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Los veranos de los 'celebrities' que no olvidaremos

Las muertes de Lady Di o Carmina Ordóñez. Las infidelidades de Hugh Grant o Arnold Schwarzenegger. El amor de Isabel Preysler y Vargas Llosa. El estío parece un tiempo propicio para el recuerdo y el escándalo.

Los veranos de los 'celebrities' que no olvidaremos. / gtres.

HUGO DE LUCAS

Todo el mundo recuerda aquel 31 de agosto de 1997. Aún están muy vivas en la memoria las imágenes del coche destrozado en el que viajaba la princesa Diana y los homenajes populares que convirtieron Londres en una dolorosa capilla ardiente. La tragedia colgó un crespón negro en el que, de otro modo, solo hubiera sido otro largo y cálido verano. Algunos acontecimientos, aunque nos sean ajenos, quedan vinculados para siempre a esta época de año, que parece propicia para fijar recuerdos. Aunque los hay mucho más agradables, como el de la fastuosa boda que, en julio de 1981, auguraba a Lady Di una felicidad de la que nunca disfrutó.

Sin embargo, la muerte suele dejar huellas más profundas, sobre todo cuando se lleva antes de tiempo a los que han conocido la fama. Esa es la razón de que cada 14 septiembre algún medio de comunicación recupere la figura de la princesa Grace de Mónaco, fallecida en 1982 al precipitarse su vehículo por un barranco. Estefanía, entonces una adolescente de

17 años, viajaba con su madre y resultó ilesa. Siempre se sospechó que ella conducía. El mismo drama vivió la familia Kennedy en julio de 1999, cuando John John, el primogénito del presidente JFK, estrelló en el océano la avioneta en la que se dirigía, junto a su mujer y su cuñada, a una boda familiar. Murió, al igual que su padre, dejando atrás un brillante futuro y un controvertido pasado en el que las mujeres y las portadas habían ocupado más su atención que la carrera política a la que también aspiraba.

El 23 de julio de 2004 el cuerpo sin vida de Carmiña Ordóñez apareció en una bañera

Para los norteamericanos, la impresión de aquella pérdida fue similar a la que España sufrió el 23 de julio de 2004, cuando el cuerpo de Carmina Ordóñez apareció sin vida en la bañera. La reina de corazones dejaba a la prensa huérfana de un personaje que hizo de su existencia un escaparate siempre bien retribuido. "No llegaré viva a los 50", había dicho en alguna entrevista, quizá asumiendo las consecuencias de sus adicciones, de las que, parece, estaba recuperada cuando la mala fortuna le hizo resbalar mientras se duchaba.

Cinco años más tarde, de nuevo el verano se vestía de luto por sorpresa. El 25 de junio al mediodía, el servicio de emergencias de Los Ángeles recibía una llamada de socorro de uno de los guardaespaldas de Michael Jackson. La ambulancia solo tardó nueve minutos en llegar, pero, para entonces, ya no tenía pulso. Una combinación de fuertes narcóticos, el único medio que tenía para lograr dormir unas horas, había parado su corazón para siempre. La conmoción mundial por el fallecimiento del ídolo musical, a los 50 años, provocó el mayor colapso que ha soportado nunca Internet. Las páginas de los principales diarios y las redes sociales se cayeron por la avalancha de usuarios que buscaban detalles sobre su muerte y querían comentar la noticia.

Michael Jackson falleció el 25 de junio del 2009. / gtres.

La pérdida de Amy Winehouse, en julio de 2011, con solo 27 años, no fue menos impactante por ser más esperada. La popularidad solo le había servido para agudizar una tristeza crónica que intentaba ahogar en drogas y alcohol. Tampoco consiguió escapar el actor Robin Williams de la depresión en que le había hundido la enfermedad de Parkinson. Un beso de buenas noches fue el último recuerdo que dejó a su mujer antes de ahorcarse en la habitación de al lado. Era agosto de 2014 y acababa de cumplir 63 años.

Sexo, drogas y romances

Solo el escándalo tiene la misma facultad que la muerte para dejar un rastro indeleble en la memoria. Por eso, también rememoramos otros veranos con un interés menos funesto, pero más morboso. La foto de la ficha policial de Hugh Grant, sin duda, forma parte de ese recopilatorio de recuerdos estivales escabrosos. Un galán de cine internacional con una pareja tan atractiva como la modelo Elizabeth Hurley y gusto por las prostitutas callejeras da para muchas páginas en prensa, sobre todo cuando es detenido en mitad de un servicio dentro de su coche. Era 1995. Al verano siguiente, las imágenes de Daniel Ducruet, marido de Estefanía de Mónaco, exhibiendo su adulterio al borde de una piscina, alimentaron semanas de debates y maledicencias, y justificaron un vergonzoso divorcio exprés.

Jude Law cometió un error similar. A finales de junio de 2005, su prometida, Sienna Miller, anunció que la relación se había roto al descubrir que el actor le estaba engañando con la niñera de sus hijos. La opinión pública lapidó al infiel, que admitió su falta y mostró arrepentimiento. Varios años después, se supo que Miller estaba viviendo en paralelo su propia aventura con Daniel Craig.

Por esas mismas fechas, Kate Moss generaba un seísmo en algunas marcas de moda y belleza al ser fotografiada esnifando cocaína. Las críticas generalizadas y la cancelación de varios contratos anticiparon lo que parecía el final de su carrera. Sin embargo, en su mundo los vicios no son censurables si se sobrellevan con discreción. Quizá por eso, la industria terminó siendo benévola con ella.

Pero para que una polémica alcance categoría de bomba mediática necesita un componente esencial: sexo. Por ejemplo, el que durante algún tiempo disfrutaron Arnold Schwarzenegger y una empleada doméstica. A lo largo del verano de 2011 se especuló con las motivaciones que llevaron a Maria Shriver a separarse del que había sido su marido durante 25 años. Los rumores se confirmaron cuando el actor reconoció que había tenido un hijo de esa relación.

Justo 12 meses más tarde, Kristen Stewart pedía disculpas públicamente por haber arruinado su relación con Robert Pattison acostándose con el director Rupert Sanders, otro escándalo que subió la temperatura del estío en las revistas.

Aunque en España el efecto no fue comparable al que, hace ahora tres años, produjo Isabel Preysler cuando su amor crepuscular por Mario Vargas Llosa estalló, llevándose por delante a la familia de él y dejando a los aficionados a las novelas rosa otro verano para recordar.

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