Labios, ojos y mejillas: así se consigue el efecto glossy

Labios: en esta tradición impuesta por hipsters y millennials de mirar con inquietud creativa hacia décadas pasadas, es normal que el brillo de labios que imperó en los 80 y los 90 regrese como elemento esencial del maquillaje moderno. Pero con una novedad esencial: las nuevas fórmulas son ligeras, cero pegajosas, muy duraderas y contienen polímeros elásticos que se adaptan perfectamente a la arquitectura natural de los labios. Así que el resultado dista mucho de las sonrisas densas de Clueless.

Ahora, los labios se visten de vinilo transparente con levedad y sin artificio. O se encienden de un rojo manzana de caramelo, para maximizar el glamour. Y siempre queda la opción coral ultrabrillante (la misma que Selena Gomez lleva en su vídeo clip Fetish), para ir del trabajo al afterwork sin tener que pasar por casa.

El truco: para huir del efecto labios sucios y oleosos, no apliques el gloss en las comisuras. Crea un dibujo que ilumine solo el círculo central.

Ojos: Alto impacto y mínimo esfuerzo. Los maquilladores profesionales ya saben que la mirada glossy da el do de pecho ante una cámara. Así que prepárate para los selfies más espectaculares de tus noches de verano.

Bruñidos y singulares, destacan sobre el párpado al desnudo, pero también subrayan con un lacado superlativo los pigmentos de las sombras. Y no puede ser más fácil de aplicar. Basta una gota mínima de gloss y un dedo que la aplique. Eso sí, empieza desde el centro del párpado móvil, lejos del nacimiento de las pestañas para evitar desastres con la máscara. Y no tengas miedo a que se mueva y amplíe su radio de acción durante el día. El acabado messy es su punto fuerte. El brillo transparente es perfecto para principiantes. Para dar el salto a los tonos cromados, empieza por sombras pastel.

El truco: un toque de brillo es la forma más rápida de convertir un eyeliner echado a perder en un look rockero. Aplica y difumina con los dedos.

Mejillas: La modernidad era esto: complexiones centelleantes y pómulos de cristal. Si alguien nos hubiera dicho hace solo tres años que sacrificaríamos los polvos matificantes para abrazar esos brillos de los que llevábamos huyendo desde la adolescencia, nos habría costado creerlo. Pero el amor incondicional por los iluminadores y el efecto bola de discoteca de las Kardashian, Rihanna y compañía ha abierto caminos más fáciles de transitar: del strobing (juego de luces sobre el rostro, a base de iluminadores con partículas metálicas y nacaradas) al chroming (técnica para destacar los pómulos que usa barras de labios en tonos nude).

¿Cuál es la forma universal de lidiar con el gloss en el rostro sin acabar disfrazada de C3PO? Ante todo, requiere una preparación previa con tónico, sérum, e hidratante. Es importante no saltarse estos tres pasos porque el acabado glossy en mejillas requiere una piel fresca, natural y tonificada. Para una aplicación sin desastres, calienta previamente en el dorso de la mano una gota minúscula y aplícala mediante ligerísimos toquecitos sobre el hueso del pómulo y bajo la cola exterior del arco de las cejas. Puedes atreverte con el puente de la nariz, pero solo en la parte superior para evitar el efecto rostro transpirado.

El truco: Si no te atreves con el acabado gloss total, prueba a aplicar sobre la piel un poco de bálsamo mutiusos, como Biopel o Eight Hour de Elizabeth Arden.

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