El fin de una era
El fin de una era
Tras casi cuatro décadas como editora jefe de la revista Vogue América, Anna Wintour deja el cargo y busca sustituta. La británica, que inspirara en su día la película El diablo viste de Prada, comunicó la noticia a sus colaboradores este jueves, anunciando que no abandona la editorial Condé Nast ni la publicación, sino que reduce sus funciones. Wintour seguirá siendo la directora editorial global de Vogue, así como la directora global de contenidos.
El adiós de Anna Wintour significa una ausencia mayor en el mundo de la moda que la que dejaría la marcha de cualquier modisto o de cualquier supermodelo. Como editora jefe de Vogue, reinventó la publicación, transformando una cabecera cada vez menos innovadora en un centro neurálgico capaz de crear y destruir tendencias y diseñadores.
«Cualquiera que trabaje en un campo creativo sabe lo esencial que es no dejar nunca de crecer en el propio trabajo», dijo Wintour al equipo de su revista en una reunión celebrada el jueves. «Cuando me convertí en editora de Vogue, estaba ansiosa por demostrar a todo el que pudiera escucharme que había una nueva y emocionante forma de imaginar una revista de moda estadounidense».
Usando una metáfora deportiva, añadió que «ahora, encuentro que mi mayor placer es ayudar a la próxima generación de editores entusiastas a entrar en el campo con sus propias ideas, apoyados por una visión nueva y emocionante de lo que puede ser una gran empresa de medios de comunicación. Y ese es exactamente el tipo de persona que debemos buscar ahora para ser jefa de contenidos editoriales de Vogue América».
Más que un anuncio de jubilación, la decisión de Anne Wintour, así como su nueva función al frente de la edición estadounidense de Vogue, forman parte de una reestructuración global más amplia de la empresa. Aunque a Wintour se la asocia más estrechamente con la cabecera de moda, en 2020 se convirtió en directora de contenidos de Condé Nast, supervisando todas sus revistas a nivel mundial.
Convertida por derecho propio en todo un personaje de la cultura popular tras aparecer en varias películas y documentales interpretándose a sí mismo, Anna Wintour también aseguró que, a nivel práctico, muchas de sus responsabilidades en Vogue seguirían siendo las mismas, «incluyendo prestar mucha atención a la industria de la moda y a la fuerza cultural creativa que es nuestra extraordinaria Gala del MET». Y con buen humor añadió que «ni que decir tiene que pienso seguir siendo la editora de tenis y teatro de Vogue a perpetuidad».
Este relevo supone un giro radical para Vogue América, ya que ofrece una codiciada vacante a los editores de moda, así como la oportunidad de que la publicación más influyente de la industria tome nuevos rumbos. Sin ir más lejos, hace dos años, Chioma Nnadi se convirtió en la primera mujer negra en dirigir la edición inglesa de Vogue.
Durante los últimos 37 años, Anna Wintour ha ostentado el título no oficial, pero ampliamente reconocido, de reina de la moda. En cualquier desfile, el mejor asiento es automáticamente el suyo. Y al igual que Beyoncé y Madonna, no necesita apellido; todo el mundo se refiere a ella simplemente como «Anna», aunque pocos se atreven a dirigirse a ella directamente. Ha sido una presencia constante y regia, coronada por su característico corte recto brillante y sus siempre presentes gafas de sol.
Aunque no se debe juzgar a las revistas solo por sus portadas, las de Wintour indicaban que no tenía miedo de destacar a figuras menos conocidas y evitar las antaño encorsetadas normas de las cabeceras de moda. Por ejemplo, su primer número, publicado en noviembre de 1988, estaba protagonizado por la modelo israelí Michaela Bercu con unos vaqueros, la primera vez que esta prenda llegaba a la portada de la revista.
Esta fue la tónica de los cientos de números que siguieron, y Wintour tomaría innumerables decisiones editoriales que sus predecesores habrían considerado inimaginables. Atrás quedaron los días de las fotos de estudio diseñadas al milímetro, sustituidas por imágenes mucho más casuales o tomadas al aire libre. En 1992, también rompió con una tradición centenaria de Vogue al incluir a un hombre en la portada: Richard Gere, que aparecía junto a Cindy Crawford, su esposa por aquel entonces.