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Es despampanante en todos los sentidos. Un torrente cuando habla. Hemos quedado con ella a la hora del café y, pese a la languidez de todas las sobremesas, tan abocadas siempre a la siesta, Lucía Rivera está de lo más elocuente, aunque nos matiza que tiene días «más místicos». La modelo, ya lo saben, es hija de actriz y torero, Blanca Romero y Cayetano Rivera. Pero no tiene nada de folclórica, pese a encajar en el lorquiano «morena de verde luna». Al fin y al cabo, es muy del norte, concretamente de Asturias.
Eso sí, se muestra inconformista, desprejuiciada y dispuesta a ser, sobre todo, auténtica. Ya lo dejó claro en su libro Nada es lo que parece (2023). Un salto al vacío en un mundo de redes. Dice que le ha venido muy bien ser brava «porque, si no, me comían». Y dice más, a sus 26 primaveras: «El mundo necesita mujeres bravas».
Como ya ha pasado el solsticio y hemos vivido toda la magia de San Juan, nos hemos lanzado a hacerle a la modelo, y puede que próxima actriz, unas preguntas veraniegas como a la sombra de una sombrilla y con gafas de sol para poder ver el mundo en modo vacacional desde ya. De hecho, acaba de presentar, en su papel de embajadora, las nuevas colecciones para verano de Sunglass Hut, con lo mejor en eyewear, desde Ray-Ban a Moncler, pasando por Prada, Chanel o Burberry. Empezamos.
MUJER HOY. Háblenos del verano.
LUCÍA RIVERA. El verano supone muchas cosas para mí. Es el reencuentro con mi familia y con mi gente. Es el momento de descansar y de reiniciar.
Si piensa en un paraíso, ¿qué es lo primero que le viene a la cabeza?
El mar, sin duda.
¿El mar en general?
El mar en general, sí. Las playas, el mar. También Asturias, el paraíso natural, la naturaleza. Todo lo que no sea pavimento, carreteras, coches.
Quería preguntarle precisamente si es tan brava como parece.
Yo creo que parezco más brava de lo que soy. Después, si me conoces, soy más sensible. Pero sí que cuando llega la hora de los medios, de ponerme en escena, soy muy brava. O sea, muy perfeccionista y eso me lleva no a defenderme, sino a querer que las cosas se hagan bien. Separé mucho los medios de mi vida privada y se los adjudiqué a mi zona de trabajo, que para mi salud mental fue genial. También me vino muy bien ser brava, que, si no, me comían. Aunque pienso que el mundo necesita mujeres bravas, que estamos muy mal acostumbradas. Cuanto más sonríe una mujer y más callada es, mejor cae. Las mujeres que tenemos los ovarios, por así decirlo, de sacar la voz y alzarla por otras no caemos tan bien todavía.
Lo dice por experiencia, imagino.
Sí. Y quiero poder decir lo mismo que un hombre sin que se me pinte de brava. El otro día escuché a una chica activista del feminismo, que es lo que más sigo en redes, moda y activismo, algo como: «El mundo necesita mujeres enfadadas». Y no es que esté enfadada, para nada, pero sí considero que si un hombre dijera lo mismo que yo, y lo dicen todos, seguramente no sería un hombre bravo.
Llamar a las cosas por su nombre siempre sorprende.
Sí, a ver, es que además soy del norte. También sorprende porque la gente hoy en día se moja muy poco. Es normal y lo entiendo. Fíjate que yo me mojo mucho menos de lo que me mojé hace años. Pero si no me mojara, no sería yo. Y lo hago por respeto a mí misma y a la gente que me quiere y me conoce de verdad.
Eso significa que tiene los pies en la tierra.
El otro día hablaba de esto con mi madre cuando me fui a Asturias. Cuando estoy allí y veo a mi gente, con la que fui al instituto, la que me vio crecer desde los 10 años, pienso en lo que dirán al ver un vídeo mío. «Esta tía es tonta, porque esta tía no es así», por ejemplo. O, por el contrario: «Esa es mi Luci y olé sus huevos». Suena un poco basto, pero prefiero que digan: «Esa es mi Luci».
Sí llegue a tener un papel porque, al final, los medios estuvieron en mi vida desde muy pequeña y formar tu personalidad en función de lo que digan de ti es difícil, y más cuando es gente desconocida... Fui un poco Hannah Montana en ese aspecto, porque yo llegaba a un photocall y de repente me volvía una niña pija. Ahora quiero ser la mujer que soy, la real.
Aludía al activismo. ¿Cuáles son las causas que le preocupan?
El feminismo. Ojalá poder informarme de más cosas, pero tenemos demasiados problemas las mujeres. Sobre política me informé hace años, antes de ir a votar y demás. Pero lo tengo bloqueado porque el mundo está catastróficamente mal. A nosotros nos pintan como una generación de cristal, pero es que, miremos donde miremos, hay una guerra. Me parece muy injusto porque tenemos que formar nuestra vida y no podemos aspirar ni a un alquiler digno ni a una vivienda digna. Con lo cual me interesa el activismo, pero el feminismo lo que más, por ahora.
¿Cómo ha vivido en su profesión el hecho de ser mujer?
Pues te voy a ser sincera. Puede que las mujeres ganemos más en este trabajo, pero es verdad que la moda no existiría sin nosotras, porque somos esclavas de ella y de los productos de belleza. Lo que pasa es que este mundo es muy machista y te quiere sonriente. Te quiere constantemente guapa, aunque estés llorando y hecha una mierda. A las mujeres se nos exige más el bienestar.
Estar siempre perfecta.
Eso es, aunque estés fatal. Y tener que sujetarlo todo de una manera supercorrecta y supersonriente. Yo veo a mi pareja (el empresario mallorquín Fernando Wagner) o veo a muchos hombres que son amigos y no sujetan ni la mitad de la mitad de la mitad que nosotras. Y les dejas un día eso a ellos y se les viene todo encima y no hacen más que quejarse.
En esta industria, no te voy a mentir, he sufrido mucho, mucho intento de silencio, de que no hable, de que sea guapa... Hubo un representante que en su momento me dijo que yo tenía que ser inaccesible. Porque yo soy muy de contestar a la gente. Un comentario malo lo contesto y un comentario bueno igual. Quizás los malos más porque dan más ganas. Pero esta carrera es muy cruel, y también con ellos, los modelos. Solo que con nosotras no solo es la industria, sino el mundo en general.
¿Qué le parece a la gente de su entorno que sea modelo?
Antes les parecía un trabajo demasiado fácil, y eso me incomodaba. Me decían: «Morruda, morruda». Pero a fuerza de no poder verme y ver que no puedo hacer planes, ya saben lo complicado que es. Yo nunca hice un plan a largo plazo con una amiga desde los 14. Además, soy esclava de mi cuerpo y, a lo mejor, ellos un día se comen una fabada y yo no puedo comérmela y me como la ensaladita, y cosas así.
Ahora que habla de comida, ¿cómo lleva lo de cuidarse tanto?
Por épocas. Ya pasé por algún trastorno que otro. Pero he llegado a un momento en el que me he aceptado y sé que soy algo más que modelo. Porque antes solo me quería ver como una modelo, comía como una modelo, respiraba como una modelo y caminaba como una modelo. Y ahora pues me he dado el honor de ser humana, y de poder hincharme y poder tener la barriga hinchada y tener un poco de celulitis y andar encorvada y bajar en pijama a por pan. Que eso antes no me lo permitía. Bueno, me lo permitía, pero también me dijeron que estaba mal, entonces dejé de permitírmelo. Me obsesioné tanto con mi estética como con la del resto. Y ahora no, que para eso estoy con la terapia.
¿Hace terapia?
Sí hago terapia, no la dejo. Todas mis amigas me dicen: «Ay, a mí me han dado el alta». Y yo contesto: «A mí no me lo dan, hija». Debe de ser que vivo muchas cosas muy rápido.
Nunca está de más.
Es lo mejor que me pasó en la vida, desde luego.
De no haber sido modelo, ¿qué le habría gustado ser?
No lo sé. Un día psicóloga, otro actriz, otro bailarina... Muchas cosas. Hay días que digo: «Ay, ¿por qué me hice modelo y no estudié la carrera de Psicología?».
Todavía está a tiempo.
Efectivamente, pero después cuando te llaman para trabajar, se te olvida, porque me gusta mucho mi trabajo, aunque sea un trabajo. Y tampoco dispongo del tiempo necesario para hacer una carrera. Aparte de que dejé los estudios por ser modelo, entonces perdí el hábito. Llevo como diez años sin estudiar.
¿Y actriz?
Quizás sea mi siguiente paso, formarme primero. Lo pienso y lo veo cerca. No sé cuánto de cerca. Ya veo que tengo que dar un paso, no sé hacia dónde, pero mi carrera se va a ir acabando. Quiero decir que ya soy mayor y tengo 26 años. Llegan niñas con 14 y 15, como yo cuando empecé, y hay que dejar el sitio a las nuevas generaciones.
¿Qué diría que es la moda?
Entre algo muy frívolo y todo para mí. Tiene muchísima parte emocional mía, porque yo nací en esta industria. Estoy aquí gracias a mi madre y a mi padre biológico, que era modelo, porque ellos se conocieron haciendo un catálogo de lencería. Pero una no es tonta y sabe que hay mucha frivolidad. Tiene una parte increíblemente buena y otra parte que pesa y que desgasta, lógicamente.
¿Y la belleza?
Ay, la belleza la odio y la quiero a la vez también. Tengo un amor-odio con ambas cosas, pero pienso que la belleza ya no es ser guapo, porque lo puede ser todo el mundo. Es superasequible. Antes, diosas como Cindy Crawford, Kate Moss o Naomi Campbell eran únicas precisamente porque era muy difícil llegar a esos estándares de belleza. Pero ahora mismo hay tropecientos guapos y tropecientas guapas. Quiero decir que la belleza cambió de significado completamente. Para mí, es la naturalidad y la espontaneidad.
Si fisgoneáramos en su armario, ¿qué encontraríamos?
Antes decía: «Solo básicos». Y con eso de ser fiel a mí misma, estoy empezando a meter más colores, más estampados. Me estoy dejando llevar. Sigo siendo muy clásica y no me gusta lo extravagante. Tampoco puedo con la logomanía, a no ser que sea algo específico.
¿Cuál sería entonces el verdadero lujo?
Te vas a reír, pero dormir tranquila. Y tener a mi gente a salvo, es decir, sana. Aparte de estar sana yo también, obviamente. Ese es el verdadero lujo.
¿Dónde está su hogar?
Mi hogar falso es Madrid, que vivo en un piso alquilado, que se sepa. Desde que empecé a vivir sola, pasé por muchas casas sin ventanas. Esos pisos horrorosos que se alquilan aquí por un pastizal. No tengo hogar todavía. Pero estoy viviendo sola, que eso ya es un mérito increíble. Quizá mi hogar sea Asturias, me doy más cuenta ahora que antes. En Madrid, por ejemplo, llego y no puedo dormir, duermo fatal. Hay demasiados planes, y no es parte de mi personalidad. Y eso que soy una tía sociable, o puede que en el fondo no tanto. Asturias, sin embargo, me calma. Como es lógico, en el sofá de mi abuela soy más yo que en cualquier sofá.
¿Y cómo se lleva con la fama?
No me considero famosa tampoco. En España, a día de hoy, todo el mundo es famoso. Yo prefiero seguir siendo una persona normal. Sigo yendo al pilates de mi barrio, que es el más barato, a la cafetería de mi barrio, al sushi más barato del barrio, aunque pueda ir a un sushi más caro. A mi madre le importó mucho que conociera los dos mundos y que viviera como alguien normal, entendiendo que por ser famosa no tengo que dejar de hacer ciertas cosas.
Y ahora que la menciona, ¿cómo es la relación con su madre?
Es como mi hermana mayor. La que ha ejercido más de madre, a la hora de castigarme, de poner límites, del orden y las reglas, ha sido mi abuela. Tiene ese rol de protectora. Mi madre es la típica mami divertida para ti y para tus amigas.
¿En qué momento vital se encuentra?
Un día estoy en uno y otro día en otro. No existen los momentos vitales, en especial ahora que vivimos en una época de tanta inestabilidad. Hoy parece que tu vida va bien y de repente mañana te cae un jarrón en la cabeza. Estoy muy tranquila, permitiéndome ser yo y tratándome mejor, que eso antes no lo hacía. Antes agachaba la cabeza muy fácil ante cualquier cosa, y ahora aprendí a premiarme y a decirme: «Tú estás aquí porque te lo mereces y porque has currado». No sé lo que quiero, pero lo que no quiero lo tengo clarísimo.
¿Y qué es lo que no quiere?
Lo que no quiero es volver atrás, dejarme pisotear o no poner límites. Las cosas que no me hagan ser fiel a mí misma no las quiero cerca. Y las cosas que me incomoden y me hagan dudar de mí tampoco las quiero. Que he pasado por muchas relaciones que me hicieron sentir mal, que me hicieron pensar que el problema era yo. Siempre nos hacen pensar a las mujeres que el problema somos nosotras, cuando siempre solemos ser la solución. Antes, con la ansiedad, aceptaba cualquier trabajo y ya no. He aprendido a defenderme. Antes era más llorona y ahora soy más seria.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.