que también publica columnas periodísticas y es doctoranda en culturas latinoamericanas en la Universidad de la Ciudad de Nueva York, comparte mucho con su protagonista, Lucía, pero no se trata de un relato autobiográfico. «En mi primera novela ('De la Catrina y la flaca', publicada en 2016) escribí de lo que conocía, en esta escribo de lo que me preocupa», resume.
Lucía es una chica veinteañera, aterrizada en 'niuyor' (una de las cosas que enamoran de este libro es el uso del lenguaje, los modismos, la oralidad) con una beca de literatura para la CUNY, y allí convive con una paisana, Alma, y con uno o varios ratones en un piso regentado por un matrimonio polaco con tintes de caseros dickensianos.
Es amiga de Juliana, una colombiana linda, lista, luminosa y fiestera que, a medida que avanza su relación con un profesor mexicano de la facultad que le saca dos décadas, se va convirtiendo en otra persona. Una caída lenta en la que Lucía solo puede ejercer de testigo y hombro en el que llorar, y que le recuerda tanto a la de Dalia, su madre, y Álvaro, su padre, que sus raíces se le empiezan a revolver.
«Uno pensaría que [la violencia machista] no está presente en un entorno intelectual de una universidad del primer mundo… Pero pasa en todos los sitios de diferente manera», reflexiona la novelista, «todo está construido para que confundamos violencia con romance; nos han criado así, a nosotras y a ellos».
Las agresiones del padre de Lucía hacia su madre (y hacia ella, de manera algo más indirecta), Dalia, son la clase de violencia machista explícita y tradicional que la generación de la protagonista está segura de identificar y de no tolerar. ¿Pero cómo se limpia una de ese relato del amor duele, de los celos pasionales, del aguante y del silencio, en solo una generación?: «Los personajes más jóvenes tienen toda esta conciencia feminista, esa racionalidad, pero su educación sentimental les provoca una disonancia entre lo que saben y lo que acaban aceptando», razona la autora sobre todas esas millennials y zetas que replican -replicamos- patrones sin que su formación feminista consiga evitarlo.
Una novela escrita por una mujer, protagonizada por mujeres, que habla sobre cuestiones consideradas femeninas… ¿Cree Mayte López que la leerán muchos hombres? «Estos temas me preocupan a mí, seguramente a otras mujeres y ojalá a los hombres. Así no tendría una que escribir de estas cosas», cuenta entre risas. Recuerda lo que le dijo una profesora en un taller de escritura: «'No escribas como una mujer', me dijo, refiriéndose a los temas. Era un consejo para que el mundo editorial me tomara más en serio. Yo pienso que habría que invertir el paradigma, ¿por qué estos temas deben concernir solo a las mujeres y no a todo el mundo?».
Lejos de resultar un relato con moraleja, en Sensación térmica hay mucho lugar para los matices, violencia aprendida y prejuicios sin curar, y hay una voz que lo vertebra todo que es la obsesión de Mayte López cuando se pone a escribir. Antes de despedirse, nos deja algunas de sus voces favoritas. Así que si estás buscando lecturas -después de acabar este libro estupendo-, toma nota, porque además de los consagrados (José Emilio Pacheco, Ángeles Mastretta, Elvira Lindo, Coetze y Onetti), cita entre sus favoritos a los autores latinx (Carmen María Machado, Junot Díaz o Lina Meruane «cuando sea grande yo quiero ser como Lina Meruane»), Fernanda Trías y su 'Mugre rosa' y a muchas de las jóvenes autoras españolas de las que no paramos de hablar: Almudena Sánchez, Marta Jiménez Serrano, Elena Medel...
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