El lado personal de Mala Rodríguez: el origen de su nombre, una relación tóxica y una familia numerosa

María Rodríguez Garrido (Jerez de la Frontera, 1979), más conocida por el gran público como Mala Rodríguez desde que hace 25 años tomara al asalto el panorama musical con su disco Lujo Ibérico, es la última invitada del programa Lo de Évole en LaSexta. Tomando el relevo del actor Eduard Fernández, reciente ganador del Goya, o del político Gabriel Rufián, la rapera andaluza habla con gran honestidad junto a Jordi Évole sobre cómo el machismo sigue existiendo en la sociedad.

«No llega ni al 1% de lo que te puedas imaginar», asegura la cantante al presentador en un avance de la entrevista, añadiendo que «todo el rato hay un mensaje hacia la mujer de un tío que te está diciendo cómo tienes que ser y cómo tienes que sentirte». Reflexionando sobre esta discriminación, también critica la diferencia entre las preguntas que se hacen a hombres y mujeres: «Eso pasa habitualmente. A mí me han preguntado de todo. Por ejemplo, si me he operado las tetas».

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La artista jerezana, reina indiscutible del rap en español, se mueve entre distintos géneros musicales desde que descubrió el flamenco y el hip hop resonando en las calles de Sevilla con el cambio de siglo. Dejando que sean sus letras las que hablen por ella, ahora acaba de celebrar esos cinco lustros dando guerra musical con un gran concierto en el Palau de la Música Catalana de Barcelona, al que bautizó como Lujo Ibérico Vivo, en honor al álbum que le abrió las puertas de la fama.

Poco dada a hablar de su vida personal, sí ha mencionado en varias entrevistas que la culpable de su llamativo apodo fue una de sus tías, que la bautizó como la mala por su fuerte personalidad y por su carácter empoderado desde niña. Criada en el barrio sevillano de la Macarena hasta que a los 19 años se trasladó a Madrid. Luego llegarían éxitos de ventas, colaboraciones de lujo, un debut como actriz, aparecer en Bailando con las Estrellas y convertirse en la primera mujer en ganar el Grammy Latino en la categoría de Mejor Canción Urbana.

Mala Rodríguez compagina su trabajo con ser madre de una familia numerosa, que incluye también a sus dos queridos perros. «Tengo tres hijos, me encanta ser madre, es lo mejor que me ha pasado en mi vida, es la mayor cura de humildad, te pones la última. Lo das todo por tu familia, es el motor más grande. No sé qué sería de mí si no hubiera sido madre, todos son muy artistas», confesaba en el programa De Viernes.

Sus hijos son fruto de su relación con el rapero cubano Reynor Hernández, con el que mantuvo una relación sentimental entre 2005 y 2010. En su libro Cómo ser Mala donde hablaba la relación más tóxica de su vida, sin especificar a quién se estaba refiriendo.

«Yo estaba totalmente presa, en un penal con muchísima pena. Mi bienestar y mi persona me daban igual», podemos leer en sus páginas sobre aquella situación de la que pudo salir finalmente con la ayuda de su tía Nieves. «Pero aun con gente al lado, no es fácil salir de una cárcel, sobre todo psicológica», reflexiona la cantante en su faceta de escritora.

A lo largo de sus 25 años de carrera, Mala Rodríguez nos ha regalado un buen puñado de titulares, como mínimo, llamativos. «Pedro Sánchez tiene miedo de mí», era el que encabezaba una reciente entrevista con El Español, donde dejaba una sorprendente reflexión sobre sus ideas políticas: «En Andalucía hay una lucha obrera bien gorda y yo eso lo he mamado también, pero he ganado dinero y no lo he repartido... Y no me siento de izquierdas, no al ciento por ciento, porque si realmente fuera de izquierdas repartiría todo lo que tengo».

Otra de sus entrevistas más recordadas la ofrecía en el Chester de Risto Mejide, a cuenta de una supuesta enemistad con Rosalía. Esta había comenzado cuando Mala Rodríguez afirmó en sus redes que veía normal «que las gitanas se enfadaran con ella», porque consideraba que la artista estaba haciendo apropiación cultural del flamenco. Aunque frente a las cámaras afirmó que era fan de su música, insistió en esta opinión diciendo que entendía «que a las gitanas les molestara, porque ellas sienten que están cogiendo un dolor suyo para monetizarlo».

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