Roma es eterna, cierto, y además es su ciudad. Pero Miriam Giovanelli, que nació entre sus siete colinas en abril de 1989, la hace más eterna aún cuando habla, más poderosa, más artística, si cabe. Esta actriz, que ahora encarna a la Sra. Polan en la serie Matices, disponible en SkyShowtime, tiene mucho de italiana, sobre todo en lo cultural, como si estuviera peregrinando incesantemente, como tantos de los románticos, en busca de la belleza.
Sabemos que se estremece al entrar a una catedral gótica y que admira lo que la nueva arquitectura es capaz de obrar para liberar a una ciudad de sus ataduras, léase Frank Gehry, el Guggenheim y Bilbao. Sobre todo, subraya, porque son hombres los que levantaron estos edificios y no dioses. Yéndose la conversación por estos derroteros, no nos extraña que esta serie de ocho episodios, que nos lleva por el camino recto a Agatha Christie e incluso al Cluedo, como nos precisará, la haya hecho reflexionar mucho más allá de la trama. No en vano, su personaje lo preparó con una profesora de filosofía y una terapeuta.
Seis pacientes, por supuesto llenos de matices y también de traumas, se reúnen en una apartada bodega para recibir tratamiento por parte de un eminente y carismático psiquiatra, el Dr. Marlow (Eusebio Poncela), pero, tras una extraña cata ceremonial, habrá un crimen y una investigación. Todos son sospechosos. Las hechuras, en efecto, son de thriller, pero en el fondo es un concienzudo análisis de la mente humana, sin maniqueísmos, que dirige Sergio Cánovas. Junto a Giovanelli están también Luis Tosar, Juana Acosta, Elsa Pataky, Maxi Iglesias, Hovik Keuchkerian, Fariba Sheikhan o Enrique Arce, este último en el papel del Sr. Polan, o sea, su marido.
En la realidad, la italiana está casada con el arquitecto Xabier Ortega, y son padres de dos niños, Renata y Lorenzo. Curiosamente, a pesar de que lo suyo son los escenarios, Giovanelli, a la que vimos en la serie Velvet o en la película Todas las canciones hablan de mí, de Jonás Trueba, se siente muy cómoda en un patio de butacas. Como espectadora. Necesita, dice, de la creatividad de los demás para vivir. Además, asegura estar en construcción. Otra pieza que encaja. Esto es lo que nos ha contado.
MUJER HOY. ¿Contenta con la acogida que está teniendo Matices?
MIRIAM GIOVANELLI. La verdad es que intento no pensarlo mucho. Claro que me encanta que la serie guste, porque no solamente es un trabajo mío, lo es de muchísimas personas, y sé el esfuerzo y el cariño que le hemos puesto.
¿Cómo definiría la serie?
Como algo novedoso en el audiovisual español, lo cual resulta muy interesante porque demuestra que todavía hay muchas formas de explorar historias y personajes. Se trata de un thriller psicológico que tiene un puntito de las novelas de Agatha Christie. Y, como me encantan los juegos de mesa, te diría que también es como el Cluedo. Hay seis pacientes, y en medio de la terapia con el doctor Marlow, un eminencia de la psiquiatría, ocurre un suceso, que es la muerte del terapeuta, y hay que descubrir quién puede haber sido, pero para eso tienes que aventurarte en la historia de los personajes. Es entretenida y los capítulos son muy breves, por lo que está todo muy condensado y se va al grano.
¿Cómo es su personaje, la Sra. Polan?
Durante la serie está muy presente el ajedrez. Y es una analogía que está muy bien, porque mi personaje, efectivamente, funciona como la reina. Yo juego al ajedrez desde muy pequeña y nunca uso la reina al principio de la partida. Es una pieza que empieza a jugar cuando ya se ha avanzado. Podríamos decir que observa hasta que actúa y, cuando lo hace, muchas veces la partida cambia. Ella tiene ese rol entre los pacientes.
Puesto que la serie indaga tanto en la condición humana, ¿le ha enseñado algo en particular?
Me ha llevado a plantearme los prejuicios que tenemos y los juicios que emitimos sin conocer la historia al completo. Porque es una serie que trata problemas de salud mental, sí, pero para mí lo que más aborda es la mirada ajena en la salud mental y que no sea inocua. La salud mental no solamente es un proceso interior. Está tejida en los vínculos de la sociedad, en cómo nos leen los otros y, sobre todo, cuando estamos atravesando un dolor psíquico. En cómo esa mirada puede ser refugio o condena. Creo que es crucial ser conscientes de nuestra labor en la salud mental, en la propia y en la de todos.
He pensado mucho en eso, porque nos adelantamos a la hora de saber qué le ocurre a cada personaje y nos equivocamos. Y esa equivocación puede causar mucho daño a la otra persona. Debemos tenerlo en cuenta, y también saber cómo discernir entre lo que son errores o abusos, lo que son desaciertos o negligencias, o lo que es no tener herramientas o ser cruel. Vivimos en un momento de confusión. Afortunadamente, se habla mucho de salud mental, pero hay que tener claro que la construimos entre todos.
¿Le interesa entonces esta vertiente más filosófica de la serie?
A mí me interesa todo lo que me hace reflexionar y lo que me aporta un nuevo punto de vista y me hace hasta cambiar de opinión. Y con esta serie he reflexionado mucho sobre la mirada ajena.
Personalmente, ¿cómo cuida su salud mental?
Lo que me pasa con este tema es que es algo tan importante que, a veces, cuando hablamos de nuestra propia experiencia, me parece que se está desoyendo a la gente que realmente sufre dolor psíquico. No hay que centralizar este asunto tanto en nosotros o en mí, en este caso. Por supuesto que hay cosas de mi vida que me gustaría que fuesen distintas y cosas de mí misma que me gustaría mejorar, pero, sobre todo, si algo sé es que soy una persona afortunada. Y vivo desde el agradecimiento diario porque tengo salud, porque mi familia tiene salud y porque en este momento, que no siempre ha sido así, no tengo que pensar cómo voy a pagar el alquiler. Insisto, me dedico a una profesión con una incertidumbre bestial, pero ahora que estoy en esta situación, hablar de si voy o no a terapia, que no tengo ningún problema en decirlo, no lo veo relevante.
¿Y cómo encaja la exposición pública, todo lo que conlleva la fama?
La encajo bien porque gozo de una fama discreta. Es verdad que también soy una persona discreta, no necesariamente hermética, y estoy siempre involucrada en proyectos muy corales, donde quizá se reparten las dosis de exposición. Y mi vida personal es la misma de siempre. Llevo casada muchos años y con la misma persona. No soy un personaje atractivo para generar contenido constante.
Ahora que alude a proyectos corales, ¿qué tal la experiencia de trabajar con semejante plantel en Matices, desde Eusebio Poncela a Juana Acosta o Elsa Pataky?
Pues, mira, volviendo a lo que comentábamos antes, lo he vivido desde el más profundo agradecimiento y sintiéndome afortunada. Estar en una serie coral, trabajando además con actores que tienen secuencias tan íntimas, ha sido un máster de interpretación. Lo he vivido como lo que es, un privilegio. Y sabiendo y siendo muy consciente de la oportunidad que me han dado. Ver trabajar a gente como Luis Tosar, Hovik, Juana, Maxi, Elsa, Eusebio y los demás ha sido una suerte. De hecho, cuando no estaba en secuencia, iba a verles. Han sido «trabajaciones».
¿Cómo se preparó a la Sra. Polan?
Me la preparé con una terapeuta y con una profesora de filosofía. Una de mis mejores amigas del colegio es una profesora de filosofía fabulosa en un instituto y sus alumnos tienen mucha suerte, pero yo también. Porque me permitió abordar todo lo que le ocurre a la Sra. Polan desde un plano no solamente psicológico. Y también he leído mucho. Es cierto que lo primero que pensé cuando me lo ofrecieron fue: «Uf, ¿cómo voy a hacer esto?». Pero me puse a investigar sobre personas que hubiesen vivido lo mismo que ella, que increíblemente existen, y me ha ayudado mucho que hayan tenido la generosidad de contar sus historias para yo poder adentrarme en este personaje.
¿Cuáles son esos libros que cuentan esas historias?
Si lo digo, estoy haciendo spoiler.
Cambiemos de tema, ¿en qué momento de su carrera se encuentra?
En uno de aprendizaje y de seguir. Yo estoy en plena construcción, no considero que tenga una carrera todavía. Tengo mucha suerte de poder dedicarme a mi pasión. De unos años para acá estoy viendo personajes interesantes que no había tenido la oportunidad de explorar antes. Espero que dentro de unos años podamos conversar de mi carrera.
¿Con qué sueña a nivel profesional?
Precisamente, uno de mis problemas es que sueño poco. Si tú eres una persona realista, tiendes a valorar la peor hipótesis siempre. Porque si no, no seríamos del todo prácticos. Y me considero una persona muy práctica y, por tanto, la peor hipótesis siempre está sobre la mesa. Por eso, soy poco soñadora y poco…
¿Ambiciosa?
Más que ambiciosa, fantasiosa. Poco dada a fantasear. He estado cuidando eso, ese descreimiento, como un trabajo más espiritual.
¿Cómo ve la industria audiovisual ahora mismo?
Te puedo dar mi opinión como espectadora. No te la puedo dar como profesional porque, a pesar de que soy actriz, no soy productora, no me dedico a la parte más business del sector. Lo que pienso es que hemos vivido el desembarco de las plataformas y que estas están viviendo su propia evolución, como lo están viviendo las redes sociales y otros muchos campos. Mi sensación es que esto todavía no es lo definitivo. Hay un consumo de ficción mayor, pero también hay una relación con lo que consumimos distinta. Ahora, yo misma consumo mucho más, pero ya no desarrollo los vínculos de antes con determinadas series o películas. Ahora lo hago a tanta velocidad que ya no tengo esa cosa de esperar a ver el próximo capítulo. Por eso, esta fórmula que ha rescatado SkyShowtime de ver los episodios de manera semanal es algo muy romántico y me encanta.
Hablando de cine, ¿cuál es la última película que ha visto?
Ayer vi Sirat, que me dejó del revés y quiero volver a verla. También he visto recientemente el documental del Solitario. Y volví con Anora, que me encantó, y también Mommy, de Xavier Dolan. Estoy viendo películas de antes y también revisitando con mis hijos todas esas que veía de niña, y lo estoy disfrutando.
¿Cómo le ha cambiado la vida la maternidad?
Me la ha cambiado a mejor. La maternidad también me ha hecho trabajar mucho el tema de los prejuicios. Me ha dado otra perspectiva. Incluso de cara a la incertidumbre laboral, que antes la vivía con cierta ansiedad y ahora la vivo como un privilegio. Poder dedicarme a la crianza en los tiempos de parón, porque el no trabajo forma parte del trabajo y, de repente, tengo tres meses para estar totalmente implicada en ellos. Luego, es verdad que a lo mejor desaparezco dos meses, pero siento que hay un equilibrio en mi vida que antes no había.
Después de las películas, toca ir a la biblioteca. ¿El último libro que ha leído?
Ahora mismo, me estoy leyendo Entre mujeres: Una historia de la amistad femenina, de Marilyn Yalom y Theresa Donovan. Un ensayo acerca de cuándo se empieza a descubrir la amistad femenina en la literatura, que se remonta a Aristóteles y la Biblia. Y lo estoy intercalando con Una escritora en la cocina, de Laurie Colwin. Ella tiene esa manera de escribir de Nora Ephron, y en este libro cuenta anécdotas al mismo tiempo que da recetas de cocina.
Eso suena a que también se deleita entre fogones.
Sí, muchísimo.
Inevitable preguntarle a continuación cuánto tiene de italiana.
Soy italiana. Mi padre, que falleció, era italiano y mi familia paterna lo es.
¿Y en la manera de ser?
Es curioso porque viví en Italia cuando era pequeña, después en Madrid y a los 18 volví. Y estuve allí hasta que regresé para Velvet. Por tanto, sí que siento que hay una parte de mí muy italiana, vinculada a la música y a la cultura. Pero el carácter lo tengo de mi madre, que no es la mamma italiana, sino una mujer española, que siempre ha primado su libertad y sus ganas de disfrutarla. Mi abuela materna también ha sido una persona muy importante para mí. Tenía estudios de música, pintaba, leía mucho, veía muchas películas. Mi pasión por el cine está muy relacionada con ella.
Pero nacer en Roma imprime carácter, eso está claro.
Sí, mi mirada está muy vinculada con la cultura italiana. Y es innegable la importancia que tiene Italia a nivel cultural. Es cierto que Roma, que es para mí la ciudad más bonita del mundo, no porque sea la mía, tiene un carácter muy nostálgico, con el que me identifico mucho. Roma es una ciudad en la que el paso del tiempo está siempre presente. Y muchas veces, por no decir siempre, el paso del tiempo es más importante que tú. Roma puede resultar claustrofóbica, porque hay un punto en el que tu vida tienes que hacerla sin trastocar lo que tiene valor de la ciudad, que son los templos, la arquitectura, y eso te cala.
Ver el paso del tiempo de una manera tan presente constantemente te hace pensar mucho, a mí por lo menos. Es una relación con la muerte, con lo que hay antes, con lo que pasa después. Roma es una ciudad que existe a pesar de ti, porque el presente no aporta nada a la ciudad. Y el futuro tampoco lo va a hacer. Ese peso está ahí. Siempre digo que Roma es maravillosa si estás en un buen momento. Si estás en uno regulero, tal vez sea mejor buscar otro destino porque hay algo muy introspectivo en ella.
¿Se considera una persona creativa, más allá de la interpretación?
Más que considerarme una persona creativa, sí que la creatividad en mí tiene algo muy movilizador y que me genera mucha emoción. El arte es algo que me conmueve muchísimo y la literatura también. No es tanto que sea creativa, sino la necesidad que tengo de la creatividad de los otros, de las personas con talento creativo, para poder vivir yo.
Si entra, por ejemplo, al Guggenheim, ¿qué siente?
Siento: «Qué pasada». Lo que me ocurre con el Guggenheim es que me parece espectacular la evolución que ha tenido Bilbao gracias a su propuesta arquitectónica y la capacidad de valorar la arquitectura como la había valorado España durante muchísimos años, pero que, de repente, dejó de hacerlo. Y Bilbao ha recuperado la pasión por la arquitectura y su valor. Ese museo me transmite ese respeto. España es increíble porque tiene de los mejores arquitectos del mundo, y es una pena que hayamos perdido esa seña de identidad. Lo mismo nos ha pasado con el arte.
¿Y si a donde entra es una catedral gótica?
Me muero. Igual que con el barroco. A ver, el gótico me vuelve loca. Y me pasa con el Panteón de Roma. Es sublime y, sobre todo, lo que más me alucina es que lo hayan hecho personas. Que las casas, las catedrales… las construyamos nosotros con nuestras cabezas y nuestras manos. Eso es lo que más me conmueve. Cuando entro en una catedral gótica, lo que veo es que eso lo ha construido gente.
Dicho esto, ¿prefiere el campo o la ciudad?
Eso es como la espiritualidad o la ciencia. La ciudad me encanta, pero necesito el campo también. Me siento muy bien cuando estoy en contacto con la naturaleza, pero me gusta la ciudad, la oferta cultural de Madrid, por ejemplo, lo social. También me recarga la batería. Busco el equilibrio y conseguir que una cosa no absorba a la otra.
Si tuviera que destacar lo mejor de ser actriz...
La disociación, la posibilidad de poder vivir otras vidas en una. Siento que soy muy afortunada por poder vivir no solo mi vida, que ya es de superafortunada, sino la de muchas otras personas.
Y lo peor, si es que lo hay.
La incertidumbre. Ese continuo estar en la casilla de salida cuando terminas un proyecto.
¿Qué tiene entre manos?
Tengo pendiente de estrenar una película que se llama El retorno, que rodé durante dos meses en Argentina, con un personaje con el que me reencuentro otra vez con el italiano. Y ahora empiezo con un trabajo del que aún no puedo hablar, pero estoy muy contenta.