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Toda la verdad sobre la toxina botulínica, también conocida como bótox, según esta doctora

«No se trata de congelar el rostro, sino de suavizar los gestos» declara la experta sobre este tratamiento tan demandado por las mujeres.

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En los centros estéticos lo tienen claro, cada vez más mujeres se interesan por la toxina botulínica, popularmente conocida como bótox, pero aún hay muchas dudas, miedos e ideas equivocadas sobre ello. Empezando porque e el resultado se aleje mucho de la naturalidad y quede un rostro congelado o demasiado artificial. Algo de lo que los expertos huyen en sus consultas también.

Para entender todo sobre esta tratamiento, hablamos con la doctora Natalia Jiménez, dermatóloga especializada en estética, para desmontar mitos, entender sus usos reales y descubrir por qué la toxina botulínica es uno de los tratamientos más demandados y también uno de los más efectivos para verse bien a los pocos días de aplicárselo.

¿Qué es realmente la toxina botulínica y cómo actúa sobre el rostro?

«La toxina botulínica es un tratamiento que se utiliza desde hace décadas. Lo que hace es relajar los músculos de la mímica facial para suavizar gestos que, con el tiempo, generan arrugas permanentes, como en el entrecejo, la frente o las patas de gallo. El objetivo no es paralizar ni cambiar tu expresión, sino que te veas con una mirada más descansada y natural».

¿Sigue existiendo el miedo al efecto artificial?

«Sí, y es normal porque durante años ha habido mucho desconocimiento. Se ha asociado la toxina botulínica con rostros sin expresión, pero bien aplicada no congela ni hincha. No da volumen. Solo relaja gestos demasiado marcados. La clave está en ajustar la dosis, la técnica y escuchar a la paciente: no todas quieren lo mismo».

¿Tiene usos médicos más allá de lo estético?

«Muchos. Se usa en dermatología, neurología e incluso odontología. Por ejemplo, en casos de bruxismo, migrañas, hiperhidrosis (sudoración excesiva) o para relajar el músculo masetero en personas con mucha tensión mandibular. Incluso hay estudios sobre su uso en rosácea o poros dilatados, aunque eso está fuera de ficha técnica».

¿Qué diferencia hay entre un tratamiento preventivo y uno correctivo?

«El preventivo se usa en personas jóvenes que tienen gestos muy marcados pero aún no arrugas fijas. El correctivo se aplica cuando ya hay arrugas visibles. En ambos casos, la toxina ayuda a que el músculo se relaje y la piel no se marque tanto con el tiempo. Cuanto antes se empiece, más se puede prevenir».

¿Con qué frecuencia conviene repetir la aplicación?

«Lo habitual es dos veces al año. El efecto como tal dura unos cuatro meses, pero muchas pacientes lo programan para mantener un gesto relajado todo el año. Hay casos en los que con una vez al año es suficiente, sobre todo si es un uso preventivo».

¿Existe el temido 'efecto rebote' si se deja de utilizar?

«Para nada. No hay un empeoramiento. Lo que ocurre es que vuelves a gesticular como antes y, con ello, pueden volver las arrugas. Pero nunca estarás peor que al inicio del tratamiento. De hecho, tras años de uso, muchos músculos se relajan tanto que ya no arrugas igual, aunque pares».

¿Puede la toxina botulínica ofrecer resultados naturales si se aplica bien?

«Sí, absolutamente. Si se estudian bien los gestos, la anatomía y se adapta el tratamiento a cada rostro, los resultados pueden ser muy sutiles y armónicos. Lo ideal es que te digan: '¡Qué buena cara tienes!', y no: '¿Te has hecho algo?'».

¿Qué le gustaría que supiera toda mujer antes de decidirse a probar la toxina botulínica?

«Que no es una solución única ni mágica. La toxina es parte de un conjunto de cuidados. A veces veo pacientes con la piel muy dañada, manchas o rojeces que buscan solo corregir arrugas. Pero una piel sana también necesita productos adecuados, protección solar, buena hidratación. Y que el médico no solo pinche: que valore la piel en su conjunto y personalice el tratamiento».

¿Qué opina sobre la nueva toxina que ha llegado a España, Evolus, que promete resultados más rápidos?

«En la clínica la llevamos usando desde hace meses, con más de 4.000 pacientes tratados. Su gran ventaja es la rapidez: en muchos casos se nota desde el primer día. En una sociedad donde buscamos resultados rápidos, eso marca la diferencia. Además, tiene mejoras en pureza y precisión. Es una muy buena opción».